lunes, 15 de enero de 2018

El Cementerio de los Ingleses

LA HOJA DEL LUNES.
15 de ENERO de 1968
Siempre es de agradecer que los forasteros se ocupen de nuestra ciudad, más aún si lo hacen en letras de molde, o sea, con publicidad, redundante siempre en favor de nuestro pueblo.Naturalmente, no podemos evitar que el espíritu observador y crítico de quienes nos contemplan deje de incidir en aquellos puntos en que las cosas de la ciudad no andan del todo bien. Es el caso del artículo publicado en "Digame", por Manuel Tovar, referente al Cementerio de los Ingleses, del monte Urgull.
Presenta el articulista la fisonomía de dicho cementerio como el lugar romántico por excelencia de nuestra ciudad, "muy visitado por numerosas parejas de enamorados que llevan libros de versos de Bécquer, Espronceda o Amado Nervo, para leerlos e interpolar en ellos sus juramentos de amor eterno".
El periodista, después de rendir tributo de admiración a tan apacible ámbito, en plena montaña y frente al mar, a la sombra de propincuos pinos, y aislada por tallados setos, se lamenta del "inexplicable abandono" que se repira en dicho lugar. "No decimos nada nuevo -añade- al decir que este pequeño cementerio no está conservado como debiera. Y, en este caso, no son válidas las vulgares y tópicas excusas administrativas de la falta de créditos para este gasto o del nombramiento de una comisión que estudie el caso. Y no lo son porque el gasto de su reparación sería tan pequeño que no vale la pena discutirlo, teniendo en cuenta, sobre todo, que la "bonne tenue" de este histórico y pintoresco lugar redundaría en beneficio de la belleza de un monte ya de por sí tan bello, y que tan buena impresión causaría a sus forasteros visitantes."
No es la primera vez que se habla en este tono, ni tampoco nos ha hecho falta que venga nadie de fuera a recordarnos lo que ya la prensa local y los vecinos y periodistas donostiarras han dicho y vienen diciéndolo desde hace tiempo. No menos cierto es que, en ciertas ocasiones y determinados momentos, la administración municipal, a cuyo cargo corre el mantenimiento en forma de dicho cementerio, se ha ocupado de él; pero el hecho cierto y real es que no basta prestarle atención un buen día, para luego olvidarlo durante luengos meses, comono basta quitar el polvo o barrer una habitación de Pascuas a Ramos, cuando estas cosas hay que hacerlas todos los días.
Esto quiere decir que la organización del monte Urgull adolece de algún fallo, cual es -y a las pruebas y quejas del público y de la prensa nos remitimos- el de una falta de cuidado regular y constante de dicho cementerio.¿O es que un monte, todo un parque municipal como el monte Urgull, carece de un jardinero siquiera que se ocupe de él regular, diaria y sistemáticamente, sin que la prensa y los visitantes más o menos forasteros tengan que dar bocinazos para que se atiendan cosas tan elementales y sencillas como las que constituyen el decoro de un jardín público?
El primero que se ocupó de este cementerio, en función de exponente público, fue Wilkinson, quien, en su famoso album de 1838, lo presentó al público inglés a través de sus doce archirománticas estampas de Guipúzcoa, todas ellas interesantísimasy a cuál más bella. La de este cementerio fue una de ellas. No fue, sin embargo el propio Wilkinson quien tomó el apunte que había de concretarse en la lámina número 12 de la colección, sino uno de sus colaboradores, Mr. Edward Hassell, pintor de paisajes y acuarelista, nacido en Inglaterra, y muerto en Lancaster, en 1852, si hemos de dar crédito a Benezit.
"Salvaje grandeza del paisaje" dice Wilkinson, refiriéndose a este lugar, en el que, además de la tumba del general español Gurrea, muerto en los campos de Andoain, el 29 de mayo de 1837, están las de algunos de los  jefes y oficiales de la Legión Británica que lucharon al lado de las tropas españolas adictas a la reina Isabel II, tales como los dos primos, coroneles, Tupper y Oliver de Lancey; el teniente Coronel  Courtenay Chadwick, la señora de Callender, esposa del inspector general de hospitales de la Legión, y otros varios.
Próximo a este cementerio se halla el recién inaugurado balcón de Zaragüeta, alcalde que fue de nuestra ciudad, y bajo cuya administración dicho monte pasó a ser de la propiedad y pertenencia del Ayuntamiento donostiarra. Este pequeño conjunto de balcón y cementerio debiera en efecto, merecer la mayor atención, bien sea del patronato de dicho monte, en cuanto de arqueológico tiene; bien directamente del propio Ayuntamiento, en cuanto parque público de la ciudad. No se trata de gasto, como dice, con razón, el señor Tovar, sino de gusto. Partiendo de estas premisas de gasto y gusto solventadas, sólo nos resta por tener el gesto.

UN DONOSTIARRA

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