lunes, 27 de marzo de 2023

10.- EL CASTILLO Y SUS BALUARTES.

 10.-EL CASTILLO Y SUS BALUARTES


El Castillo de la Mota, nombre que entonces se daba a cualquier fortificación, es, sin duda, nuestra joya más valiosa de tiempos pasados. Testigo hosco de nuestra historia, firmemente plantado en la altura. No será tan bonito como otros en España. Pero San Sebastián le debe su existencia, y eso es bastante. Casi siempre en la Edad Media las villas desarrollaban protegidas por castillos.


Hacia 1194 comenzó su construcción con un carácter muy militar. El de hoy es reconstrucción, a lo moderno, del primitivo, erigido por Sancho el Fuerte de Navarra.


Tuvo una vida accidentada, como se verá. En 1476, rodeado de formidables reductos, alcanza personalidad propia. En 1575 una explosión lo destruye. Años después en 1688, el almacén de pólvora explota. Para 1691 Hércules Torrelli, famoso arquitecto, lo reconstruye.


El Castillo era considerado baluarte importante por esta rápida sucesión de destrozos y reedificaciones. La frontera, tan cercana, las luchas con Francia y la importancia militar de San Sebastián hacían necesaria la buena disposición de nuestra fortaleza.


Esta antigua descripción le elogia con estilo parco y castrense: «...el castillo puesto en sitio muy alto tiene cuatro paredes con sus almenas de siete pies y medio de grueso con cuatro torreoncillos a las esquinas, macizos hasta el llano de las almenas, donde podrán caber doce hombres o trece apretados y otros cuatro al medio de cada uno de ellos».


Y no sólo se contentaron con reforzar y proteger su base levantada sobre roca. Conservamos todavía algunos de aquellos fortines, o sus restos, y de tantos baluartes y reductos que iban surgiendo un poco desordenadamente, a lo largo y alto de la montaña: el Mirador sobre San Telmo, bien armado de cañoneras que defendían la subida por la calzada del Castillo; las baterías de las Damas, Santa Clara y Santiago, hacia la bahía; la de Napoleón, la plataforma del S. O., y las dos del Gobernador, en el interior; la batería de Bardocas mirando al mar, y el Revellín hacia el monte Ulía.


Las baterías de las Damas, Santa Clara y Santiago tenían grandísima importancia porque dominaban la entrada de cualquier barco en el puerto.


En su cúspide se ordenaron baterías, de las llamadas a barbeta, medio de defensa muy importante por las pendientes del montículo. Desde ellas, los centinelas podían otear horizontes y mares. Los soldados, protegidos de armaduras y hierros, vigilaban las proximidades de los fosos. De noche, alternando con el murmullo del mar se escucharían ruidos de armas, voces de soldados, el latido guerrero de aquella fortaleza erguida como un penacho de piedra en lo alto del monte...


Desde abajo, San Sebastián, pequeño y oscuro, a la hora en que cerraba las puertas de sus murallas, agradecía su vigilancia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario