6.-LA OBRA DE LAS MURALLAS
Fue en el siglo XV cuando San Sebastián cayó en la cuenta de la importancia de su posición geográfica, al sentir España tensiones, discordias y choques con su vecina Francia.
Por eso se creyó natural y conveniente fortificar esta frontera. Se intuían futuras amenazas y era imprescindible vigilarla. San Sebastián caía dentro de esa extensa demarcación fronteriza. El interés nacional exigía defenderla.
Y como en otras ocasiones, los donostiarras se entregaron con entusiasmo a este esfuerzo. ¡A trabajar todos, unidos por el mismo espíritu y animados por la misma fe!
Y fue este el momento en que San Sebastián va a revestirse de un carácter militar que ha de conservar siempre (¿no se le descubre en esos tambores de nuestra típica fiesta del 20 de Enero?). Centenares de hombres se le meten por las puertas para cooperar, con mejor o peor voluntad, en aquella obra colosal. En ocasiones, ciertamente, gente poco recomendable, como prisioneros que cumplían sus condenas ejecutando estos trabajos. Tan grande era la necesidad de la mano de obra y tanta la prisa.
Trabajadores de pala y zapa, carpinteros, maestros, peones, sobrestantes, canteros, oficiales de sueldo, maestros mayores, apuntadores, oficiales y peones gastadores. ¡Imaginad qué mundo tan variado! Los pescadores cooperaban también prestando sus seguras barcazas para el acarreo de materiales de construcción. Y también no faltaron aquellos pacíficos caseros del Antiguo que aportaban sus bueyes, burros, caballos y mulos, y sus carros, para el importante trabajo de traída y llevada de piedras, derribo y tierra.
De aquel trabajo, realizado en condiciones y con métodos que hoy producirían asombro, fue surgiendo un conjunto variado de murallas, no bello, pero sí práctico y seguro.
Los donostiarras les deberán la seguridad, lo que suponía mucho en años y circunstancias turbulentos. Si bien, muchas desgracias sufridas por San Sebastián tuvieron su origen en el cinturón de piedra que en este momento, y por las necesidades dichas, se levantaba. Siempre será motivo de discusión si fueron beneficiosas o perjudiciales para San Sebastián.
Como en otras muchas construcciones artísticas, religiosas o guerreras de la Edad Media, nuestras murallas, ya derruidas, fueron por ello obra de un pueblo que, al levantarlas, sacrificó mucho y aceptó un carácter nuevo y una forma de vida distinta en aras del bien común.
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