lunes, 27 de marzo de 2023

11.- EL LADRÓN ENCERRADO

 11.-EL LADRÓN ENCERRADO


No fueron huéspedes del Castillo duques ni princesas que tocaban instrumentos musicales, vestían encajes, bordaban o cazaban con halcón.


El Castillo fue fortaleza militar. Lo habitaban soldados más dados a golpes, discusiones y dureza de lenguaje y al esfuerzo y tensión guerreros que al vivir pacífico.


Vivía con desahogo el alcaide, con su cuarto de cama muy elevada del suelo, rodeada de cortinas, vigas en el techo, grandes tarimas de madera en el suelo, jofaina para el agua, una jarra, jabón amarillo y una toalla.


Y como también la fortaleza era prisión, y muy segura por cierto, por aquí aparecían de cuando en cuando malhechores célebres.


Uno de los más famosos fue un bandido de Elgueta, llamado Joaquín de Iturbe. Era hombre malo, peligroso y amigo de lo ajeno. Imaginadle con barbas, sombrero y espuelas, montando caballo o burro. De tan malo como era le llamaron burlonamente «Santua».


Primero estuvo preso en Motrico. Luego en Tolosa. Pero de las dos cárceles huyó: en una, rompiendo las argollas de hierro que le sujetaban los pies, en otra, abriendo un boquete en la pared, agujero que disimulaba durante el día con losetas sujetas con una masa hecha con tierra y...


¡Pobre <<Santua»! Libre, se entregaba de nuevo al pillaje. Robaba a las caseras, asaltaba diligencias, atracaba caseríos, de donde se llevaba escopetas y dinero para sí y para los de su pandilla.


Eibar y Motrico fueron lugares predilectos de sus fechorías. Tampoco dejó en paz las limosnas de los Santuarios. El de Urquiola lo desvalijó.


Pero al fin «Santúa» cayó en manos de sus perseguidores, que sin descanso le acosaban por valles y montes, a pie o a caballo.


Bien encadenado le trajeron de Mallabia -donde le apresaron- al Castillo. Escapó a la muerte por poco, pues el Tribunal que le juzgó fue benévolo.


De nada valieron a «Santúa», en nuestra fortaleza, sus astucias. En ella terminó su vida, escuchando el batir del mar o el huracán en las noches de tormenta.


Todavía podemos ver la antigua prisión del Castillo. Cuando el guía la enseña es posible adivinar en las paredes la sombra del aventurero que tan triste final tuvo entre esas piedras.


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