7.-HISTORIA DE LAS FORTIFICACIONES
Contar la historia de las murallas es contar la de la Ciudad misma. Hay libros interesantes y documentos sobre ellas. Bastan, por ahora, unas líneas generales.
Las fortificaciones se construyeron por la importancia geográfica y militar de San Sebastián. Francia y España tenían cada vez intereses más opuestos y nuestros reyes no descuidaban fortificar esta zona. Ahí está el castillo de Fuenterrabía, construido con el mismo fin.
Nuestras fortificaciones eran muy antiguas. Databan del siglo XII, cuando los reyes navarros levantaron a su alrededor -alrededor de la villa- cercas, torres y murallas.
Vamos a distinguir dos períodos en la existencia de las murallas: el primero, desde la noticia más antigua que de ellas se tiene hasta los Reyes Católicos, o sea, de 1158 a 1474. El segundo, desde esta fecha hasta su demolición en 1863.
El primer período tiene como caracteres: circunvalación del castillo (construido en 1194) y adelantamiento de las cercas hasta el sitio de las murallas. Defensa a base de torres, torreones y casas fuertes, en los que se apoyaban las edificaciones de la Villa, generalmente bajas. Torreones que eran tan altos como una casa actual de dos pisos. Estas torres sólo servían para la infantería, ya que no se conocían otras armas. Estaban colocadas separadas, a regular distancia entre sí.
Aquellas primitivas murallas eran obra muy simple y rudimentaria, de argamasa, abiertas por siete puertas a lo largo de su recorrido.
¿Qué trayecto seguían?
Puede reconstruirse, aunque con dificultades. Comenzaban en una iglesia, Santa Ana, muy próxima a Santa María. Seguían por la actual calle del Campanario, y de ésta a la Plaza de Lasala. Había un torreón cuadrado y una puerta en la calle del Campanario y otro en la calle del Puyuelo. Desde aquí rozaban el teatro Principal, con dos puertas en las calles Mayor y San Jerónimo, y en las calles Narrica y Embeltrán, otro torreón al centro. Y de allí recta hasta el límite de la ría.
El plano de las fortificaciones, que en el año levantó el Comendador Villaturiel, reproduce el itinerario de la primitiva muralla.
Segundo período. Fueron los Reyes Católicos los que extendieron el recinto, elevaron las murallas y las prepararon para resistir un arma nueva, la artillería, que generalmente llegaba a impulso de tardos bueyes, sustentada sobre fuertes cureñas, arma inhumana y fiera llamada «última razón de los reyes».
Entonces adquirieron el aspecto que tenían cuando se destruyeron.
Se componían de tres lienzos o cortinas, ya que San Sebastián estaba suficientemente defendida al Norte por el monte Urgull.
Los lienzos del muelle y del río tenían de grosor 3,36 metros y 1,96 metros. También estaban reforzados por el mar y por la ría, ya que, como dijimos, San Sebastián era en pleamar una isla. Todos los ataques que sufrió la Ciudad se iniciaron precisamente contra el muro del río, el más débil, cuya construcción comenzó en 1542.
En cambio, la cortina o muro meridional, o Sur, que daba a la parte de tierra, era el más fuerte. Estaba situado sobre un terreno elevado, una especie de repecho, con un terraplén de 7,96 metros de espesor. Se armaba de parapetos y cañoneras. Fue iniciado en 1516.
Tres baluartes reforzaban este muro: el Cubo Imperial, obra de Carlos V, muy alto, grueso y escarpado, y dos posteriores: los baluartes llamados del Gobernador y del Ingente.
Durante los años 1556 a 1724 continuaron sin interrupción las obras de ampliación y mejora de nuestras murallas. Intervinieron en aquellos trabajos, por mandato de los reyes, ingenieros ilustres: Jerónimo Soto, Juan Garay, Alonso Cepeda, Octaviano Meni y Hércules Torrelli.
En el nuevo plano de Juan Subreville, de 1728-bien distinto al de Villaturiel-, se pueden apreciar el afilado Cubo Imperial, el baluarte de Santiago, en el lado del río -que reforzaba la línea del Urumea- y esa nueva garra que sale más, mucho más, que el Cubo. Fortificación temible, con sus fosos, caminos cubiertos y traveses desde donde disparar. Se llamaba el hornabeque, o también obra de cuerno, y fue sin duda la que acreditó a San Sebastián como plaza inexpugnable.
Las siete puertas del período anterior quedaron reducidas a tres. La principal entrada al recinto amurallado era la llamada de Tierra; estaba en el flanco derecho del Cubo Imperial. Otra, la de la Marina, en el muelle, unía la Villa con el tráfico del puerto. Y la tercera, abierta en 1575, daba acceso al Castillo desde Santa María; siempre tuvo una importancia muy secundaria.
Con razón los reyes consideraron a San Sebastián plaza segura, la más segura que tenían en Guipúzcoa. Por sus murallas sólidas, bien distribuidas y excelentemente armadas, reforzadas además por el Castillo y sus muchos baluartes, diseminados a lo largo y alto de la montaña.
Y sin embargo, también la plaza fuerte y militar que era entonces nuestra Ciudad tenía su punto flaco, su zona débil y quebradiza: el lienzo del río. Bien lo sabían los asaltantes al escogerle para bombardearlo y romper por él su defensa.
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