lunes, 14 de octubre de 2019

EL DERECHO DE PROPAGANDA

EL DERECHO DE PROPAGANDA
# Estos señores clericales han perdido por completo la necesaria serenidad de todo buen ciudadano, ante el sencillísimo acto de que los elementos contra ellos enfrentados, se dediquen pacíficamente en la española República de trabajadores se dediquen al simpático trabajo de propaganda anticlerical, pegando pasquines en los muros de los edificios públicos, o en las carteleras dedicadas a este efecto; impresos todos ellos legalizados ante la autoridad competente para mayor satisfacción y tranquilidad del pacífico vecindario.
Pero en Bilbao y Donostia, los señores clericales sospechan que los derechos de ciudadanía son sencillamente unos viejos privilegios hechos a su exclusivo beneficio, y corren detrás de los pegadores de manifiestos para arrancar éstos violentamente. Ante la violencia, los trabajadores del engrudo y defensores de la ciudadanía se revuelven airados y surge el inevitable choque, dando por resultado final el que todos ellos vayan a saludar al gobernador civil.
Los señores clericales, detentadores en España de todos los monopolios, hasta que cansado el buen pueblo dio al traste con la Monarquía e implantó la República, no saben portarse en los momentos un poco adversos, ni como personas de regular cultura. Porque pretender acallar o destruir por la violencia la legal propaganda del enemigo, es además de ineficaz, de un gusto harto villano.
Validos de la libertad de imprenta que al amparo de la República pueden ejercitar todos los españoles, a los beatíficos clericales no se les ocurre oponer otros impresos a los impresos de sus contrarios. Su razonamiento troglodítico y torquemadesco es la destrucción por medio del fuego o de la violencia, pero jamás convencer con cristianos ejemplos de mesura y de confraternidad humana.
Ahora, con motivo del acuerdo tomado en el Parlamento contra las órdenes religiosas, cumpliendo así la voluntad nacional, en lugar de dar la nota simpática de humildad y resignación cristiana ante el mandato de la nación, amenazan con provocar una guerra civil.
No consideran que obtendrían mayores beneficios para salvar las almas, despreciando las luchas armadas, y pobremente, humildemente, si son arrojados de los templos suntuosos y hasta de las ermitas, aunque sea en medio de los bosques y alimentándose de bellotas, con la sonrisa en los labios, implora a Dios el perdón de sus enemigos, para que así, ellos también sean perdonados de cuantos males cometieron en este pícaro mundo.
Bienaventurados los mansos.
PEDRO GORRI ( LA VOZ DE GUIPÚZCOA.15 de OCTUBRE de 1935)

No hay comentarios:

Publicar un comentario