miércoles, 22 de agosto de 2018

Cuatro parroquias - Santa María

No se sabe con exactitud cuando se construyó la primitiva iglesia de Santa María. Debía ser un templo muy sencillo, de madera o de mampostería, al que sucedió otro gótico y fue en 1739 cuando los donostiarras acuerdan demolerlo y levantar uno mayor, siguiendo los planos de Pedro Ignacio de Lizardi y Miguel de Salezán y luego de Francisco de Ibero. Dice Camino que esta parroquia "aunque no sea hecha con todo aquel rigor y severidad del arte que piden los inteligentes en la arquitectura y lleva extraordinario laboreo, sin embargo no se puede dejar de confesar ser suntuosísima y capaz, donde cabrán hasta cuatro mil personas y trabajada a todo empeño, habiendo contribuido a su construcción la Real Compañia Guipuzcoana de Caracas, que veneraba por patrona en dicha iglesia a la antiquísima imagen de Nuestra Señora del Coro, llamada así por haber estado otro tiempo sobre el facistol del coro, a cuyo majestuoso simulacro, que se halla sobre un rico trono de plata, que consiste en un árbol genealógico, sosteniendo su trono Abraham o José, afianzándose sobre cuatro vástagos o ramas otros tantos reyes de Judá para denotar la regia estirpe de María y Jesucristo, profesa toda la ciudad particular devoción, acudiendo a su amparo en las necesidades urgentes; bien que se ignora el primer principio de su generación, y sólo hay una tradición popular del motivo que ocasionó su traslación al altar y capilla  mayor".

La primera piedra de la nueva iglesia se puso el día 27 de Abril de 1743, acabándose las obras en 1764, aunque la inauguración oficial se hizo diez años después por no haberse terminado la decoración interior y los retablos. Su extensión es de 2.773 metros cuadrados midiendo 55,50 metros de largo y 32,70 de ancho y 35 hasta el florón de la media naranja. Costó 212.000 pesos, aportados en su mayoría por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.

El altar mayor lo describe Camino diciendo que "es verdaderamente serio y de arquitectura heroica, que consta de dos cuerpos con varias pinturas de no despreciable mérito, y cuatro columnas grandes pareadas una con otra, de orden corintio en cuyo intermedio está el solio y camarín de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Coro, un majestuoso tabernáculo que adoran dos serafines con alguna alusión a los del Arca del Testamento, grandes jarrones en la cornisa sobre la cual vienen a caer y descansar los dos faldones del segundo cuerpo, que remata en tímpano con su roseta, de que aparecen varios rayos, y bajo el cual se halla colocado el retrato de San Sebastián, con colgantes dorados a los lados, y un grupo en el friso de dicha cornisa, todo ello ejecutado al diseño de D. Diego de Villanueva, Director de la Academia de Madrid. Los altares del Socorro y de la Soledad son también de gusto exquisito y de la invención del célebre D. Ventura Rodriguez, restaurador de la verdadera arquitectura y se ve colocado en el primero el simulacro de Nuestra Señora del Socorro, imagen de prodigiosa antigüedad, a la cual en los siglos anteriores llamaban con los nombres de Nuestra Señora del Buen Suceso, la Antigua o la Morena, como consta por papeles. Las estatuas del altar del Consulado o Santa Catalina son de mérito y del maestro Mena, y también son buenos los altares de Santa Bárbara y San José, en el cual último hay un excelente medallón de San Pío V, ejecutado en Madrid por Roberto Miguel, y representa aquel caso raro de haber retirado Cristo Crucificado sus pies, al tiempo que iba a besarlos el Santo Pontífice, por haberlos envenenado sus enemigos, para que con el ósculo le impregnase la malignidad del tóxico. En todos estos altares, como también en el de San Pedro, donde se mira una primorosa estatua del Apóstol, obra de Felipe de Arizmendi, reluce en los zócalos el jaspe variado con la hermosura de diversos colores y vetas.

El coro de esta iglesia también merece atención por su sillería en medio círculo, y lo órganos que, por la dulzura y variedad de sus registros, están ponderados. La sacristía y los salones que tienen encima para custodia de alhajas y ricos ornamentos, serán lucidos cuando se acaben de adornar y componerlos. Finalmente hay en dicha iglesia algunas reliquias insignes, que se ven sobre sus altares, y de que se reza en días determinados del año". (Conviene recordar que Joaquín Antonio del Camino escribió su "Historia de San Sebastián", de donde tomo estos datos, antes de 1789).

En la parroquia se venera el Cristo de la Paz y Paciencia, de Pierres Picat, que se hallaba en la Puerta de Tierra de las murallas y que fue traído a la iglesia al ser derribadas éstas en 1863. Y también a la imagen de Nuestra Señora del Coro, que se hallaba en el remate de facistol. Cuenta el presbítero D. Joaquin Ordoñez en su obra escrita en 1761 que "un venerable religioso la tenía tanto amor que la visitaba diariamente y porque era mucha molestia subir al Coro tantas veces y que tendría más descanso y más frecuente gusto  en tenerla en su celda se determinó a sacarla de su antiguo sitio ocultándola en la manga y llevársela, quiso salir por una puerta y por superior impulso no pudo dar un paso, y hallándose sorprendido echó por otra puerta y le sucedió lo mismo en ocasión en que entraban  los beneficiados a vísperas y hallando a dicho Padre tan embarazoso y suspenso, confesó de plano su culpa y sacándola de su manga dicha imagen determinaron colocarla en el altar mayor donde se conserva; es una Señora tan pequeña que cabía en la manga del Padre, tiene de alto una tercia, es morenita y tiene a su niño con la mano izquierda en la boca como chupándose los dedos, pero es tan grande que en su adorno se gastan potosíes, tiene cadenas de oro, muchas joyas de diamantes, de esmeraldas y perlas, en sus vestidos no hay mejores de oro, plata y galones finos, y todo se lo merece porque es a quien esta Ciudad y su comarca acude en todas las necesidades y urgencias y apenas se trata de rogativa cuando se ha logrado el fin ; el principal bienhechor de esta Santísima Imagen ha sido y es, la Real Compañía de Caracas porque tiene asignadas porción de pesos de cada navío que de Caracas llega aquí o a Cádiz, y los ciudadanos en vida y en sus testamentos tienen presentes los favores recibidos por la protección de esta portentosa imagen".

El cuadro de San Sebastián que se halla encima del camarín de la Virgen del Coro, en el altar mayor, es obra de Luis Boccia que lo pintó en 1819, sirviéndole de modelo un armador del muelle.

(Juan María Peña Ibáñez)

martes, 21 de agosto de 2018

El Pacto de las Koshkas

Son Gaztelupe y Gaztelubide dos de las sociedades gastronómicas más emblemáticas de la ciudad, así como Euskal Billera, fundada unos años antes que las precedentes. Estas tres sociedades fueron protagonistas en el año 1942 de un pacto histórico conocido como el Pacto de las Koshkas, o también como el abrazo de Euskal Billera.

Para ningún donostiarra de la época era un secreto que las sociedades gastronómicas Gaztelupe y Gaztelubide no mantenían, si es que las mantenían, unas muy cálidas relaciones intersociales. Y es que en el seno de Gaztelupe habían surgido innumerables diferencias. Las rivalidades surgidas entre sus socios, y su insistente manera de mantener cada uno sus posturas, y pese a las mediaciones amistosas habidas, surgió el cisma, y de este surgió una nueva sociedad : Gaztelubide.

Ocurría esto en el año de 1933, don Luis Irastorza, fundador allá por el año 1910 de la sociedad La Volante - que duró tan solo 13 meses- fue socio posteriormente de Ollagorra, adem´s de fundador, alma y primer presidente, en 1916, de Gaztelupe. se separó de esta, situada en la vieja calle de la Trinidad (31 de Agosto), arrastrando a sus incondicionales, que eran muchos y de alto relieve "jatorra", para fundar en la subida del Castillo la sociedad Gaztelubide.

Para que esto ocurriese habían mediado antes tres Juntas Generales, en cuyo transcurso no pudo hallarse una solución al pleito planteado. Desde entonces, desde la escisión de 1933, las cosas no habían variado, Gaztelupe y Gaztelubide vivían existencias paralelas, como vías del tren en el asfalto del koshkerismo, completamente ajenas e independientes, aunque con el paso del tiempo las cosas se habían suavizado y se habían limado muchas asperezas del principio.

Reconciliación oficial.

Por fin las circunstancias se mostraban propicias para una reconciliación oficial, cuando llegado el mes de febrero Gaztelubide organiza por la fiesta de la Candelaria, la famosa y ya clásica comparsa de Caldereros, con Sotero Irazusta como Jefe de tribu. En el itinerario, figuraba una parada, que desde la escisión y fundación de la sociedad, no se había señalado en la ruta de los Caldereros, la parada frente a Gaztelupe.

Este gesto amistoso fue recibido por los miembros de Gaztelupe con enorme simpatía. Para demostrar su agradecimiento se iluminó la fachada, igual que en las más señaladas fechas, y abrió sus puertas a los compañeros de Gaztelubide. Finalmente el auténtico acto de reconciliación consistió en el abrazo de sus presidentes Segundo Ituarte, de la sociedad del 31 de Agosto, y Luis Irastorza, de la del camino del Castillo. Esta ocurría el 7 de febrero de 1942. Para celebrar tal hecho histórico en los anales koshkeros, el gran Mauricio Echaniz (Mauri), presidente de Euskal Billera, reunió al día siguiente en la sociedad de la calle Mari a los presidentes y a sendas representaciones de ambas entidades en una extraordinaria fiesta.

Y es que Mauricio Echaniz, fue un activo elemento para que este histórico pacto se llevase a cabo. Y no era de extrañar que Mauri apareciese por medio en este proceso, y es que este koshkero, dueño de una tienda y depósito de muebles, en la calle Fermín Calbetón, fue en su época un Erriko Sheme de pro en Donostia.

Presidente de Euskal Billera (1924-1931/1933-1935/1937-1951), fue precursor y artífice de innumerables actos sociales y benéficos en nuestra ciudad. mauri era hombre que cumplía su palabra, como aquel año de 1925 en que no pudiendo haberse celebrado el Entierro de l Sardina en su día éste se trasladó al domingo de Piñata, con la única condición impuesta por el alcalde de la época, señor Juan José Prado, de que para las doce de la noche todo el mundo debía estar ya en la cama. así fue pues el señor Echaniz, se anticipó una hora a los deseos del señor alcalde, ya que había ordenado que la cabalgata debía concluir su recorrido para las once, y para dicha hora todo el mundo se retiraba para sus casas.

Fue Mauri el que un 20 de enero de 1927 hizo que se organizara la primera tamborrada infantil, ayudado por José María Arocena y José Alzugaray. Salió ésta a las doce del mediodía de dicho día de la sociedad Euskal Billera, dirigiéndose a la Plaza de la Constitución por las calles Fermín Calbetón, Narrica e Iñigo. El tambor mayor era el jovencito Alfredo Taberna.

Mauri, es asimismo el causante de que ese mismo año de 1927 se marearan el Dios Momo y muchos de sus acompañantes, cuando la comparsa Entrada de S.M. El Carnaval, simuló un desembarco en el muelle. Y es que todos los componentes de la comparsa se trasladaron a la isla de Santa Clara, y procedentes de ésta simularon un desembarco en el muelle. Para ello se utilizó la gabarra de Obras Públicas, remolcada por la canoa de los prácticos y mandada ésta por el práctico don Benito Beorlegui y el maestro de bahía don Pedro Andonegui.

En la cabalgata había de todo , tigres, osos, cerdos, burros, camellos, un gorila, langostinos, gastadores vestidos de mariposas, tamborreros, y barrileros (ataviados de chinos) y la banda de música Unión Bella Iruchulo, cuyos componentes eran pierrots, una carroza, muy bonita, con niños disfrazados de las tres principales fiestas donostiarras, San Sebastián, Caldereros e Iñudes. Su Majestad el Carnaval era un formidable Rey de Bastos.

Como tardaron en desembarcar, debido a que mauricio Echaniz tardó en disparar una Bomba Marrón para efectuar el desembarco, muchos de estos componentes se marearon.

Fue asimismo Mauri el artífice de organizar las famosas Cenas Cervantinas en la sociedad Euskal Billera en conmemoración del IV Centenario del nacimiento de don Miguel de Cervantes y que comenzaron el 28 de octubre de 1947, y que en distintas fechas se celebraron hasta abril de 1948.

De él, de don Mauricio Echanis, MAURI, se podría seguir hablando y contando muchísimas anécdotas, pero dejamos aquí esta pequeña muestra como ejemplo de un popular, magnífico y afable personaje de la entrañable historia del koshkerismo donostiarra.

Esteban Durán León "IZURUN"

lunes, 20 de agosto de 2018

Donostiarras del siglo XVIII, según el Padre Isla

El Padre José Francisco de Isla en determinados períodos de su vida tuvo como ocupación principal la predicación de la palabra de Dios. Y son sus seis tomos impresos de sermones testimonio de esta su actividad. Los dos primeros se titulan Sermones Morales y los restantes Sermones Panegíricos. Estos se editaron en Madrid, los tres primeros en 1792, los restantes al año siguiente.

Varios sermones se predicaron en Navarra o en San Sebastián. De los de Navarra unos predicó en la capital, Pamplona, otros fuera de ella.

La serie de sermones de San Sebastián se divide en tres : sermones, discursos doctrinales y una plática.

La plática, fue hecha cuando la ejecución de un homicida, en el año de 1747.

Sermones : de San Joaquín, de las Cuarenta Horas, de Santa Teresa de Jesús y de San José.

Los Discursos Doctrinales versaron sobre el modo de hacer oración a Dios y a los Santos, sobre la  misa y la reverencia en los templos, sobre la gravedad del pecado que cometen los que no ayunan cuando lo manda la Santa Madre Iglesia y dos sobre la murmuración.

Sermones y Discursos Doctrinales se pronunciaron en 1748 y 1749.

La ignominia de la horca

Al Padre Isla, correspondiole en San Sebastián, en el año de 1747, asistir a un ajusticiado. Por la plática que pronunció por aquel entonces sabemos de las diversas circunstancias del muerto y de los donostiarras.

El reo, era un joven forastero, de nombre Fernando de Orihuela. Su delito, según consta en el proceso, "un homicidio ejecutado con alevosía".

"No le valió ni la piedad de la Iglesia, ni el sagrado de los altares, ni la inmunidad de la Casa Real de Dios, ni el respeto de la Religión". Castigo: "la ignominia de la horca". La ejecución fue en una plaza, y en esta misma plaza, ante el cadáver "colgado de este infame madero" escucharon la plática del Padre Isla no pocos donostiarras: "Yo veo -exclama- que todos os lastimáis, todos os lamentáis, todos os afligís, todos lloráis la muerte de este ajusticiado joven. Yo veo, o, por mejor decir no veo con los ojos del cuerpo, pero estoy viendo con los ojos del alma a muchos que de pura compasión no han querido asistir a este funesto espectáculo, que se han cerrado en sus casas, que se han metido en las iglesias, y aun no pocos que se han ausentado de San Sebastián, no teniendo corazón para hallarse en la ciudad en un día en que se hace esta melancólica justicia. Aun yo mismo, aquí donde me veis con este valor sobrepuesto, con este espíritu bien  ajeno de mi natural ternura, yo mismo estaría bien ajeno de hallarme ahora en este puesto, de asistir en esta plaza, de dejarme ver en este trágico teatro, si no precisara a eso la obligación de mi Instituto, y si no me necesitara suavemente la triunfante virtud de la obediencia".

Los defectos de los donostiarras 

Desde el púlpito, el Padre Isla, tomó buena nota de las virtudes y los defectos de sus feligreses y en los volúmenes citados quedan constancia de los mismos.

Comenta, que hay quienes van al templo mal trajeados, están en él distraídos o mantienen posturas indecentes, o convierten a éste en un lugar de citas.

Fuera del templo apunta que pululan excesos fugaces, como son los del carnaval, y duraderos como son el olvido del ayuno y la murmuración.

Censura el Padre Isla la vanidad y la ostentación mundana en el templo, y añade : "No por eso quiero decir que se tiene que ir a la misa con desaliño afectado, con estudioso desaseo, o con traje descompuesto(....). Ir a misa en bata, en chinelas, con una basquiña mal echada, y tal vez la más astrosa, con redecilla en la cabeza y con cabello desgreñado, es una irreverencia".

Habla también el Padre Isla de los distraimientos en misa: "....en fin ¡cuántos o cuántas se van a dormir a la iglesia con la misma paz que si estuvieran en el lecho!. Comenta y ridiculiza, asimismo, en otro lugar del mismo sermón sobre las posturas irreverentes con las que ve a los feligreses que acuden a la misa.


Furor báquico


En este mismo sermón, se desata en críticas contra la costumbre, adquirida, de establecerse citas en la iglesia costumbre propia de época en que el encierro de las damas ofrecía a los galanes pocas ocasiones de verlas.


En el Sermón de las Cuarenta Horas, dibuja el frenesí de los donostiarras en los días de carnaval, equiparándolo con el furor báquico de los antiguos paganos. Nos habla de las comilonas, la glotonería, las borracheras, de cómo detrás de disfraces y máscaras, se decían pullas, se cantaban sátiras, se gritaban truhanerías y públicamente se practicaban insolencias.


También hace mención el Padre Isla, en sus sermones, a la glotonería y la entrega al placer de comer y beber olvidándose del precepto del ayuno, haciendo referencia, asimismo, al peligro que con ello se corría de contagiarse de actitudes herejes de los vecinos de Francia o de la de los de Inglaterra, en contactos comerciales que con ellos se tenían.


Pero lo que más epidémico y grave se le antojaba, a nuestro personaje, era el vicio de la murmuración, y en el discurso doctrinal predicado en San Vicente, en 1748, advierte con espanto que "en San Sebastián hay sobrada abundancia de caribes, hay abundante cosecha de amazonas, que comen a sus propios hijos y que banquetean con carne humana", y es que murmurar es devorar al prójimo.


El vicio de la murmuración


"Gran lástima es que una ciudad donde real y verdaderamente brillan cien virtudes cristianas, todas se echen a perder con el vicio de la murmuración. Con efecto, estoy bien informado que éste es el vicio dominante en San Sebastián", continua diciendo el Padre Isla, para seguir añadiendo que peor que la murmuración es la conjuración de silencio tramada por quienes la oyen: "los hombres, los hombres son los que más suelen pecar en este género de murmuración taciturna. Alábase a fulano o citano en un corrillo, o en una conversación donde concurren muchos barbados. Es gusto ver los figurones que aparecen de repente. "Y continua éste describiendo las diferentes actitudes que estos toman alrededor de dicho corrillo aparentando indiferencia pero sin perder hilo de la dicha murmuración. Pero, nuestro predicador, cuyo oficio es flagelar los vicios, no dejó de mostrar entre plática y plática, alguna de la virtudes del pueblo donostiarra, destacando su religiosidad: "está reputado por uno de los más juiciosos, de los más modestos,  de los más píos que quizá se hallarán en toda la Cristiandad", asimismo destaca, que sean gran devotos de la Misa : "Pocos pueblos se hallarán en toda la Cristiandad que hagan ventajas y aún quizá que igualen al cuidado y a la exactitud con que en este pueblo se observa este precepto...."

Tuvo también palabras de elogio para el vascuence en el sermón de San Joaquín, predicado en Santa María, en 1748. Consideró en aquella ocasión el vascuence como un donostiarra más, pues quienes oyeron el encomio lo recibieron con familiar regocijo.
Todos estos sermones, discursos doctrinales y la plática se escucharon por parte de sus hijas, en el Convento de Santa Teresa, y por sus fieles en las iglesias de Santa María y de San Vicente. La plática del ajusticiado es de 1747, tres de las oraciones sagradas fueron pronunciadas en 1748, y las seis restantes en 1749.

ESTEBAN DURÁN LEÓN "IZURUN"

De héroes y náufragos



Es innumerable la cantidad de marinos que han orlado su vida azarosa con bellos gestos de heroicidad. Quién no conoce la legendaria figura de José María Zubía "Mari", al cual el 9 de enero de 1866 el mar Cantábrico arrebató la vida en su intento de salvar del naufragio a unos pescadores que luchaban contra la tempestad y la furia del mar.

Nacido en Zumaia en 1809, hijo de pescadores, empezó su vida como pescador. Hacia 1830 se matriculó como marinero en la loca carrera de las Américas. Fueron varios los viajes que realizó, atravesando el Atlántico, ida y vuelta, pero la legendaria fábula de las Indias le defraudó de manera que decidió establecerse en su tierra y es en San Sebastián donde decide hacerlo como patrón de pesca. Se hace propietario de una embarcación y aquí se dedica a su mundo, el de la pesca.

Lleva, sin embargo, Mari, una vocación interna, que no se sabe de donde viene ni a donde puede llegar, y es su vocación por entregarse al auxilio de sus semejantes en trance de naufragio. Tanto es así que a la primera ocasión que se presenta es el primero en pedir permiso al comandante de Marina del puerto donostiarra para realizar un acto heróico.

Así el 13 de julio de 1861, una lancha, con siete tripulantes a bordo, la San José, está a punto de naufragar en medio de un mar embravecido. Las olas zarandeaban la embarcación arrojándola contra los rompientes, y allí apareció Mari, con su lancha y sus tripulantes, desafiando, sin importarle nada, a la tempestad y a la furia del mar, en su desesperado intento de salvar a los náufragos, no consiguiendo salvar más que a tres de los mariñeles, ya que los otros cuatro perecieron, tragados por las embravecidas olas del Cantábrico. Días después se celebró, en el Teatro Principal, una función en beneficio de las familias de los náufragos y en homenaje a Mari y sus compañeros.

Nuevo rescate

Cinco años después, un 9 de enero de 1866, había amanecido mansa y rizada la superficie del mar, invitando a los pescadores a salir tranquilos a faenar sobre sus bonachonas olas, pero tornose de repente en impetuosa tempestad, zarandeando con inusitada violencia todo lo que sobre sus lomos se encontraba, así se divisó de repente entre la bruma un confuso madero que sostenía a cuatro infelices náufragos, mientras avanzaba impelida por el huracán una solitaria embarcación que vagaba a merced de la tempestad.

Al poco de conocerse el hecho, se hizo a la mar el bravo Mari, que acudía, con su tripulación, una vez más al rescate de sus vecinos, sin importarle para nada el estado de la mar ni su propia vida. Pronto se ve en medio de la enfurecida mar, una embarcación y sobre ella en pie la figura de Mari sobre la popa que se hunde una y otra vez en lucha desesperada con las furiosas olas, en el intento de alcanzar a los náufragos, más de repente, sobre la hirviente espuma se descubre la quilla de la embarcación volcada, remos dispersos sobre las olas y entre la confusión, los cuerpos de Mari y sus valientes compañeros luchando por su supervivencia. Y he aquí, que de pronto Mari desaparece en medio de la furiosa tempestad llevándose ese aciago día el prestigio del valiente acompañado de la corona del mártir al fondo del océano.

"Pachicu" el simpático

Pero cabe destacar además y entre tantos beneméritos "joshemaritarras", a Francisco Muñoa, "Pachicu", como le llamaban todos sus amigos, cuyo nombre va siempre unido a justas alabanzas o a encomiásticas frases.

Francisco Muñoa estudió con gran aprovechamiento la carrera de Náutica, y desde muy joven se lanzó a la mar. Visitó todas las rutas marinas del globo. Recorrió los cinco continentes, y su carácter era tan afable y cariñoso, que fue dejando una estela de simpatía y cariño por todos y cada uno de los lugares en los que recaló. Era el origen de este carácter su gran corazón y su ejemplar ser de hombre de bien.

Prueba de las buenas amistades que iba dejando allá por donde pasaba, es el hecho, de que en cierta ocasión, en un puerto de Noruega, donde hacía escala por primera vez el buque que mandaba, tuvo un extraordinario encuentro. Acabadas las faenas de descarga, y a la hora del asueto, saltó, a puerto el bueno de "Pachicu"y se fue a dar una vuelta por el pueblo. Recaló en una "tasca" a refrescar el gaznate. Estaba absolutamente convencido de que en aquel lugar, en aquel remoto rincón del mundo no era conocido por nadie, máxime cuando nunca jamás había recalado en aquel sitio, pero, cual sería su sorpresa, cuando atareado en dar buen fin a una copa de "gin", completamente en solitario y tal vez con recuerdos nostálgicos, al no tener con quien hablar de su querida tierra y de sus viajes, de pronto oyó una recia voz, que chapurreando un mal castellano, le decía: "¿Qué hay de nuevo por aquí? ¡Venga un abrazo "Pachicu"!" Era ni más ni menos que un capitán noruego que Muñoa había conocido en Puerto Rico.

En sus viajes Muñoa adquirió una cultura excepcional; además del español y el vasco, dominaba, con rara corrección, cinco o seis idiomas y hasta chapurreaba dialectos orientales. Era por tanto "Pachicu" un hombre muy instruido. Su vida y sus actos estaban condensados en una máxima divina, fácil de decir, facilísima de consignar, pero muy difícil de practicar para otros que no fueran él :"Ama al prójimo como a ti mismo".

Al cabo de los años, cansado de viajar, obtuvo una plaza de práctico en el puerto de San Sebastián; y en el tiempo que desempeñó este puesto fueron un sinfín las veces que expuso su vida para salvar la de sus semejantes. Entre otros muchos merecen destacarse los siguientes salvamentos por él realizados:

El 7 de octubre de 1880, en compañíade los marineros Manuel Urrutea, Francisco Picavea y Manuel Fernández, salvó la tripulación de una barca noruega desfondada en alta mar.

El 12 de marzo de 1895 participó, con riesgo inminente de su vida, en el salvamento de la barca "Gobby" fondeada en la Zurriola.

El 12 de Agosto de 1897, cuando el pailebot "Colón" iba a encallar en las rocas de Urgull y ya se daban como perdidas embarcación y tripulación, Muñoa, acompañado de un plantel de bravos "arrantzales", salió en la lancha de atoage y consiguió remolcar la nave hasta la bahía.

Reconocimientos varios

En recompensa a estos y otros actos heróicos, Muñoa, fue premiado en cada caso; desde luego que de manera modesta, si se tiene en cuenta el valor de sus heroicidades. En uno de estos salvamentos, S.M. la Reina Doña María Cristina le obsequió con 25 pesetas. Recibió distintas condecoraciones de gobiernos extranjeros y ostentaba asimismo, la Cruz de Beneficencia, en cuyo expediente suscribió una laudatoria de claración Mr. Deroulede.

Su último salvamento fue el 28 de enero de 1900, en que consiguió arrebatar al mar la goleta "Livingstones", de nacionalidad danesa. Fue en esta ocasión cuando el Gobierno español le otorgó la Cruz de Beneficencia y el de Dinamarca le hizo el espléndido regalo de 50 pesetas y una medalla de plata.

Tras una vida cuajada de actos de esta índole, murió "Pachicu", satisfecho y jovial, dejando ejemplo de sus actuaciones en el mundo para honra de Donostia.

He aquí, que hemos recuperado, para memoria de los donostiarras, otro héroe de la mar, al que, aunque nuestra ciudad no ha dedicado ninguna calle ni ha erigido ningún monumento, como lo ha hecho con el maravilloso y arriesgado Mari, no podemos perder en el olvido, y que a pesar de no morir trágicamente, no por ello hemos de olvidar que una y otra vez arriesgó su vida en favor de sus allegados.


ESTEBAN DURÁN LEÓN "IZURUN"

El escudo de San Sebastián


¿Desde cuando tiene San Sebastián su actual escudo? Ignórase la fecha en que se autorizó su uso que, como dice el doctor Camino "representa con energía y propiedad del arte de blasón sus hazañas por mar en servicio de los soberanos de Navarra y Castilla". Es posible que naciera en la época medieval y se puede creer, según el citado autor, "tendría principio este noble escudo de armas desde que se introdujeron las significaciones geroglíficas de nobleza y acciones ilustres, cuya primera regla, a lo menos, según las reglas del sistema actual heráldico, es bastante incierta".

Entre los documentos que se quemaron en el Ayuntamiento donostiarra en 1813 había una certificación del reinado de Carlos II referente al escudo y existiendo otro original en el Real Archivo se pidió una copia del documento que en hojas de brístol con orlas al cromo, pintado y encuadernado, se conserva en nuestro Ayuntamiento. Esta copia costó 250 pesetas. Firma la certificación, con fecha 29 de agosto de 1894, don José de Rújula del Escorial, Martin Crespo y Pessac, Rey de Armas de Alfonso XIII y hace referencia a que en el folio 619 del tomo segundo de minutas de certificaciones de escudos de armas hay una que dice :

"Yo, Juan de Mendoza, cronista y Rey de Armas del Rey Don Carlos, Nuestro Señor, Segundo de este nombre : Certifico y hago entera fe  y crédito a todos los que la presente vieren cómo por los libros de Armerías, Historia, nobiliarios y copias de linajes que están en mi poder y Blasonan de los Reinos, Provincias, Ciudades, Villas, Solares y casas nobles destos Reinos de España y otros de la Europa, parece que observa y pertenecen con Armas de la Ciudad de San Sebastián de la Provincia de Guipúzcoa, un escudo, el campo azul y en él un navío con su Belamen de plata, puesto sobre ondas de agua azul y plata, y en la parte alta superior de este escudo, dos SS y letras de plata. Todo circundado con esta letra: "Por fidelidad, nobleza y lealtad ganadas". Con coronel que comúnmente llaman Corona, sobre el Escudo : todo lo cual es bien expreso jeroglífico del valor con que los ilustres hijos desta ciudad, penetraron en los Mares, se dilataron a Apartadas Regiones y a remotos climas, lograron y consiguieron memorables victorias y señalados progresos marítimos de que tiene tan copiosa materia esta Ciudad, que bastava a constituir estimable qualquiera ilustre República, y se prescinde de la especificación de los numerosos y relevantes motivos de que su escudo de Armas hace representación, no tanto por tener afianzadas bien estas memorias las historias naturales y extranjeras, quanto por no ser el Instituto desta Certificación más de informar el escudo de Armas desta Ciudad, el cual está organizado según y como va copiado, e iluminado en el que está el prinzipio desta certificación, y para que conste ser las Referidas Armas las que tocan y pertenecen a la referida Ciudad de San Sebastián, de la Provincia de Guipúzcoa, y de que puede usar en sus cassas, edifizios, patronatos y todos los demás lugares, sitios y partes de su jurisdicción y en todos los actos y fines públicos honoríficos que le convenga y necesario sea, dí la presente certificación, firmada con mi nombre y sellada con el sello de mis armas, en Madrid a 24 de mayo de 1682".

Uno de los sellos más antiguos que se conservan del Concejo de San Sebastián es el que se puede ver en el Archivo del Ayuntamiento de Pamplona en un documento de siglo XIV. Se trata de una escritura del "Conceio de la villa de San Sebastián" en la que esta Corporación da fe de haber recibido de manos del regidor que envió la ciudad de Pamplona el privilegio que a los mercaderes de Navarra concedió el rey Don Pedro de Castilla otorgándoles determinadas franquicias y lleva la fecha de 10 de enero de la era 1390 (año 1352). Lo otorgan los jurados del Conceio de San Sebastián "Seyendo ayuntados en el Coro de la iglesia de Santa María de dicha villa".

Juan Iturralde que estudió el sello y el documento hace ahora un siglo, dice que al ser Navarra un reino independiente no tenía allí jurisdicción ni poder el rey don Pedro, por lo que  probablemente el monarca quería favorecer el comercio entre los mercaderes navarros y nuestra ciudad, ya que San Sebastián, igual que toda Guipúzcoa desde hacía muchos años formaba parte del Reino de Castilla.

El sello en cuestión es de cera incolora, traslúcida y debido al paso del tiempo está un poco amarillento. El balduque, la cinta que le une al pergamino, es roja. De este documento cuelga también otro sello más pequeño que era el de Domingo de la Maison, oficial.

En el anverso figura una nave con la proa y la popa levantadas, similar a las que pueden verse en códices miniados de la época. Se distingue perfectamente el palo mayor, las vergas escalas, cuerdas, cogida una de estas por el timonel que tiene un remo que seguramente hace las veces de timón. Del bauprés pende un ancla. En la popa hay un castillete con saeteras y almenas y en la parte superior del mismo una banderola en un asta pequeña. Cuatro hombres aparecen en el dibujo, dos en cubierta y dos en una vela y su exergo en el borde del anverso escrito en magnífica letra gótica dice lo siguiente : "Sigillum : Concilli : De : Santo : Sebastiano".

En el reverso del sello figura un castillo que Juan Iturralde estima debe ser reproducción del de la Mota ya que es diferente a los que entonces aparecían en los blasones y monedas. El castillo fortaleza tiene una puerta de arco de medio punto con matacanes, los muros con almenas, dos torreones cilíndricos y la torre central cuadrada, también con almenas. El exergo del reverso también en letra gótica dice : "Intravit : Dominus : Ihesus : in : Castellum".

El otro pequeño sello, el de Domingo de la Maison, representa a un hombre que lleva un gorro o montera en la cabeza, destacando su figura sobre un rosetón similar a los que aparecen en algunas vidrieras catedralicias. La leyenda que rodea  al sello dice : "Sigillum officialat ... e San Sebastián" .

El comercio y el mar han sido durante siglos la dedicación laboral de los donostiarras. La situación geográfica de nuestra ciudad con su puerto y la proximidad a la frontera privilegiaban las relaciones mercantiles de nuestros mayores y cuando el comercio de la lana y la famosa mesta privaban en nuestras relaciones mercantiles, por aquí pasaban o aquí embarcaban parte de los envíos que desde el famoso mercado de Medina del Campo se dirigían a Flandes. No olvidemos que entonces nuestras ovejas merinas tenían fama en toa Europa de dar la mejor lana.

Y junto a este tráfico mercantil por tierra y por mar, parte de nuestros hombres se dedicaban a la pesca. La ballena y algo menos el bacalao dan origen a muchos documentos de la época en los más diversos aspectos de este trabajo de nuestros arrantzales.

Por eso no tiene nada de particular que nuestro Concejo municipal llevase en su sello un barco como símbolo de una parte importante de nuestra vida de trabajo.Y un castillo por ser San Sebastián plaza fuerte. Si hace un momento me refería al sello de nuestro Concejo que se conserva en Pamplona y pertenece al siglo XIV, posterior solamente en unos años a otro que existe en la Biblioteca Nacional de París que da fe de la autenticidad de un documento del año 1297, hay más sellos de épocas más próximas a nuestro tiempo. Los anteriores, tanto el de Pamplona como el de París son muy similares a los que usaban las ciudades marítimas, como los de Santander, Fuenterrabia, Southampton o Dover y desaparecieron con el tiempo siendo sustituidos por otros que no eran colgantes sino de placa. Si examinamos estos posteriores veremos que tienen algunas diferencias con los que les precedieron. Así la nave que en los primitivos no tenía más que un palo, en estos tiene tres y no aparece en el sello ningún marinero ni en la cubierta ni en la verga y no hay fortaleza o castillo ni inscripciones en latín con los cuidados caracteres góticos. Hay dos eses, mayúsculas, iniciales del nombre de nuestro pueblo y en el exergo puede leerse "Por fidelidad, nobleza y lealtad ganadas". La nave de este nuevo sello es parecida a la de los anteriores y tendrán que pasar bastantes años hasta que aparezca una fragata con todas las velas al viento, como las del escudo de la ciudad. Pero ya estamos en el siglo XVIII.

La fragata aparece sobre el agua en plena navegación, con viento de popa, con las velas de los tres palos desplegadas. Así como en los sellos primitivos la nave no daba sensación de movimiento, en estos dijérase que la fragata avanza sobre las olas del mar. En cada uno de los tres palos se ve una bandera blanca con las aspas de la cruz de San Andrés, la famosa cruz de Borgoña que llevaban los tercios españoles del XVI, y en la vela de la gavia mayor aparecen las dos eses mayúsculas.

Joseph Gervais, un francés afincado en San Sebastián que sus ratos de ocio los dedicaba al ciclismo y al que tanto debe este deporte en nuestra ciudad,  a fin de cumplimentar un encargo recibido para grabar el Escudo de Armas de nuestro pueblo pidió al alcalde marqués de Rocaverde en diciembre de 1907 autorización para que se le permitiera estudiar el sello de San Sebastián conservado en el museo municipal así como la documentación que hubiera al respecto. Autorizado, comenzó su investigación y unos días después se dirigió nuevamente al Ayuntamiento preguntando el motivo de la modificación introducida en 1895 que según las reglas heráldicas tenía su importancia.

Se estudiaron los documentos existentes, entre otros la Certificación Real expedida en Madrid el 24 de mayo de 1682, el Real Diploma de 15 de junio de 1699 y la Certificación de de 29 de Agosto de 1894 expedida por el Rey de Armas y Cronista de S.M.C. don José Rújula del Escorial, que he copiado antes, examinándose los sellos concejiles en especial uno anterior a 1813. A Gervais le había extrañado que la nao que aparece en el sello figuraba navegando hacia oriente, mientras que en los sellos y documentos municipales anteriores a 1895 aparecía con la proa hacia occidente. El coronel del escudo antiguo reemplazado por una corona Ducal se debía a que la etiqueta es diferente entre ciudades, villas y lugares.

En el escudo más antiguo que se conserva, el del archivo municipal de Pamplona al que me refería en unos párrafos anteriores, y que se halla unido a un pergamino, es de 1352 y en el anverso se ve una nave de la época con su palo mayor, vergas, escalas y cuerdas y plegadas las velas con una inscripción en latín que dice : "Sigillum conciliu de Santo Sebastiano". En el reverso hay un castillo con esta leyenda : "Intravit Dominus Ihesus in Castelum". Este sello es circular y el navío tiene la popa a la izquierda del que mira.

En el año 1884 el Ayuntamiento donostiarra dio a la Diputación un modelo para que sirviera de decoración en la vidriera del Palacio Provincial y era diferente al modelo del siglo XIV, pues no era circular y la nave ocupa una posición inversa con las velas desplegadas, tiene corona, las letras "S.S." en la parte superior de la nave y la leyenda en castellano dice : "Ganadas por fidelidad, nobleza y lealtad".

El 24 de mayo de 1682 un Rey de Armas dio una certificación sobre este escudo y lo cita el Doctor Camino, según el cual el escudo consiste en una nao o fragata de plata con ondas de mar también plateadas sobre campo azul con su coronel y orlas de oro  matizado encima y la circunferencia por  el rededor de una inscripción que dice : "Por fidelidad, nobleza y lealtad ganadas" y en medio las letras "S.S.". En esta certificación no se dice si van o no plegadas las velas ni la posición del barco. Como esta certificación se ha perdido, la referencia fidedigna es la de Camino.

Hay un escudo del año 1714 en el que la nao navega con las velas desplegadas en dirección opuesta al de 1352 y para embrollar más el tema hay otro sello de 1723 en el que la nave lleva el mismo rumbo que la del escudo primitivo.

¿Qué razones existieron para cambiar el escudo siendo diferente al primitivo el que describe el Rey de Armas en 1682? No se han puesto de acuerdo en esto hombres tan maestros en heráldica e historia como Pedro M. Soraluce, Juan Carlos Guerra, el marqués de Laurencín y la cuestión es un enigma.

Fue José Berruezo quien me dio todos estos datos que he copiado aquí, sin añadir nada por mi parte. El me dijo que no perdiera el tiempo intentando descubrir lo que investigadores de altura no pudieron. Y no volví sobre el tema.

JUAN MARÍA PEÑA IBÁÑEZ.

TÍTULOS HONORÍFICOS DE SAN SEBASTIÁN.02

MERCED DEL TÍTULO DE  MUY NOBLE Y MUY LEAL CIUDAD CIUDAD DE SAN SEBASTIÁN POR FELIPE IV (1662).

DON FELIPE IV de este nombre, por la gracia de Dios, rey de Castilla, etcétera.