Al final de la década de los cuarenta, las aficiones o las modas llevaban a la gente a abandonar los cafés y los grandes bares y se iban a los pequeños establecimientos de bebidas y a las tabernas. Desde un día de abril que se abrió el "Borda Berri" nuevos nombres hubo que añadir a la lista de establecimientos de bebidas. Se habían cerrado el Viena, Toledo, Marina, Iribas, Oriental y se abrieron, hasta noviembre de 1950 el Chistu, el Nuevo Mesón, Paco Bueno, Gu, Acuarium, Aloña, Kox-kak, La viña, Gazpio y en Gros el Recalde, Julián, Felipe, Antonio y Miguelcho, y sólo uno había cerrado por entonces, el Anastasio. La gente prefería las barras de los bares que los divanes de los antiguos cafés.
Según datos que recojo de un Anuario correspondiente a 1950, en San Sebastián había a comienzos del año 299 bares y tabernas. Ninguna otra clase de establecimientos o despachos superaba esa cifra. Había más bares y tabernas que carnicerías, que fruterías, que zapaterías, que consultas de médicos y abogados. Había más establecimientos de bebidas que tiendas de comestibles. En el citado Anuario contamos 299 bares y tabernas y sólo 272 tiendas donde la gente podía surtirse del comestible diario.
La Parte Vieja era donde había más establecimientos de bebidas. En la parte comprendida entre la calle San Juan, Alameda, Igentea y Muelle, con exclusión del Ensanche oriental, había 83 bares, tabernas, bodegones y sidrerías. Si a esta cifra se suman las dieciséis sociedades populares que entonces tenían su sede en la Parte Vieja, la cifra llegaba a 99.
En lo viejo, donde habitaba menos de la décima parte de la población donostiarra, se hallaba la cuarta parte de los establecimientos de bebidas.
En Francia existían dos leyes de 1886 y 1913 por las que se facultaba a los Alcaldes para dictar los decretos en los que se fijarían las distancias mínimas a iglesias y escuelas en las que podían situarse los establecimientos de bebidas. En Madrid hace unos cincuenta años los representantes sindicales de restaurantes económicos y bodegones adoptaron el acuerdo de fijar en 150 metros la distancia mínima que tenían que guardar los establecimientos de ese género que se abriesen en lo sucesivo. Aquí no había nada de eso y así vemos un auténtico cinturón de tabernas cercando a Santa María y San Vicente.
Y para terminar un dato: expendía cada establecimiento de bebidas un promedio diario de 50 litros de vino, algunos como Casa Alcalde más, que era el equivalente a 750 chiquitos.
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