lunes, 11 de marzo de 2019

PROTECCIÓN A LA SIDRA

Los donostiarras de hace dos siglos debían ser hombres tenaces, a los que no asustaban pleitos ni recursos, pues pese a las Reales Provisiones del Consejo de Castilla volvieron a las andadas y así, en 1732, un año después de haber dictaminado el superior organismo sobre la preponderancia del Fuero, detuvieron dos barricas de sidra que un vecino de Hernani quería enviar a Zumaya. El hernaniarra insistió en su derecho de libre circulación por la provincia de la sidra y recurrió ante las Juntas Generales y al Consejo de Castilla, quien por real sobre carta de 27 de octubre de 1732 mandó que se cumpliesen las anteriores Reales Provisiones y que se restituyese a su dueño la sidra retenida, con abono de daños y perjuicios.
San Sebastián no era única en eso de proteger las sidras producidas en su término municipal, pues en muchos pueblos de la provincia había ordenanzas que venían a decir lo mismo. La provincia, en Juntas de 1765, 1766, 1771, 1772, 1774 y 1776, sostuvo y apoyó la libertad que concedía el Fuero para el uso, venta, comercio y extracción de la sidra.
En 1782 el Ayuntamiento de Motrico trató de impedir la venta de una partida de sidra procedente de San Sebastián, y la Diputación ordenó que se remitiere. Insistió Motrico y mandó cerrar dos tabernas de vino chacolí elaborado fuera de su término municipal y la Diputación concedió voz y costa a los cosecheros. Voz y costa son dos palabras que figuran con frecuencia en el texto del Fuero. Voz significa la autorización que la provincia daba a una Corporación o particular para seguir bajo su protección un asunto cerca de las autoridades, y la concesión de costa denota la oferta de sufragarse por la provincia los gastos que en el seguimiento del asunto se hicieran. Voz y costa se otorgaban según explica don Severo Aguirre Miramón, cuando un acto ejecutado en cumplimiento del Fuero era impugnado o atacado ante los poderes públicos.
El Fuero protegía la producción de la provincia y determinaba que "no podía traerse por mar ni por tierra ninguna cantidad de sidras de la cosecha del reino de Francia, ni de ninguna otra parte de fuera de esta provincia, para que en ninguna de sus villas y lugares se envasen, vendan ni consuman, ni para la navegación de Terranova, ni otra ninguna, ni alguna persona la compre hasta tanto que las de las cosechas del cuerpo de esta provincia se gasten y consuman". Así, en 1726 la provincia embargó una cantidad de sidra que Fuenterrabía habia importado de Francia.En cambio, en 1732, ante la escasez de sidra, la provincia autorizó la importación.
También en el Fuero , así como en varias ordenanzas municipales, se prohibía dar al comercio sidra mezclada con agua, "ya que la sidra es por sí sola bebida de poca fuerza y no conviene que se la debilite más con la participación del agua, que además podría fomentar la codicia de cosecheros o fabricantes".
Pero dejémonos de los pleitos y disposiciones que hubo en tiempos pasados y evoquemos, como escribió José María Salaverria, "aquellas tardes de camaradería epicúrea, entre incontables rondas de vasos espumosos", y preparémosnos a degustar la nueva cosecha.

(KOXKAS. 11 de marzo de 1983)

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