Hoy escribimos sobre tabernas, figones y pantagruélicas comidas. Estamos en 1934 y el apetito de los donostiarras, por lo menos de bastantes, era excelente. Prueba de ello es lo que comieron los empleados del Gremio de Carniceros, obsequiados por éste.
Fue en noviembre y se les quería premiar porque durante la huelga revolucionaria de octubre habían asegurado con su actividad el suministro a la población y a los hospitales.
Eran treinta y seis jóvenes " de contextura atlética y estómago como simas". Comieron "sólo" esto: Entremeses, sopa de pan, sopa de gallina, plato frío, fritos variados, angulas, perdiz en salsa, pollo asado con ensalada, fruta, queso y pasteles. Después hubo café, copas y cigarros.
El periódico "El Pueblo Vasco" que daba la noticia decía que todos los comensales quedaron satisfechos. Todos menos uno, quien dijo confidencialmente a la criada: "Ponme un "changui" con bastante jamón, mantequilla y así, porque tengo que ir a Pasajes. Es para el camino".
Vayamos, mientras hacemos la digestión, a una taberna que se inauguró aquellos días de noviembre de hace sesenta años. Y se anunciaba en forma de arenga homérica, así: "¡Ciudadanos! ya es hora de abilcar los prejuicios y las diferencias habidas por mezquinas ambiciones ciudadanas entre nosotros los mortales. Para conseguir lo expuesto bastará reintegrarnos a nuestras costumbres pacíficas y dedicar todos los ratos de ocio a nuestras clásicas alegrías españolistas y proporcionadas por nuestro gesto, nuestros vinos finos y olorosos y el paladar masculino y femenino que fue símbolo vigoroso de nuestra raza".
Este texto era la primera parte del anuncio de la taberna que quería ser "nido de reconciliación, lugar de placeres para las fauces y jol de la gloria". El tasquero autor del anuncio a la entrada del ingurgitorio puso este cartel : "Por razones de higiene se prohíbe hablar de política"
Y para terminar, lean ustedes lo que decían las Ordenanzas de la Villa de 1489, artículos 61 y 124: "Ordenamos y mandamos, que si alguno maliciosamente tirase a otro por los cabellos que pague la multa de 100 maravedises y que sea puesto en la cárcel y esté en ella 8 días. Y que si le tirase por la barba pague multa doble". "Ordenamos y mandamos que si hubiese fuego en alguna casa de la Villa, que los que tienen vinos y sidras estén obligados a darlos para apagar el fuego. Y que el Ayuntamiento está obligado a pagar al dueño de dicho vino y sidra lo que de ellos se hubiere gastado en apagar el fuego"
(KOXKAS. R,M, El Diario Vasco. 2 de Noviembre de 1994)
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