"Somos muchos los que en punto a pescados preferimos los que no tienen espinas - la angula, el chipirón, la langosta y el langostino - y de los que la tienen, el salmón y la sardina.
¿Porqué estos dos extremos; es decir, lo fino y lo basto? Nunca me he entretenido en averiguarlo. Solo sé que coincidimos y que, lo repito, los que proclamamos la supremacía del pescado sin espinas, solo admitimos fuera de estos, la sardina y el salmón.
La angula de la Isla, en Bilbao; la angula de Aguinaga, en San Sebastián. Por supuesto que en estas denominaciones entra toda la angula que se pesca desde más allá de San Antón hasta la Salve, en Bilbao; y desde cerca de Usurbil hasta Orio, aqui en Guipúzcoa.
Porque si toda la angula que se vende en Bilbao como de la Isla, fuera de la Isla, y toda la que se vende en San Sebastián como de Aguinaga, fuese de Aguinaga, habría que convenir que en ambos puntos todo el monte es orégano, esto es, todo el agua angulas.
El codiciado pescado, no obstante su abundancia en determinadas épocas, es apenas conocido en muy pocas regiones de España.
En Asturias hasta hace no muchos años era despreciado por los pescadores de aquella costa, y si no fuese porque tal vez se me exigirían pruebas, afirmaría rotundamente que el secreto de pescarlas y sobre todo el de exportarlas le importó a aquel país un veterano militar que hoy pasa los últimos días de su vida en Zarauz.
En el banquete celebrado en Bilbao recientemente en obsequio de los industriales que acudieron al meeting de protesta, figuraba la indispensable angula de la Isla. Para muchos catalanes el plato tenía los encantos de lo desconocido. Y no hay para qué decir que con lo mirados y cumplidos que ellos son, trataron de hacer los honores al típico plato del país, cargando la mano al servirse.
Estaban las angulas tentadoras. Blanquísimas, sueltas, relucientes, fosforescentes como Moret y tan frescas y bien puestas, que "se escurrían del tenedor al levantarlas del plato", condición indispensable, según los bilbaínos, para que la angula sea buena.
En honor a la verdad hay que declarar que a los catalanes no les satisfizo mayormente nuestro plato favorito. Lo celebraron, eso sí, por cortesía; pero si puede decirse que el elogio no salió más que de dientes afuera, también puede decirse que la angula no les pasó de dientes adentro.
Hay que reconocer la superioridad de la angula bilbaina. Es más blanca, más tiesa, más robusta; pero hay que reconocer también que tenemos a nuestro favor una circunstancia estimabilísima : la abundancia.
En Bilbao se paga a veces la libra a cinco duros; pero el precio no suele bajar nunca de cinco pesetas.
Aquí, la de Aguinaga, se ha pagado el día de Nochebuena a siete reales libra.
El atún ha usurpado un nombre a la angula.Si por lo bonito de la pesca se le llama bonito, habría que llamar bonita a la blanquísima y pura angula que cubre la blancura de su cuerpo con el negro del cieno de la ría.
Las orillas del Oria ofrecen estas noches un aspecto fantástico al que viaje por la carretera de la costa.
La angula se pesca con luz, y como me decía un viejo pescador, no hace aún muchas noches, siempre se saca algo. Hay noches que en pocos minutos que se esté en la orilla de la ría se saca un quintal de angula, y noches que estando seis horas se saca un reuma que le deja a uno tronzado. -- Aemece.
(FUENTE : LA VOZ DE GUIPÚZCOA. Diario Republicano. 28 de Diciembre de 1893. pág.01)
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