Año viejo ¡ Qué pronto se dice y cuanto se encierra bajo esas dos palabras! Corta extensión pero largo contenido.
Ha pasado un año más, el avaro habrá amontonado riquezas, el mundano habrá acoplado placeres, y el ciudadano honrado y cristiano habrá atesorado virtudes y apilado méritos.
Las riquezas la polilla las corroe y el ladrón se las lleva, los placeres corroen el alma y como ladrones roban la salud del cuerpo y la vitalidad del espíritu, la virtud es tónico del cuerpo y galanura del alma son los méritos.
El año ha pasado. Ese vertiginoso vehículo que se llama tiempo ha pasado delante de la humanidad arrastrando a la otra vida lo que cada uno en él ha depositado.
Cuando nos arrastre también a nosotros allí encontraremos lo que en él hayamos acumulado, ira encontrarán allí los que atesoraron ira y encontrarán misericordia los que misericordia atesoraron.
Pasa el tiempo y con él todas las cosas mordidas por el diente feroz de ese implacable enemigo de las realidades mudables.
¡Cuántas ilusiones desvanecidas, cuántos proyectos de grandeza humana deshechos, cuántas vidas segadas en flor, cuántos tronos derrumbados!
Ha terminado la guerra, que vertió durante el año que acaba de morir torrenteras de sangre generosa, destruyó populosas ciudades y arrasó gigantescos imperios. Ha pasado un año más, dejando envuelto en densa penumbra el porvenir que parece percibirse como inquietante amenaza. Malo fue el pasado y el Señor nos tenga de su mano en el año que hoy comienza, por cierto bajo augurios nada felices ya que en todas partes se nota bullir de pasiones y alarma de inquietudes involucionarias.
Malo o bueno también pasará el año que hoy comienza, sólo Dios no pasa. Sólo El contempla inmutables desde el elevado pináculo de su eternidad el trasiego de las generaciones y el rodar y desgastarse de los mundos.
El ve la lucha de los hombres, contempla sus odios y sus prevaricaciones, para castigarlas; pero sin apresurarse, sino tomándose tiempo como quien tiene por suya la eternidad entera.
El ve también los sacrificios y las virtudes de sus seguidores, indiferente a veces a nuestro parecer; pero en realidad siempre atento a ellas, para que ni la más mínima quede sin recompensa apretada y colmada.
¡Qué pobres debemos parecerle a Dios en nuestra ruindad!¡Qué miserables en nuestras prevaricaciones! Pero como nos ama tanto ¡ qué agradables en nuestros sacrificios y buenas obras!
Él que es Señor del tiempo y que nos otorga el señalado bien de ver un año más, colmenos en sus gracias y véanos adornados en sus virtudes.
No olvidemos que todo pasa en el mundo, la grandeza humana es flor de un día, luz que se apaga, la sabiduría de los hombres y su grandeza como el día que pasó del que no queda memoria. Dios sólo es grande, Dios sólo es sabio y poderoso y Él solo no pasa porque sólo Él es eterno.
Vivamos desde el primer día de éste año como quisiéramos haber vivido el último, y no olvidemos los tan asendereados como hermosos versos de Ayala:
Un año más en la virtud pasado
Un paso es más que te aproxima al cielo.
("LA CONSTANCIA" (Diario Integro-fuerista). Miércoles 1º de Enero de 1919. Número 6908)
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