XVII Franceses del siglo XIX
Dando un salto de los antiguos a los modernos tiempos, ¿cómo no recordar aquella pléyade de artesanos y de profesionales de la región del Suroeste de Francia, y quizá también de otras de sus regiones, que acudieron a nuestra ciudad con motivo de su reconstrucción y de su ensanche del siglo XIX, muchos de cuyos apellidos y fisonomías per- duran aún en nuestra ciudad y en nuestra memoria, respectivamente, y algunos de cuyos linajes siguen vigentes en nuestra sociedad donos- tiarra actual? Muchos de ellos implantaron en nuestra ciudad industrias y comercios, algunos de los cuales eran a la sazón una novedad entre nosotros. Ducasse fue el primero y mejor de nuestros jardineros; Comet aclimató entre nosotros la bicicleta; Deslandes instaló una tintorería; Durant, una joyería; Girod, una relojería; Machefert, una charcutería; Capdevielle fue mercero; Sabadie, calderero; Guibert, linternero; Labourdette, maestro de armas; Broutin hizo al Museo el regalo inestimable de su armería; Gros dio su nombre al barrio contiguo al ya citado de Joffre o del Chofre; Dupouy y Estrade fueron hoteleros; Galán, encua- drador, y el primero que hizo exposiciones de pintura en sus escaparates de la Avenida; Tardan, Laborde y Mignon, fígaros; Pozzy, nos trajo la cerveza; Abonz, Lalanne y Almeyda instalaron sendas y lujosas tiendas de coloniales; y así por el estilo, los Vic, los Lerenboure y los Harriet; los Guibert y los Garat; los Paulet, los Delaunet, los Cantonnet; los Cazenave y los Maisonave; los Fréderic y los Ducloux; los Grasset y los Carde; Carpenter, el litógrafo artista; los Garnier, los Fournier y los Marmiesse; Louit, el chocolatero; los Bareilles, los Ambielle y los Sevigné; los Besné; los Laffitte y los Esterle; los Millet, los Raou y los Richard; los Brocheton, los Queheille, los Lataillade... tantos y tantos más... San Sebastián, siempre ha tenido mucha vinculación con los franceses, como lo demuestra el número de topónimos franceses que hay en San Sebastián, según se puede ver en este trabajo. Hoy es un Barrio muy poblado, sobre todo desde que al hacerse el encauzamiento del Urumea, el ensanchamiento del Puente de Santa Catalina condenó el ojo del Puente del extremo Este, para construir la Plaza de Vasconia y el ensanche del Paseo de Francia, el Paseo de Ramón María de Lilí, la Avenida del Generalísimo, el Kursaal y el Puente, mal llamado del Kursaal, porque su verđadero nombre es, según acuerdo incumplido del Ayuntamiento, Puente de la Zurriola, debiendo indicarse con ese nombre en una placa que recuerde este nombre tan sonado en San Sebastián. Hoy el Barrio de Gros tiene un empaque más de Distrito que de Barrio.
La construcción del Puente de María Cristina era una necesidad, pues dado el crecimiento de la ciudad y particularmente de la zona Avenida-San Martín-Amara, no bastaba un único puente de madera para peatones y otro único para vehículos como era el de Santa Catalina y la comunicación de las Estaciones de los Ferrocarriles Vascongados y el Norte lo exigían y el Ayuntamiento se decidió a la construcción del nuevo Puente de María Cristina, contando con que la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal ayudaría concediéndole un crédito por la importancia del coste que supondría. Efectivamente, la Caja de Ahorros, que desde que empezó a funcionar en marzo de 1879, con la garantía del Ayuntamiento que le dotó con la cantidad inicial de 50.000 pesetas, y la confianza con que el público la acogió había llegado en el balance de la Caja cerrado el 31 de diciembre de 1900, figuraban abiertas 8.008 libretas con un saldo de 7.071.032,07 pesetas y los préstamos vigentes otorgados por el Monte de Piedad ascendían a 137.120,— pesetas, al serle planteado por su Presidente nato el Alcalde de San Sebastián, no dudó un momento en acceder al deseo del Ayuntamiento a que le prestase su colaboración y lo hizo con una esplendidez, que constituye un regalo, como es la concesión de un crédito de 700.000,- pesetas, por un plazo de 100 años, sin interés. Esta colaboración de la Cаja de Ahorros en iniciativas de interés local con el Ayuntamiento es una de las primeras y más características operaciones, que en el curso de los años viene realizándose por la Institución, con fines eminentemente sociales y benéficos. El Puente de María Cristina fue inaugurado el 20 de enero de 1905, con toda solemnidad y remozado con obras de reparación de las muchas injurias de los temporales que soporta, reparaciones practicadas con ocasión de las fiestas del Centenario del derribo de las murallas.
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