lunes, 27 de marzo de 2023

5.- EL URUMEA Y SUS NAVÍOS

5.-EL URUMEA Y SUS NAVÍOS

Queda más por decir de nuestro río en esta Edad Media en que nos encontramos. Algo que fácilmente se graba en la memoria y en la imaginación.

Conoceréis con detalle o en líneas generales lo que fue el desastre de la Armada Invencible, aquel intento de invasión de Inglaterra por Felipe II con fines no sólo religiosos. Cómo entonces una flota nunca igualada en poderío fue aniquilada por el mar embravecido. Y la contestación lapidaria del Rey, cuando le enteraron del fracaso: «Mandé mi Armada a luchar contra los hombres, no contra los elementos»>.

Pero quizá lo que no os hayan dicho esos libros es que de los once grandes navíos de aquella Armada, ocho eran de San Sebastián. Sert perpetúa estos trabajos marineros en uno de sus lienzos del Museo de San Telmo.

Y como San Sebastián, y en ella los arenales de nuestro Urumea, se habían distinguido en la construcción de navíos durante siglos, ahí se unen nuestra Ciudad, sus marismas y su ría con una empresa que, de no haber fracasado, podía haber modificado la marcha de la Historia.

San Sebastián consiguió su mayor y mejor fama entre los años 1200 a 1700 por su arte en la construcción de navíos. Le venían encargos de toda España y de Europa. En las batallas marinas más importantes sostenidas entre aragoneses, ingleses, castellanos, cristianos y moros intervinieron bajeles donostiarras.

Cerca del Cubo llamado Ingente -al que podemos situar en lugar próximo a la calle Igentea, a la que da el nombre-, se construyó también en 1615 un gran navío, botado en presencia del rey Felipe III y de su hija, la princesa Ana.

Y más tarde, en 1657, los astilleros del Urumea construyeron otro barco, tan magnífico, que tuvo el honor de ser escogido como Real Capitana de la Armada.

Los astilleros de Bilbao pueden darnos una idea de cómo era entonces el Urumea. Algo parecido era el arenal del Urumea, mucho más extenso que lo que ahora es. Igual entablado de fábricas, golpear de martillos y actividad incesante.

Porque toda una industria naviera se daba cita en el Urumea. Herramientas y herrajes, clavos, telas y lienzos y unas anclas orgullo de San Sebastián, cuya calidad nadie aventajó. Una Cédula de 1534 elogia sin reservas esta vida laboriosa del Urumea. A la que se le unía también la de maromas, remos y talleres de jarcia.

El Urumea tuvo, pues, hace siglos, una actividad prolífera, que elevó a gran altura el prestigio y el nombre de San Sebastián. No era sólo el río corconero y pobre que hoy contemplamos. La población se beneficiaba de él, y los reyes concedieron a San Sebastián favores especiales por su brava y trascendental colaboración en los sucesos de aquellos reinados.

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