lunes, 27 de febrero de 2012

UN NUEVO CAFÉ

CAMBIAN con el paso de los años las costumbres, los gustos y ayer, en un ayer no tan lejano, se reduce la afición a asistir y reunirse en los cafés y si antaño proliferaban en las ciudades, hoy apenas si quedan y son un recuerdo para la gente, mucha de la cual pasó en ellos unas horas inolvidables. ¡Aquellas tertulias que nos describieron con su prosa inigualable Ramón Gómez de la Serna, Mariano de Cavia, César González Ruano, y aquí en San Sebastián Antonio Peña y Goñi, Dionisio de Azcue, Francisco López Alén....!

En San Sebastián también proliferaron los cafés. El más antiguo del que tenemos noticia fue el llamado de la Facunda, que existió en el recinto del Cubo Imperial, donde se reunían los vecinos de entonces, los Ostolaza, Santesteban, Mutiozabal, Echagüe, Lascurain, Alcain, Zuazúa .... Más tarde el café más concurrido era el de Andre Luchi de Leclerq, "señora respetable que llamó la atención por su belleza". Otro café de aquellos días, frente al muelle, era el de Latierro, más conocido por el nombre de Perikoenea. En la calle Mayor, esquina a la de Embeltrán estuvo el primer café llamado de la Marina y su propietario, Vicente Ortiz, lo trasladó años después a la calle Esterlines, que adquirió gran renombre por los helados que vendía en los días del Corpus Christi y de la Virgen de Agosto. En este café tenían su tertulia literaria intelectuales de aquella época como Baroja, Santesteban, Jamar, Bilinch, Echagüe, Arruti, etcétera.

Cafés de entonces eran el de la Escala, el de Aristizabal, el del Comercio, cuando San Sebastián todavía tenía el Hornabeque y la Puerta de Tierra y los cabos y baluartes. Luego vinieron otros, siendo el más importante por sus instalaciones y su señorío el café de la Marina, en el Boulevard, esquina a la calle Garibay, el Oriental, también en el Boulevard pero en la acera de enfrente, entre San Jerónimo y Narrica, y años más tarde el café del Rhin, en la Avenida esquina a Vergara, el Guría, el Madrid, el Raga .....

En 1905 se inauguró el café del Norte, en la casa de Ayani, en el Boulevard, de Eustaquio Irureta, en el que abundaban los espejos o reflectores dispuestos de manera que recogían la luz de los focos eléctricos con objeto de triplicar la claridad del local. La ornamentación del nuevo café la dirigió el arquitecto don Luis Elizalde. Dos artistas que honraban a su pueblo, Alejandrino Irureta y Pepe Salís, pintaron en sus paredes lindísimos cuadros, corriendo a cargo de Julio Gargallo la parte decorativa.El mobiliario, la vajilla, el alumbrado .... era digno de los mejores establecimientos de aquella época.

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