Hacía años que no se registraba un temporal de agua y viento, con un
mar embravecido, como el que vivieron los donostíarras desde la
madrugada del sábado 20 al mediodía del lunes 22 de dicíembre de 1884.
La descripción que de aquélla furia del viento y el mar hizo el
periódico Diario de San Sebastián pone los pelos dé punta. Nada tiene
de partícular que el vecindario estuviese alarmado.
El sábado a
la mañana arribó con un mar enfurecido la corbeta Concepción de Bílbao,
viéndose en tan grave peligro que salio el salvavidas Guipúzcoa
escoltando a un atoage a amarrar la embarcación y llevar la tripulación
a tierra, pues el naufragio se consideraba inminente. La corbeta fue
garreando sobre anclas hasta llegar a situarse frente al peñón del
Antiguo, a pesar de lo fuertemente amarrada que había quedado.Pasaban
las horas y la Concepción seguía garreando de tal modo que todos creían
que iria a naufragar hacia el murallon denominado El Fraile.
El muelle y el paseo de La Concha se llenaron de curiosos, pese a la
lluvia.Como el huracán iba adquiriendo cada vez mayor fuerza, zarparon
de la bahía, contra viento y marea para Pasajes una docena de vapores
de pesca. «Nunca se divisará otro espectáculo más grandioso y terrible
a la vez, que aquel que presenciamos desde el Castillo de la Mota
algunos pocos curiosos" escribió Diario de San Sebastián, «La lucha de
los vapores contra el desencadenado mar fue sublime y terrible, sobre
todo a la salida del canal de Santa Clara y frente a la barra del
Urumea. Los vapores desaparecían por momentos, como sepultados bajo
inmensos montes de agua, y al volver sobre la cima, pegaban tales botes
que se asemejaban a pelotas de goma, Por fin, llegaron todo con
felicidad a Pasajes, después de la atrevida y temeraria hazaña
acometida por nuestros modestos cuan heroicos marineros».
En la bahía quedó el Maria Milagros cón la tripulación a bordo. El
tiempo seguía empeorando, las olas barrían La Concha y los muelles; el
vapor pedía auxilio siendo imposible socorrerle. Chimeneas y tejas
volando por los áires. Sobre las 4 de la tarde el tiempo se calmó algo,
comenzando a diluviar. En la madrugada del lunes los faros y truenos
alarmaron a la gente, registrándose a las 6 un trueno que causó
verdadero terror y que hizo temblar las casas de la Parte Vieja. Los
relojes eléctricos se pararon. Un rayo cayó en el Castillo.Luego se
calmó álgo el mar y el María Milagros pudo zarpar a Pasajes.
De aquellas jornadas conservaron memoria durante años los donostiarras, .
(D.V. - KOXKAS - 22 de DICIEMBRE de 1994 - R.M.)
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jueves, 24 de enero de 2019
KOXKAS DONOSTIARRAS : TEMPORAL EN EL CANTÁBRICO
Fue aquel un temporal, uno más, de los que el Cantábrico suele registrar cada año, con todas sus consecuencias de destrozos, naufragios y a veces víctimas mortales.
Al que voy a referirme se inició en la noche del viernes al sábado, 23-24 de noviembre de 1928. El vendaval fue en aumento y en plena noche sorprendió al pesquero 'Irurak-Bat', de matrícula de San Sebastián que rompió amarras y fue arrastrado por las olas mar adentro. Los tripulantes, menos dos, consiguieron abandonar el barco que por fin fue arrastrado hacia el Club Náutico desde el que se tiraron unas cuerdas y los dos tripulantes que se hallaban a bordo consiguieron salvarse. El barco fue a estrellarse a la playa de La Concha, quedando partido en dos mitades.
El temporal causó algunos destrozos, princípalmente en los tejados. El embarcadero del Náutico fue destrozado. La entrada en el puerto de los pesqueros que llegaban de arribada forzosa se hacia con grandes dificultades. La motora salvavidas de la Sociedad de Salvamentos les prestaba ayuda. Dos pesqueros, zarandeados por las olas, corrieron peligro de abordarse, pero fueron auxiliados por la lancha.
El agua hizo destrozos en el muelle, en la parte de Cai-Arriba, donde el muro del malecón exterior, resquebrajado por los empujes del agua, se agrietó y cedió, derrumbándose. Las aguas, libre el camino que les ofrecía el muro derribado, comenzaron a adentrarse cada vez más, llevando objetos que no habían sído retirados. Las aguas saltaban por la escalinata que subía al Paseo Nuevo, destrozando la caseta de Obras Públicas que había allí. Tuvieron que ser desalojadas aquellas casas. Algunos talleres quedaron destrozados.
El barco de la casá Sota y Aznar, de 2.700 toneladas, el 'Arnabal-Mendi', navegaba de Bilbao a Pasajes y al no poder entrar en este puerto regresó a Bilbao, pero era tal la fuerza del viento y el estado del mar, que fue arrastrado hacia el cabo Machichaco. Se le rompieron algunas palas de la hélice, quedando el barco sin gobierno, yendo a parar a la deriva a la costa francesa, embarrancado en las rocas próximas a San Juan de Luz. El SOS lanzado por su capitán Venancio Goitia, fue recogido y los 28 hombres de la tripulación, entre ellos un muchacho de 15 años, fueron salvados por el pesquero 'San Pedro', de Pasajes. Se lanzaron cabos de arrastre, pero era imposible remolcar al 'Arnabal-Mendi', que fue contra las rocas, detrozándose.
El temporal siguió dos días más, sin que se registraran desgracias personales.
(D.V -KOXKAS - 23 Noviembre 1996 -R.M.)
Al que voy a referirme se inició en la noche del viernes al sábado, 23-24 de noviembre de 1928. El vendaval fue en aumento y en plena noche sorprendió al pesquero 'Irurak-Bat', de matrícula de San Sebastián que rompió amarras y fue arrastrado por las olas mar adentro. Los tripulantes, menos dos, consiguieron abandonar el barco que por fin fue arrastrado hacia el Club Náutico desde el que se tiraron unas cuerdas y los dos tripulantes que se hallaban a bordo consiguieron salvarse. El barco fue a estrellarse a la playa de La Concha, quedando partido en dos mitades.
El temporal causó algunos destrozos, princípalmente en los tejados. El embarcadero del Náutico fue destrozado. La entrada en el puerto de los pesqueros que llegaban de arribada forzosa se hacia con grandes dificultades. La motora salvavidas de la Sociedad de Salvamentos les prestaba ayuda. Dos pesqueros, zarandeados por las olas, corrieron peligro de abordarse, pero fueron auxiliados por la lancha.
El agua hizo destrozos en el muelle, en la parte de Cai-Arriba, donde el muro del malecón exterior, resquebrajado por los empujes del agua, se agrietó y cedió, derrumbándose. Las aguas, libre el camino que les ofrecía el muro derribado, comenzaron a adentrarse cada vez más, llevando objetos que no habían sído retirados. Las aguas saltaban por la escalinata que subía al Paseo Nuevo, destrozando la caseta de Obras Públicas que había allí. Tuvieron que ser desalojadas aquellas casas. Algunos talleres quedaron destrozados.
El barco de la casá Sota y Aznar, de 2.700 toneladas, el 'Arnabal-Mendi', navegaba de Bilbao a Pasajes y al no poder entrar en este puerto regresó a Bilbao, pero era tal la fuerza del viento y el estado del mar, que fue arrastrado hacia el cabo Machichaco. Se le rompieron algunas palas de la hélice, quedando el barco sin gobierno, yendo a parar a la deriva a la costa francesa, embarrancado en las rocas próximas a San Juan de Luz. El SOS lanzado por su capitán Venancio Goitia, fue recogido y los 28 hombres de la tripulación, entre ellos un muchacho de 15 años, fueron salvados por el pesquero 'San Pedro', de Pasajes. Se lanzaron cabos de arrastre, pero era imposible remolcar al 'Arnabal-Mendi', que fue contra las rocas, detrozándose.
El temporal siguió dos días más, sin que se registraran desgracias personales.
(D.V -KOXKAS - 23 Noviembre 1996 -R.M.)
KOXKAS DONOSTIARRAS : EL TEMPORAL
LOS
veraneantes que venían a San Sebastián el
siglo pasado buscaban la brisa del Cantábrico, el
sol suave que no achicharraba como el de la paramera castellana
en los meses del estío, los baños en La Concha
y junto a esto, fiestas, toros, verbenas, regatas, el Casino,
etcétera. Lo que no querían era lluvia, sobre
todo la lluvia persistente que caia cuando había
temporal. Cuando esto sucedía, se ponían de
malhumor y los periodistas enviados por los periódicos
de Madrid para contar lo que sucedía en la Corte
veraniega de España, protestaban. A uno de ellos,
Enrique Sepúlveda, le cogio un gran temporal de agua
y viento en el verano de 1897, y todo su mal humor y su
disgusto lo reflejó en una crónica, escrita
no con tinta sino con hiel.
«Como quien riega con manga de ancha boca -escribía - así descargan las nubes donostiarras chubasco tras chubasco, encharcándolo todo y levantando del mar y de la tierra un espeso vapor de agua, una niebla espesa y pegajosa, que en detenninados momentos obscurece la claridad de la mañana, hasta el tono opaco del crepúsculo vespertino, y que al anochecer hace casi invisible las llamas amarillentas y temblonas del gas del alumbrado público.
¡Qué aburrimiento y qué humedad! ¡Qué humedad sobre todo! ¿Recordáis nada parecido? Mojadas las ropas de la cama, las servilletas y los manteles de la mesa; caladas las cestas (coches de caballos que precedieron a los taxis), a pesar de su toldo y cortinas impermeables; convertido en lago el Boulevard, enfangada la Zurriola, flotantes las sillas y las mesas exteriores de los cafés, soplando recio el viento, salpicando las olas a los contados curiosos que se acercan a los murallones para ver subir la marea, respirando y pisando agua en todas partes y a todas horas».
Todos los veraneantes se aburrían agotando el repertorio de los bostezos, nadie estaba en la playa, nadie se bañaba; no había música en el Boulevard, ni paseo en La Concha, ni gente en ninguna parte. Los que tenían casa propia, menos mal, pero los hacinados en casas de huéspedes adquirían los días de temporales y diluvios carácter de víctimas, «pues da compasión pensar lo insoportable que se les hará el tiempo sepultados y tabicados en el raquítico habitáculo que les sirve de alcoba,de cuarto y de tocador.
Al cabo de 48 horas, ya no llueve, diluvia. El aire convierte a la lluvia en un inmenso látigo de incontables puntas. El mar suena con fuerza y las olas se rompen con estallido de bólido. El cielo está negro; las brumas, impenetrables. ¡Que delicia!».
(D.V. - KOXKAS - R.M.)
«Como quien riega con manga de ancha boca -escribía - así descargan las nubes donostiarras chubasco tras chubasco, encharcándolo todo y levantando del mar y de la tierra un espeso vapor de agua, una niebla espesa y pegajosa, que en detenninados momentos obscurece la claridad de la mañana, hasta el tono opaco del crepúsculo vespertino, y que al anochecer hace casi invisible las llamas amarillentas y temblonas del gas del alumbrado público.
¡Qué aburrimiento y qué humedad! ¡Qué humedad sobre todo! ¿Recordáis nada parecido? Mojadas las ropas de la cama, las servilletas y los manteles de la mesa; caladas las cestas (coches de caballos que precedieron a los taxis), a pesar de su toldo y cortinas impermeables; convertido en lago el Boulevard, enfangada la Zurriola, flotantes las sillas y las mesas exteriores de los cafés, soplando recio el viento, salpicando las olas a los contados curiosos que se acercan a los murallones para ver subir la marea, respirando y pisando agua en todas partes y a todas horas».
Todos los veraneantes se aburrían agotando el repertorio de los bostezos, nadie estaba en la playa, nadie se bañaba; no había música en el Boulevard, ni paseo en La Concha, ni gente en ninguna parte. Los que tenían casa propia, menos mal, pero los hacinados en casas de huéspedes adquirían los días de temporales y diluvios carácter de víctimas, «pues da compasión pensar lo insoportable que se les hará el tiempo sepultados y tabicados en el raquítico habitáculo que les sirve de alcoba,de cuarto y de tocador.
Al cabo de 48 horas, ya no llueve, diluvia. El aire convierte a la lluvia en un inmenso látigo de incontables puntas. El mar suena con fuerza y las olas se rompen con estallido de bólido. El cielo está negro; las brumas, impenetrables. ¡Que delicia!».
(D.V. - KOXKAS - R.M.)
LA TAMBORRADA INFANTIL
Tal vez la tamborrada más emotiva sea la infantil, la que el día de San Sebastián al filo de las doce del mediodía, mientras la música entrañable para todos los donostiarras, la que con prodigalidad e inspiración escribió el maestro Sarriegui llena los aires arropada por cientos y cientos de apuestos tamborreros que golpean incansables barriles y tambores, desfila con aire marcial, cumpliendo un rito que iniciaron sus mayores hace siglo y medio. La Tamborrada infantil nació en 1927, ignoro de quién fue la idea pero habiendo nacido en la Sociedad Euskal Billera hay que pensar que tal vez fuese de Mauricio Echaniz, el inolvidable "Papá Mauri", promotor de tantas iniciativas que luego impulsaba con su trabajo personal y que siempre se hallaba presto lo mismo a salir de "tambor mayor" que a hacer de Don Tancredo en aquellas casi olvidadas becerradas benéficas.
Aquella primera Tamborrada fue bien modesta, máxime si la comparamos con las actuales, pero fue la semilla sembrada con ilusión que al cabo de los años fructificó en la espléndida de nuestros días. Javier María Sada, puntual y meticuloso cronista de tantas cosas del San Sebastián de ayer, recoge los nombres de aquellos primeros tamborreros de 1927. Actuó de tambor mayor Alfredo Taberna que "desempeñó a las mil maravillas el cargo" y como heraldos a caballo figuraban Paquito Echaniz, José Luis Olaizola y José Luis Zuzuarregui. Los gastadores fueron Martín Isasa, Francisco Aldazabal, Sotero Echenique, José Manterola, Toribio Villanueva, José María Gutiérrez, José Fernández y Fernando Zubia, mandados por el cabo Olegario Garín.
Los barriles fueron Luis Lucas, Antonio García, José Velasco, Carmelo Moreda, Atanasio Bienzobas, Cándido Areta, Federico Revestido, Manuel Crespillo y Jesús Saez. Tamborreros fueron Antonio Gastón, Emilio Antúnez, Alfonso García, Martín Gurruchaga, Gregorio Murua, Feliciano Ariz, Joaquin Romero, Antonio Beltrán, Juan José Montoya, Enrique Sánchez, José Ramos Aguirrebadaicoa, Juan Izaguirre, Eduardo Olave, Juan Sáez, Juan Rivero, Luis Ramos, Feliciano Echeverría, Antonio Iztueta, Celedonio Mezquita, Francisco Cuenca, José María Iturrino y Vicente Gurruchaga.
La Tamborrada, tras recorrer diversas calles, dio un concierto en el Boulevard y otro en la Plaza de la Constitución. Y siguió saliendo todos los años de Euskal Billera, organizada, patrocinada y creo que hasta costeada por la veterana sociedad. Hasta que en 1960, siendo teniente de Alcalde don Pedro Arana, se amplía la Tamborrada y en ella participan compañías de la casi totalidad de colegios y escuelas que hay en San Sebastián. Como compañía veterana desfila la primera la de Euskal Billera y detrás las de los colegios, comenzando por los chicos de los Marianistas por ser el más antiguo de San Sebastián.
La Tamborrada ha ido a más y cada año se suman nuevos colegios con nutridos participantes que no bajan los últimos años de cinco mil. Y ese mundo infantil lleva vistosos uniformes reproducidos con fidelidad de los que húsares, granaderos, hulanos y demás soldados vestían en la época del gran corso. No falta una sección de caballería de la Hípica donostiarra y otra de artillería arrastrada por poneys y aquella multitud de tamborreros llena durante el desfile de música y ruido la Ciudad, y si siempre la interpretación de las marchas no es perfecta, vaya todo por la alegría que desparraman por nuestras calles.
Viendo esta tamborrada infantil uno piensa que así serían los desfiles en la vieja Prusia o en la Viena imperial y que todos los tamborreros llevan en sus mochilas, como los soldados de Napoleón en las Pirámides o en Austerlitz, el bastón de mariscal.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ (Del San Sebastián que fue.1999)
Aquella primera Tamborrada fue bien modesta, máxime si la comparamos con las actuales, pero fue la semilla sembrada con ilusión que al cabo de los años fructificó en la espléndida de nuestros días. Javier María Sada, puntual y meticuloso cronista de tantas cosas del San Sebastián de ayer, recoge los nombres de aquellos primeros tamborreros de 1927. Actuó de tambor mayor Alfredo Taberna que "desempeñó a las mil maravillas el cargo" y como heraldos a caballo figuraban Paquito Echaniz, José Luis Olaizola y José Luis Zuzuarregui. Los gastadores fueron Martín Isasa, Francisco Aldazabal, Sotero Echenique, José Manterola, Toribio Villanueva, José María Gutiérrez, José Fernández y Fernando Zubia, mandados por el cabo Olegario Garín.
Los barriles fueron Luis Lucas, Antonio García, José Velasco, Carmelo Moreda, Atanasio Bienzobas, Cándido Areta, Federico Revestido, Manuel Crespillo y Jesús Saez. Tamborreros fueron Antonio Gastón, Emilio Antúnez, Alfonso García, Martín Gurruchaga, Gregorio Murua, Feliciano Ariz, Joaquin Romero, Antonio Beltrán, Juan José Montoya, Enrique Sánchez, José Ramos Aguirrebadaicoa, Juan Izaguirre, Eduardo Olave, Juan Sáez, Juan Rivero, Luis Ramos, Feliciano Echeverría, Antonio Iztueta, Celedonio Mezquita, Francisco Cuenca, José María Iturrino y Vicente Gurruchaga.
La Tamborrada, tras recorrer diversas calles, dio un concierto en el Boulevard y otro en la Plaza de la Constitución. Y siguió saliendo todos los años de Euskal Billera, organizada, patrocinada y creo que hasta costeada por la veterana sociedad. Hasta que en 1960, siendo teniente de Alcalde don Pedro Arana, se amplía la Tamborrada y en ella participan compañías de la casi totalidad de colegios y escuelas que hay en San Sebastián. Como compañía veterana desfila la primera la de Euskal Billera y detrás las de los colegios, comenzando por los chicos de los Marianistas por ser el más antiguo de San Sebastián.
La Tamborrada ha ido a más y cada año se suman nuevos colegios con nutridos participantes que no bajan los últimos años de cinco mil. Y ese mundo infantil lleva vistosos uniformes reproducidos con fidelidad de los que húsares, granaderos, hulanos y demás soldados vestían en la época del gran corso. No falta una sección de caballería de la Hípica donostiarra y otra de artillería arrastrada por poneys y aquella multitud de tamborreros llena durante el desfile de música y ruido la Ciudad, y si siempre la interpretación de las marchas no es perfecta, vaya todo por la alegría que desparraman por nuestras calles.
Viendo esta tamborrada infantil uno piensa que así serían los desfiles en la vieja Prusia o en la Viena imperial y que todos los tamborreros llevan en sus mochilas, como los soldados de Napoleón en las Pirámides o en Austerlitz, el bastón de mariscal.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ (Del San Sebastián que fue.1999)
LA TAMBORRADA
Hay pueblos que tienen alguna manifestación lúdica que con el transcurso de los años les da un aspecto original a su personalidad. Esta es mucho más rica y variada, pero aquella manifestación pertenece ya un poco a la idiosincrasia de la gente. Esto pasa con la tamborrada donostiarra que en el día del Patrono de San Sebastián llena de música, ruido y alegría las calles de la ciudad. ¿Y desde cuando sucede así? Sobre esto no hay acuerdo entre quienes han estudiado nuestro reciente pasado, y las versiones son diferentes. Yo voy a recoger aquí dos, la primera la de Eugenio Gabilondo, un donostiarra gran conocedor de la historia de su pueblo, que fue personaje importante en el San Sebastián de finales del pasado siglo y comienzos del actual, quien dice que las primeras tamborradas, las de 1845 a 1855, nacieron espontáneamente a la terminación de las suculentas cenas que preparaba Andre Luchi, Mr. Laffitte, Beraza y el parador Isabel.
"La simple indicación de uno de los comensales reunidos alrededor de una buena mesa, bastaba para que todos se pusieran en movimiento y trajeran de sus respectivas casas una sábana que se transformaba en airoso jaique moruno, y una tohalla que se convertía en improvisado turbante", escribió el citado Gabilondo. "O se apoderaba sigilosamente de las enaguas de las severas etxekoandres y del indispensable "kashabeke", para salir por las calles de Dios, precedidos de dos o tres "fragelets" y actuando de tambores los artefactos más sonoros de la cocina.
Y después de recorrer de esta guisa las silenciosas calles de la entonces reducida población, terminaba la juerga con el indispensable y movido "pastelero", disolviéndose la improvisada tamborrada y retirándose a sus casas contentos y satisfechos, con la alegría retratada en los semblantes, aquellos severos donostiarras que, al volver a encontrarse en la calle, se habían de saludar con gravedad británica. Notarios, abogados distinguidos que llegaron a ocupar altas jerarquías en la carrera judicial, comerciantes propietarios, hombres que gozaban de una reputación y de un respeto rayano en veneración, echaban una cana al aire y festejaban ruidosamente la festividad del patrón de Iruchulo, que no ha llegado a entrar nunca en posesión de un mísero traje con que cubrir sus desnudeces.
Más tarde comenzaron a "vestirse" las tamborradas, se reunieron los elementos necesarios para darles vistoso aspecto y de este conjunto y con una organización acertada resultó transformada la clásica fiesta y en condiciones de ser presentada al público a la luz del día".
Fue según Gabilondo en 1869 ó 1870 cuando desfiló por primera vez organizada militarmente, dirigida por un tambor mayor, L.A., un miembro destacado de la banda "La Euterpe". En 1881 la tamborrada, la única que entonces salía, fue presentada con lujo. "Rompía la marcha una lucida escuadra de gastadores liliputienses vestidos con brillantes uniformes del primer imperio. Carabineros Offembach a caballo, luciendo sus vistosos uniformes, abrían y cerraban la marcha de la comitiva".
Pero esta versión del origen de nuestra tamborrada no es compartida por todos. Así José Berruezo, profesor y excepcional periodista que estudió durante años la historia de San Sebastián y de Guipúzcoa, daba una versión totalmente diferente. En un precioso trabajo publicado en 1944 explica el origen de nuestra tamborrada. Dice así:
"En 1836: San Sebastián plaza fuerte. Más allá del Cubo Imperial asoma la guerra en las boinas rojas de Carlos V. Dentro de las murallas, morriones isabelinos vivaquean entre las piedras calcinadas por los soldados del lord Wellington, esperando -"Hello, boys"- la ayuda de las casacas bermejas de Lacy Evans.
Dos fuentes tenía entonces la ciudad: dos fuentes y un número de tabernas y sidrerías que la crónica no detalla. Todas eran para colmar la sed de la gente acantonada en el burgo. También había una escabechería -la de Buenechea-, en cuyos salados productos responsabilizaremos parte de aquel insaciable afán de beber que sentía la tropa.
Cuando los champones de las "sobras" se habían liquidado, -y nunca más exacta la palabra-, sobre el roble pulido de las sidrerías, los soldados se juntaban junto a una de las dos fuentes de la ciudad, la de Cañoyetan, atraídos no por la pureza y frescura de su linfa, sino por la presencia de las apuestas mozas del servicio doméstico.
En alegre palique se les iban a las maritornes y a sus cortejadores las horas de espera, mientras llegaba la "chanda" para llenar la herrada. Sentados los del morrión en las vasijas, tamborileaban en la sonora madera aires del cuartel o marchas de campaña, elementales compases de una música militar, que en gente que profesa las armas, es lógico como movimiento instintivo.
Unos metros más abajo, en la calle de la Trinidad, pegado a las koskas de San Vicente, había otra fuentecilla, también con su clientela femenina, pero con distinto coro de cortejadores: eran estos paisanos, menestrales y artesanos de la ciudad. Aquí los golpes sobre el fondo de las herraduras serían los que en los tratados de retórica y poética se llaman "armonía imitativa" o algo por el estilo, armonía(?) imitativa del "ra-ta-plan" castrense, que en dianas y retretas llenaba de ecos el murado recinto de San Sebastián.
Sirvan estos datos como justificación del instrumento típico en la fiesta máxima de nuestro pueblo. Pero conste que la tamborrada nació junto al chorro de las frescas aguas, excelentes durante los calores del verano, mas poco apetecibles en pleno rigor de una noche del 19 de enero de 1836 cuando los mozos de las tahonas, sirviendo de coro fantasmal a un grupo de "choriburus" que, con vino y no con agua, celebraban de víspera la fiesta del asaeteado patrón, improvisando la alegre "cale-gira" a los sones casi marciales de unos barriles de los que Buenechea empleaba para envasar sardinas.....
Y "si non e vero".... Testimonie esta noche el parche de cien tambores los cien años de existencia que tiene la humorada de aquellos donostiarras".
Sea éste o no el origen de la tamborrada, el hecho es que han proliferado en los últimos cincuenta años de tal forma que hoy durante todo el 20 de enero circulan por calles y paseos un sin número de tamborradas que inician sus desfiles tras el izar la bandera en el balcón del Ayuntamiento, -ahora de la Biblioteca Municipal-, ceremonia que se celebra desde el año 1924.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ ("Del San Sebastián que fue".1999)
"La simple indicación de uno de los comensales reunidos alrededor de una buena mesa, bastaba para que todos se pusieran en movimiento y trajeran de sus respectivas casas una sábana que se transformaba en airoso jaique moruno, y una tohalla que se convertía en improvisado turbante", escribió el citado Gabilondo. "O se apoderaba sigilosamente de las enaguas de las severas etxekoandres y del indispensable "kashabeke", para salir por las calles de Dios, precedidos de dos o tres "fragelets" y actuando de tambores los artefactos más sonoros de la cocina.
Y después de recorrer de esta guisa las silenciosas calles de la entonces reducida población, terminaba la juerga con el indispensable y movido "pastelero", disolviéndose la improvisada tamborrada y retirándose a sus casas contentos y satisfechos, con la alegría retratada en los semblantes, aquellos severos donostiarras que, al volver a encontrarse en la calle, se habían de saludar con gravedad británica. Notarios, abogados distinguidos que llegaron a ocupar altas jerarquías en la carrera judicial, comerciantes propietarios, hombres que gozaban de una reputación y de un respeto rayano en veneración, echaban una cana al aire y festejaban ruidosamente la festividad del patrón de Iruchulo, que no ha llegado a entrar nunca en posesión de un mísero traje con que cubrir sus desnudeces.
Más tarde comenzaron a "vestirse" las tamborradas, se reunieron los elementos necesarios para darles vistoso aspecto y de este conjunto y con una organización acertada resultó transformada la clásica fiesta y en condiciones de ser presentada al público a la luz del día".
Fue según Gabilondo en 1869 ó 1870 cuando desfiló por primera vez organizada militarmente, dirigida por un tambor mayor, L.A., un miembro destacado de la banda "La Euterpe". En 1881 la tamborrada, la única que entonces salía, fue presentada con lujo. "Rompía la marcha una lucida escuadra de gastadores liliputienses vestidos con brillantes uniformes del primer imperio. Carabineros Offembach a caballo, luciendo sus vistosos uniformes, abrían y cerraban la marcha de la comitiva".
Pero esta versión del origen de nuestra tamborrada no es compartida por todos. Así José Berruezo, profesor y excepcional periodista que estudió durante años la historia de San Sebastián y de Guipúzcoa, daba una versión totalmente diferente. En un precioso trabajo publicado en 1944 explica el origen de nuestra tamborrada. Dice así:
"En 1836: San Sebastián plaza fuerte. Más allá del Cubo Imperial asoma la guerra en las boinas rojas de Carlos V. Dentro de las murallas, morriones isabelinos vivaquean entre las piedras calcinadas por los soldados del lord Wellington, esperando -"Hello, boys"- la ayuda de las casacas bermejas de Lacy Evans.
Dos fuentes tenía entonces la ciudad: dos fuentes y un número de tabernas y sidrerías que la crónica no detalla. Todas eran para colmar la sed de la gente acantonada en el burgo. También había una escabechería -la de Buenechea-, en cuyos salados productos responsabilizaremos parte de aquel insaciable afán de beber que sentía la tropa.
Cuando los champones de las "sobras" se habían liquidado, -y nunca más exacta la palabra-, sobre el roble pulido de las sidrerías, los soldados se juntaban junto a una de las dos fuentes de la ciudad, la de Cañoyetan, atraídos no por la pureza y frescura de su linfa, sino por la presencia de las apuestas mozas del servicio doméstico.
En alegre palique se les iban a las maritornes y a sus cortejadores las horas de espera, mientras llegaba la "chanda" para llenar la herrada. Sentados los del morrión en las vasijas, tamborileaban en la sonora madera aires del cuartel o marchas de campaña, elementales compases de una música militar, que en gente que profesa las armas, es lógico como movimiento instintivo.
Unos metros más abajo, en la calle de la Trinidad, pegado a las koskas de San Vicente, había otra fuentecilla, también con su clientela femenina, pero con distinto coro de cortejadores: eran estos paisanos, menestrales y artesanos de la ciudad. Aquí los golpes sobre el fondo de las herraduras serían los que en los tratados de retórica y poética se llaman "armonía imitativa" o algo por el estilo, armonía(?) imitativa del "ra-ta-plan" castrense, que en dianas y retretas llenaba de ecos el murado recinto de San Sebastián.
Sirvan estos datos como justificación del instrumento típico en la fiesta máxima de nuestro pueblo. Pero conste que la tamborrada nació junto al chorro de las frescas aguas, excelentes durante los calores del verano, mas poco apetecibles en pleno rigor de una noche del 19 de enero de 1836 cuando los mozos de las tahonas, sirviendo de coro fantasmal a un grupo de "choriburus" que, con vino y no con agua, celebraban de víspera la fiesta del asaeteado patrón, improvisando la alegre "cale-gira" a los sones casi marciales de unos barriles de los que Buenechea empleaba para envasar sardinas.....
Y "si non e vero".... Testimonie esta noche el parche de cien tambores los cien años de existencia que tiene la humorada de aquellos donostiarras".
Sea éste o no el origen de la tamborrada, el hecho es que han proliferado en los últimos cincuenta años de tal forma que hoy durante todo el 20 de enero circulan por calles y paseos un sin número de tamborradas que inician sus desfiles tras el izar la bandera en el balcón del Ayuntamiento, -ahora de la Biblioteca Municipal-, ceremonia que se celebra desde el año 1924.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ ("Del San Sebastián que fue".1999)
RITMO GUERRERO Y RITMO DE PAZ
EVOCACIÓN
Suenan los tambores por las calles de la ciudad y por los anchos caminos y las plazas de los barrios alejados con su "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan", ritmo rígido legado a los hombres en su fiesta del pueblo por aquellos soldados de las viejas guerras que llegaban y pasaban por esta esclusa de Europa que dividía al continente para abrirlo cuando los escluseros, amos de los pueblos, sentían la necesidad de que el río de la sangre corriese en uno u otro sentido. Ritmo que al pasar las horas de la fiesta de San Sebastián queda en los oídos como zumbido de alucinación interrumpido por el repetir de los chiquillos que, hombres, hacen sonar en las latas con insistencia irritante una y cien veces, el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan", como en los años de otro siglo seguían el paso, a duras penas, de aquellos granaderos tocados con morriones de pelo, que al marchar por la ciudad o por el camino, llevaban la cabeza en alto, el busto erguido para ocultar bajo el disfraz uniforme su sumisión, su resignación vestida de valor o de fiereza que arrebataba el sentimiento de humanidad a quien iba a matar para evitar ser muerto por otros hombres que, como ellos, marchaban por otras ciudades y por otros caminos, la cabeza en alto, el busto erguido marcando el ritmo que dictaban los tambores con su "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
No es, nuestra fiesta, fiesta que recuerde ningún hecho histórico, no; pero al llegar este día en que las comparsas de hombres y niños uniformados como soldados discurren por las calles, como ejércitos de leyenda, evocamos a los donostiarras del 1813. También ellos oyeron el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan" también ellos vieron los altos morriones de pelo de los granaderos y las casacas rojas, y las casacas verdes y los mandiles de cuero.... Pero era la tamborrada del drama, no de la parodia alegre que a muchos preparó el ánimo para sentirse soldados, para serlo en otros días que más tarde llegaron y seguir en serio el ritmo rígido, inexorable, por calles y caminos, del "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
**** **** **** ****
Pero ya el ritmo guerrero ha perdido su virtud, porque es ritmo de paz. El redoblar de los tambores en la mañana de este día es el de la música de la gran máquina que construye las piezas de la nueva vida de los pueblos. Siguen los uniformes, grotescos a veces; siguen los pasos de parada. Pero el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan" es para marcar el paso de la marcha constructiva, el avance que no ha de interrumpirse nunca y que de aquel pueblo marinero que vivía escondido en la falda abigarrada de su castillo como niño temeroso en las faldas de su madre, ha hecho ya la ciudad admirada que nació sobre unas ruinas y se extiende en engrande cimiento incesante obedeciendo el ritmo del "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
(LA VOZ DE GUIPÚZCOA. 20 de ENERO de 1934. Página 2)
Suenan los tambores por las calles de la ciudad y por los anchos caminos y las plazas de los barrios alejados con su "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan", ritmo rígido legado a los hombres en su fiesta del pueblo por aquellos soldados de las viejas guerras que llegaban y pasaban por esta esclusa de Europa que dividía al continente para abrirlo cuando los escluseros, amos de los pueblos, sentían la necesidad de que el río de la sangre corriese en uno u otro sentido. Ritmo que al pasar las horas de la fiesta de San Sebastián queda en los oídos como zumbido de alucinación interrumpido por el repetir de los chiquillos que, hombres, hacen sonar en las latas con insistencia irritante una y cien veces, el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan", como en los años de otro siglo seguían el paso, a duras penas, de aquellos granaderos tocados con morriones de pelo, que al marchar por la ciudad o por el camino, llevaban la cabeza en alto, el busto erguido para ocultar bajo el disfraz uniforme su sumisión, su resignación vestida de valor o de fiereza que arrebataba el sentimiento de humanidad a quien iba a matar para evitar ser muerto por otros hombres que, como ellos, marchaban por otras ciudades y por otros caminos, la cabeza en alto, el busto erguido marcando el ritmo que dictaban los tambores con su "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
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Fiesta de San Sebastián, fiesta alegre del pueblo donostiarra que es evocación de aquellos tiempos en que los pobladores, los que no luchaban y eran víctimas de los soldados, veían alejarse a los ejércitos que hollaron nuestro pueblo en nombre de la ley absoluta de la fuerza que tantas páginas ha escrito en la historia del mundo para ser leídas entre sollozos y estertores.No es, nuestra fiesta, fiesta que recuerde ningún hecho histórico, no; pero al llegar este día en que las comparsas de hombres y niños uniformados como soldados discurren por las calles, como ejércitos de leyenda, evocamos a los donostiarras del 1813. También ellos oyeron el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan" también ellos vieron los altos morriones de pelo de los granaderos y las casacas rojas, y las casacas verdes y los mandiles de cuero.... Pero era la tamborrada del drama, no de la parodia alegre que a muchos preparó el ánimo para sentirse soldados, para serlo en otros días que más tarde llegaron y seguir en serio el ritmo rígido, inexorable, por calles y caminos, del "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
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Pero ya el ritmo guerrero ha perdido su virtud, porque es ritmo de paz. El redoblar de los tambores en la mañana de este día es el de la música de la gran máquina que construye las piezas de la nueva vida de los pueblos. Siguen los uniformes, grotescos a veces; siguen los pasos de parada. Pero el "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan" es para marcar el paso de la marcha constructiva, el avance que no ha de interrumpirse nunca y que de aquel pueblo marinero que vivía escondido en la falda abigarrada de su castillo como niño temeroso en las faldas de su madre, ha hecho ya la ciudad admirada que nació sobre unas ruinas y se extiende en engrande cimiento incesante obedeciendo el ritmo del "parram-plan-plan-plan, plan, parram-plan-plan-plan"
ITXASOA
(LA VOZ DE GUIPÚZCOA. 20 de ENERO de 1934. Página 2)
lunes, 14 de enero de 2019
HISTORIAS Y CUENTOS : "LA SIDRA"
Según la tradición popular, el inventor del vino fue Noé; lo habréis oido muchas veces, pero no habréis oído nunca que la sidra es mucho más antigua, y que la inventó nada menos que nuestro padre Adán: así como suena.
Dios prohibió al primer hombre que comiese el fruto del árbol consabido, y cuando lo probó, en compañía de su apreciable esposa, ambos fueron arrojados del Paraíso y condenados, entre otras penas, al trabajo.
Adán, acostumbrado a la deliciosa holganza, que ya nunca más había de disfrutar, paseaba taciturno y melancólico al lado de su fiel compañera, cuando vió en el campo, entre otros árboles, un manzano frondosísimo, cuyas ramas inclinábanse al peso del sazonado y oloroso fruto.
- ¿Qué te pasa? le preguntó Eva.
-¿No ves?.
-¿Qué?
- Ese árbol maldito.
- ¡Qué hermoso está!¡Qué manzanas tan seductoras! Son de rapeta.
- Pero mujer,¿aún serías capaz de comerlas después de lo que nos ha sucedido por haberlas probado?
- Qué quieres que te diga, esposo mío; ese fruto tiene para mí un atractivo irresistible. ¡Déjame comer una manzanita siquiera, nada más que una!
Adán al oir esto, se puso más iracundo todavía, y acercándose al árbol origen de sus horrendas desdichas, lo sacudió con todo el vigor de sus brazos, de tal manera, que sembró el suelo de manzanas. Rodando éstas por el terreno, que estaba inclinado hacia un hoyo, fueron a dar a éste, llenándolo casi por completo, y entonces nuestro padre común cogió cuantas piedras encontró a mano, prefiriendo las mayores, y las arrojó con toda su fuerza sobre el fruto, machacándolo y desaciéndolo con el furor de la más enconada venganza. Satisfecha ésta, Adán obligó a Eva a que le siguiese y alejáronse ambos de aquellos parajes, él dirigiendo una mirada de odio al manzano, ya sin fruto, y ella volviendo la cabeza a hurtadillas para contemplarlo con lástima.
Pocos días después, siguiendo siempre aquella marcha continua a que los condenaba la necesidad de buscar sustento, volvieron a pasar por aquel sitio, y rendidos por la fatiga, sentáronse a descansar a la sombra de la arboleda.
No habían encontrado agua en todo el día, y devoraba la sed a los esposos.
De pronto Eva reconoció el sitio en que se hallaban, y al mirar al hoyo donde Adán había machacado las manzanas, vió que en un pocito formado por pedruscos había un líquido claro y trasparente que convidaba a beber. Lavantóse, fue ansiosa, se puso de bruces y bebió: era el zumo del fruto machacado tan cruelmente, fermentado por la fuerza del sol y convertido en una bebida refrescante y sabrosa; era, en fin, la primera sidra.
- Ven, Adán mío - gritó Eva después de satisfacer su sed devoradora - ven a beber esto, que es preferible al agua.
Levantóse Adán y bebió, con el ansia loca del sediento.
Excuso deciros la borrachera que cogieron nuestros primeros padres......¡fenomenal!
(FUENTE : "LA VOZ DE GUIPÚZCOA. Martes, 14 de Enero de 1902. Número 5.974)
Dios prohibió al primer hombre que comiese el fruto del árbol consabido, y cuando lo probó, en compañía de su apreciable esposa, ambos fueron arrojados del Paraíso y condenados, entre otras penas, al trabajo.
Adán, acostumbrado a la deliciosa holganza, que ya nunca más había de disfrutar, paseaba taciturno y melancólico al lado de su fiel compañera, cuando vió en el campo, entre otros árboles, un manzano frondosísimo, cuyas ramas inclinábanse al peso del sazonado y oloroso fruto.
- ¿Qué te pasa? le preguntó Eva.
-¿No ves?.
-¿Qué?
- Ese árbol maldito.
- ¡Qué hermoso está!¡Qué manzanas tan seductoras! Son de rapeta.
- Pero mujer,¿aún serías capaz de comerlas después de lo que nos ha sucedido por haberlas probado?
- Qué quieres que te diga, esposo mío; ese fruto tiene para mí un atractivo irresistible. ¡Déjame comer una manzanita siquiera, nada más que una!
Adán al oir esto, se puso más iracundo todavía, y acercándose al árbol origen de sus horrendas desdichas, lo sacudió con todo el vigor de sus brazos, de tal manera, que sembró el suelo de manzanas. Rodando éstas por el terreno, que estaba inclinado hacia un hoyo, fueron a dar a éste, llenándolo casi por completo, y entonces nuestro padre común cogió cuantas piedras encontró a mano, prefiriendo las mayores, y las arrojó con toda su fuerza sobre el fruto, machacándolo y desaciéndolo con el furor de la más enconada venganza. Satisfecha ésta, Adán obligó a Eva a que le siguiese y alejáronse ambos de aquellos parajes, él dirigiendo una mirada de odio al manzano, ya sin fruto, y ella volviendo la cabeza a hurtadillas para contemplarlo con lástima.
Pocos días después, siguiendo siempre aquella marcha continua a que los condenaba la necesidad de buscar sustento, volvieron a pasar por aquel sitio, y rendidos por la fatiga, sentáronse a descansar a la sombra de la arboleda.
No habían encontrado agua en todo el día, y devoraba la sed a los esposos.
De pronto Eva reconoció el sitio en que se hallaban, y al mirar al hoyo donde Adán había machacado las manzanas, vió que en un pocito formado por pedruscos había un líquido claro y trasparente que convidaba a beber. Lavantóse, fue ansiosa, se puso de bruces y bebió: era el zumo del fruto machacado tan cruelmente, fermentado por la fuerza del sol y convertido en una bebida refrescante y sabrosa; era, en fin, la primera sidra.
- Ven, Adán mío - gritó Eva después de satisfacer su sed devoradora - ven a beber esto, que es preferible al agua.
Levantóse Adán y bebió, con el ansia loca del sediento.
Excuso deciros la borrachera que cogieron nuestros primeros padres......¡fenomenal!
MIGUEL RAMOS CARRIÓN.
(FUENTE : "LA VOZ DE GUIPÚZCOA. Martes, 14 de Enero de 1902. Número 5.974)
KOXKAS DONOSTIARRAS : "MARI"
El 9 de Enero de 1866 moría Mari, el bravo mariñel que tantas veces había acudido a salvar a quienes en la mar pasaban momentos difíciles porque el tmporal amenazaba con hundir su embarción. Hasta que le llegó su hora, y en la mar que había sido testigo de sus acciones de salvamento, moría entre las olas. Antonio Peña y Goñi glosó así su gesta:
"Hincadas en tierra las rodillas, puestas las manos en el pretil del muelle nuevo, y asomando no más que los ojos, a causa del empuje del noroeste, seguimos aterrados las sacudidas de la lancha que avanza lentamente, sorteando los encrespados mares, cuando vemos de pronto formerse una ola monstruosa.
La montaña de agua levanta su lomo enorme, rizado por el vendaval, crece, sube como un animal fantástico, va adelgazándose poco a poco hasta que su cima adquiere la reluciente finura de una daga; y despidiendo ese vapor acuoso que precede siempre al estallido, rompe a los pies de la embarcación.
Es un zozobrar horrible: la trainera embestida por el branque y volando por los aires, como lanzada por el coletazo de una ballena. Un grito de horror se mezcla a los rugidos del cielo, levántanse las manos estallan los pechos, la gente corre despavorida.
Un segundo después, unas cuantas bolas negras flotan, subiendo y bajando al impulso de los mares, como cabezas de alfiler.
-¡Una onza de oro para cada hombre que vaya a salvar a los valientes!- grita un aristócrata que ha presenciado la catástrofe.
-Aquí no llevamos nada por eso -contesta textualmente una voz.
Y vese salir otra trainera que manda Holandés, recoge a los náufragos de la lancha de Mari y vuelve con ellos a tierra, en medio del entusiasmo general. Todos están allí a bordo del atoaje, todos ¡ay! menos el héroe.
Ha desaparecido instantáneamente, se lo ha tragado la tumba inmensa, como si acechara una víctima digna de su insaciable apetito. No le han visto los compañeros, no se han dado cuenta de la desaparición de Mari, en aquella tragedia inaudita que ha arrastrado al gigante y lo ha sepultado para siempre en los abismos del mar.
Y mientras aquel Humilde tan Grande se hunde en el océano que guardará eternamente su presa (.....) las rompientes de Santa Clara ponen digno fin y remate al drama, llevando al fondo pedregoso de la isla cuatro nuevas víctimas de aquel día de horror".
Hoy se recuerda esa fecha en la hornacha dedicada a Mari en el muelle donostiarra.
lunes, 7 de enero de 2019
FUENTERRABÍA , SAN SEBASTIÁN
Para una corporación de armadores y comerciantes marítimos, la coyuntura no podía ser más desesperada: si no podían sacar las mercancias de Navarra y desembarcar las destinadas a este reino interior, no cabía otra solución que buscar otro puerto marítimo (1) donde desembocara el tráfico de Navarra. Al sur encontraron dos: el estuario del Bidasoa y el abra del Urumea. De ambos puntos arrancan sendos caminos naturales hacia la meseta navarra; del primero, por el Baztán y el puerto de Velate; del segundo se pasa fácilmente al Oria y por su afluente el Leizarán se alcanza el puerto de Urto y Leiza. De ambos, sobre el mapa, hoy nos parece que es el mejor el primero, el del Bidasoa, el más corto, pero el enorme farallón de Velate es menos franqueable. Quizá esta sea la razón por la cual San Sebastián y no Fuenterrabía fue el principal asentamiento de los inmigrantes gascones. Y ello a pesar de que el estuario del Bidasoa tenía una más antigua tradición portuaria : nada menos que se remontaba a la época de los romanos.
En efecto, a lo largo del río corría, en los primeros siglos de nuestra era, el camino entre Pamplona y Easo, como ya el mismo nombre lo indica -Bidasoa < Vidaso < vía ad Easo y yo presumo que el área minera llamada Oeaso o Easo tenía su centro urbano en el pequeño promontorio entonces casi rodeado por las aguas de la ría, que los indígenas llamaban - en vascuence, claro- Beraun (= plomo) o Irún (que es lo mismo, sin el artículo A, que Iruña = el burgo). Al pie del mismo, el puerto cuyos muros y relleno con restos de cerámica romana excavó recientemente Rodriguez Salís.
Parece que éste era el punto indicado para que los gascones establecieran allí su factoría. Pero no lo hicieron así: se instalaron en otra península, seis kilómetros aguas abajo, a la que llamaron Fuenterrabia (2), a mitad de distancia entre los embarcaderos romanos de Irún y de Astuniaga (en el cabo Higuer). ¿Por qué prefirieron tal emplazamiento a los otros dos? Por lo que se refiere a Astuniaga, por ser éste peligroso; siempre fue puerto de refugio y el hecho de que hayan sido localizados allí unos pecios romanos demuestra que los buques no tenían en aquel fondeadero suficiente seguridad. Y en lo que hace al puerto de Irún o Beraun, el mismo nombre de Fuenterrabía nos lo dice; cuando llegaron los gascones se encontraron con que en el Bidasoa había pasado lo mismo que en el Adour: se había formado un banco de arena cerca de la boca, que si dejaba padar el agua, dificultaba el paso de buques de cierto porte. Este banco arenoso incluso permitía, en la bajamar, vadear el río y los indígenas -lo repito: en vascuence, claro- le llamaron Ondarribia (= vado de arena). Los recién llegados, como no entendían el significado de tal nombre, que les sonaba raro, lo gasconizaron formando ese curioso híbrido de Fonterrabia (hoy Fuenterrabía).
Fuenterrabia, buen fondeadero, no servía a los gascones como puerto principal para su tráfico navarro. Porque no son iguales las condiciones requeridas para una u otra función: para fondeadero, puerto simplemente de etapa y avituallamiento, basta un lugar protegido de las cóleras de la mar y de la eventual hostilidad de la población circundante; Fuenterrabia, estrecha península -entonces- en el centro del abra del Bidasoa, cumplía bien ambas condiciones. Pero, en cambio, no tenía las condiciones requeridas para un puerto terminal, que esencialmente es el punto en donde se encuentran dos tráficos: el que viaja por mar y el que circula por el hinterland terrestre; en una palabra, es un punto de trasbordo de mercancías. Ignoro por qué razón Fuenterrabía no pudo ser el puerto terminal de Navarra en el Cantábrico: quizás la dureza del col de Velate, pero la vía romana lo atravesaba y el col de Ibañeta, en Roncesvalles, era mucho más alto; quizás el enfangamiento de la ría del Bidasoa había progresado tanto -en los mil años transcurridos- que ya no podía enlazar fácilmente el nuevo puerto con la vieja "vía ad Easo". La realidad es que Fuenterrabía no pudo ser el puerto de Navarra; es más, han fracasado cuantas tentativas -y fueron muchas- se han hecho en la Edad Media y Moderna para darle tal función.
Sea cual fuere la causa, el papel de puerto terminal vino a desempeñarlo San Sebastián. La bahía donostiarra -en la época romana y aún mucho tiempo después- no tenía esta forma perfecta de concha que presenta hoy. Por de pronto, era mucho más amplia: en superficie de agua, el doble, y en línea de costa, el triple, aproximadamente. El Urumea desembocaba en su centro y las dos islas de Urgull y Santa Clara le servían de defensa exterior. Hacia el oeste, sobre una península -espolón rocoso que se adentraba en las aguas, la iglesia monasterial dedicada a San Sebastián mártir, fundada allá por el año 1000 por las casas labradoriegas del contorno. No voy a entrar hoy en este tema de la fundación de San Sebastián el "antiguo", auténtico misterio con el cual tengo prometido enfrentarme algún día, pero sin que aún me encuentre con fuerzas para ello. Pero en el tan controvertido documento que aquí llamamos "la donación a Leire" hay una referencia -sólo una cosa- que quizás permita pensar que en esta bahía los romanos tuvieron también un apostadero: es donde dice que se incluye en la donación "illam villam quam antiqui dicebant Izurun".
¿Dónde estaba situado este burgo Izurun? Pienso que al pie de Urgull, isla en la época romana; y para cuando llegaron los gascones ocho o diez siglos después, ocasionalmente península, pues las bajamares dejarían en seco el banco de arena donde hoy se alza el primer ensanche de la ciudad, el de Cortázar. Por vía de hipótesis, no resulta inverosímil que los marinos bayoneses se instalaran en sus ruinas, aprovecharan los fundamentos de sus muelles, allí establecieran su factoría y después solicitaran y consiguieran de Sancho "el Sabio" el fuero que fundaba la villa de San Sebastián y que después sirvió también para establecer la de Fuenterrabía.
(GLOSAS EUSKARAS. 1971. José Luis BANÚS y AGUIRRE)
En efecto, a lo largo del río corría, en los primeros siglos de nuestra era, el camino entre Pamplona y Easo, como ya el mismo nombre lo indica -Bidasoa < Vidaso < vía ad Easo y yo presumo que el área minera llamada Oeaso o Easo tenía su centro urbano en el pequeño promontorio entonces casi rodeado por las aguas de la ría, que los indígenas llamaban - en vascuence, claro- Beraun (= plomo) o Irún (que es lo mismo, sin el artículo A, que Iruña = el burgo). Al pie del mismo, el puerto cuyos muros y relleno con restos de cerámica romana excavó recientemente Rodriguez Salís.
Parece que éste era el punto indicado para que los gascones establecieran allí su factoría. Pero no lo hicieron así: se instalaron en otra península, seis kilómetros aguas abajo, a la que llamaron Fuenterrabia (2), a mitad de distancia entre los embarcaderos romanos de Irún y de Astuniaga (en el cabo Higuer). ¿Por qué prefirieron tal emplazamiento a los otros dos? Por lo que se refiere a Astuniaga, por ser éste peligroso; siempre fue puerto de refugio y el hecho de que hayan sido localizados allí unos pecios romanos demuestra que los buques no tenían en aquel fondeadero suficiente seguridad. Y en lo que hace al puerto de Irún o Beraun, el mismo nombre de Fuenterrabía nos lo dice; cuando llegaron los gascones se encontraron con que en el Bidasoa había pasado lo mismo que en el Adour: se había formado un banco de arena cerca de la boca, que si dejaba padar el agua, dificultaba el paso de buques de cierto porte. Este banco arenoso incluso permitía, en la bajamar, vadear el río y los indígenas -lo repito: en vascuence, claro- le llamaron Ondarribia (= vado de arena). Los recién llegados, como no entendían el significado de tal nombre, que les sonaba raro, lo gasconizaron formando ese curioso híbrido de Fonterrabia (hoy Fuenterrabía).
Fuenterrabia, buen fondeadero, no servía a los gascones como puerto principal para su tráfico navarro. Porque no son iguales las condiciones requeridas para una u otra función: para fondeadero, puerto simplemente de etapa y avituallamiento, basta un lugar protegido de las cóleras de la mar y de la eventual hostilidad de la población circundante; Fuenterrabia, estrecha península -entonces- en el centro del abra del Bidasoa, cumplía bien ambas condiciones. Pero, en cambio, no tenía las condiciones requeridas para un puerto terminal, que esencialmente es el punto en donde se encuentran dos tráficos: el que viaja por mar y el que circula por el hinterland terrestre; en una palabra, es un punto de trasbordo de mercancías. Ignoro por qué razón Fuenterrabía no pudo ser el puerto terminal de Navarra en el Cantábrico: quizás la dureza del col de Velate, pero la vía romana lo atravesaba y el col de Ibañeta, en Roncesvalles, era mucho más alto; quizás el enfangamiento de la ría del Bidasoa había progresado tanto -en los mil años transcurridos- que ya no podía enlazar fácilmente el nuevo puerto con la vieja "vía ad Easo". La realidad es que Fuenterrabía no pudo ser el puerto de Navarra; es más, han fracasado cuantas tentativas -y fueron muchas- se han hecho en la Edad Media y Moderna para darle tal función.
Sea cual fuere la causa, el papel de puerto terminal vino a desempeñarlo San Sebastián. La bahía donostiarra -en la época romana y aún mucho tiempo después- no tenía esta forma perfecta de concha que presenta hoy. Por de pronto, era mucho más amplia: en superficie de agua, el doble, y en línea de costa, el triple, aproximadamente. El Urumea desembocaba en su centro y las dos islas de Urgull y Santa Clara le servían de defensa exterior. Hacia el oeste, sobre una península -espolón rocoso que se adentraba en las aguas, la iglesia monasterial dedicada a San Sebastián mártir, fundada allá por el año 1000 por las casas labradoriegas del contorno. No voy a entrar hoy en este tema de la fundación de San Sebastián el "antiguo", auténtico misterio con el cual tengo prometido enfrentarme algún día, pero sin que aún me encuentre con fuerzas para ello. Pero en el tan controvertido documento que aquí llamamos "la donación a Leire" hay una referencia -sólo una cosa- que quizás permita pensar que en esta bahía los romanos tuvieron también un apostadero: es donde dice que se incluye en la donación "illam villam quam antiqui dicebant Izurun".
¿Dónde estaba situado este burgo Izurun? Pienso que al pie de Urgull, isla en la época romana; y para cuando llegaron los gascones ocho o diez siglos después, ocasionalmente península, pues las bajamares dejarían en seco el banco de arena donde hoy se alza el primer ensanche de la ciudad, el de Cortázar. Por vía de hipótesis, no resulta inverosímil que los marinos bayoneses se instalaran en sus ruinas, aprovecharan los fundamentos de sus muelles, allí establecieran su factoría y después solicitaran y consiguieran de Sancho "el Sabio" el fuero que fundaba la villa de San Sebastián y que después sirvió también para establecer la de Fuenterrabía.
(GLOSAS EUSKARAS. 1971. José Luis BANÚS y AGUIRRE)
¿POR QUÉ VINIERON AQUÍ LOS GASCONES?
El cascarrabias de Gamón, aquel clérigo renteriano del XVIII en quien iban empatados el saber y las malas pulgas, recoge con fruición los apelativos de "cascoiac" y "landerrac" con que en su tiempo y sus paisanos motejaban a los donostiarras. Y de entonces a esta parte, aquellas palabras - quitándoles lo que tuvieran de peyorativas - van resultando ciertas: el análisis de los datos históricos, toponímicos, onomásticos, etc.,confirma la realidad de una población foránea -"landerrac"-, concretamente gascona -"cascoiac"-, establecida en el área de San Sebastián.
Este tema lo hemos estudiado bastante a fondo, primero mi maestro don Serapio Múgica, y después yo, que en mi libro sobre el Fuero de San Sebastián dejé perfectamente aclarado lo que nuestra carta puebla tiene de "fuero de francos". Esto es, un instrumento legal destinado a favorecer al establecimiento en la nueva villa de gentes que importa traer por las razones que sean; en el caso concreto de San Sebastián, los bayoneses, un grupo de armadores y comerciantes que ya venían sirviendo de enlace del reino de Navarra con los mercados exteriores. Estos burgueses de Bayona son los gascones -los "cascoiac" de Gamón, Bayona es una villa gascona, no vasca- que traen aquí e incorporan a la parte estellesa del Fuero donostiarra las normas de derecho marítimo mercantil propias de su legislación: por ejemplo, la regulación y tarifas de hostalaje y el artículo referente a los naufragios.
Estas cláusulas de procedencia netamente bayonesa son las que me dan pie a disentir de la opinión expresada por don Serapio de que los gascones vinieron aquí como consecuencia de que Sancho "el Sabio" había concedido el fuero. Yo creo, por el contrario, que ya se había iniciado una inmigración bayonesa a esta zona, que ellos elaboraron un cuaderno mezclando las normas jurídicas habituales en el reino aplicables a su caso con las normas marítimo-mercantiles propias de ellos (1), y que lo presentaron al rey para su sanción soberana. Esta es la manera normal como entonces sucedían las cosas, y San Sebastián no tenía por qué ser diferente.
A continuación, por la fuerza de la lógica, salta una pregunta: ¿Y por qué razón los bayoneses vinieron aquí,a esta zona? Porque se tuvieron que marchar de Bayona. La contestación parece una perogrullada, pero casi siempre los hechos son más sencillos de lo que parecen. ¿Y por qué hubieron de marcharse? Múgica da una explicación un tanto complicada, que yo acepté como buena cuando redacté mi estudio sobre el Fuero donostiarra y así lo hice constar al reproducirla. En síntesis venía a decir don Serapio que fue consecuencia del cambio de soberanía operado en la región aquitana a mediados del siglo XII, que pasa del francés al dominio inglés; a modo de hipótesis, suponía que a consecuencia de algunas revueltas registradas en tal coyuntura, se produjo la corriente de emigración gascona que vino a fijarse en esta costa guipuzcoana.
Como digo, entonces admití tal explicación; pero hoy el conocimiento de otros datos me fuerza a mudar de opinión; me parece que la causa determinante no pertenece a la historia política, sino a la geografía histórica. En dos palabras: no tiene que ver con los Plantagenet, sino con el Adour. Porque resulta que éste es un río vagabundo y no siempre ha tenido el mismo curso .
Bayona está situada justamente donde confluyen el Adour y el Nive; el uno baja del Bearn, el otro marca la vía a la Merindad de Ultra-Puertos (hoy de soberanía francesa, pero Navarra en la Edad Media y puerta de acceso por el col de Roncesvalles a la "cuenca" de Pamplona). El primer camino le dió a Bayona su carácter gascón, el segundo su función de salida al mar del reino de Navarra. El juego de las mareas del Cantábrico llegaba justamente hasta el punto de reunión de los dos ríos, y estos tres factores son los que crearon la villa bayonesa, abocada desde su origen a la función portuaria.
Ya desde el tiempo de los romanos, la venía cumpliendo, pero a comienzos del siglo XII ocurrió un suceso gravísimo: las arenas cegaron el bocal -le "boucau"- del Adour al mar. Pero como las aguas siempre se abren paso, el río buscó salida por Capbreton, a 18 kilómetros al Norte (3). Para una corporación de armadores y comerciantes marítimos, la coyuntura no podía ser más desesperada: si no podían sacar las mercancias de Navarra y desembarcar las destinadas a este reino interior, no cabía otra solución que buscar otro puerto marítimo (4) donde desembocara el tráfico de Navarra. Al sur encontraron dos: el estuario del Bidasoa y el abra del Urumea. De ambos puntos arrancan sendos caminos naturales hacia la meseta navarra; del primero, por el Baztán y el puerto de Velate; del segundo se pasa fácilmente al Oria y por su afluente el Leizarán se alcanza el puerto de Urto y Leiza. De ambos, sobre el mapa, hoy nos parece que es el mejor el primero, el del Bidasoa, el más corto, pero el enorme farallón de Velate es menos franqueable. Quizá esta sea la razón por la cual San Sebastián y no Fuenterrabía fue el principal asentamiento de los inmigrantes gascones. Y ello a pesar de que el estuario del Bidasoa tenía una más antigua tradición portuaria : nada menos que se remontaba a la época de los romanos.
(GLOSAS EUSKARAS. José Luis BANÚS y AGUIRRE)
Este tema lo hemos estudiado bastante a fondo, primero mi maestro don Serapio Múgica, y después yo, que en mi libro sobre el Fuero de San Sebastián dejé perfectamente aclarado lo que nuestra carta puebla tiene de "fuero de francos". Esto es, un instrumento legal destinado a favorecer al establecimiento en la nueva villa de gentes que importa traer por las razones que sean; en el caso concreto de San Sebastián, los bayoneses, un grupo de armadores y comerciantes que ya venían sirviendo de enlace del reino de Navarra con los mercados exteriores. Estos burgueses de Bayona son los gascones -los "cascoiac" de Gamón, Bayona es una villa gascona, no vasca- que traen aquí e incorporan a la parte estellesa del Fuero donostiarra las normas de derecho marítimo mercantil propias de su legislación: por ejemplo, la regulación y tarifas de hostalaje y el artículo referente a los naufragios.
Estas cláusulas de procedencia netamente bayonesa son las que me dan pie a disentir de la opinión expresada por don Serapio de que los gascones vinieron aquí como consecuencia de que Sancho "el Sabio" había concedido el fuero. Yo creo, por el contrario, que ya se había iniciado una inmigración bayonesa a esta zona, que ellos elaboraron un cuaderno mezclando las normas jurídicas habituales en el reino aplicables a su caso con las normas marítimo-mercantiles propias de ellos (1), y que lo presentaron al rey para su sanción soberana. Esta es la manera normal como entonces sucedían las cosas, y San Sebastián no tenía por qué ser diferente.
A continuación, por la fuerza de la lógica, salta una pregunta: ¿Y por qué razón los bayoneses vinieron aquí,a esta zona? Porque se tuvieron que marchar de Bayona. La contestación parece una perogrullada, pero casi siempre los hechos son más sencillos de lo que parecen. ¿Y por qué hubieron de marcharse? Múgica da una explicación un tanto complicada, que yo acepté como buena cuando redacté mi estudio sobre el Fuero donostiarra y así lo hice constar al reproducirla. En síntesis venía a decir don Serapio que fue consecuencia del cambio de soberanía operado en la región aquitana a mediados del siglo XII, que pasa del francés al dominio inglés; a modo de hipótesis, suponía que a consecuencia de algunas revueltas registradas en tal coyuntura, se produjo la corriente de emigración gascona que vino a fijarse en esta costa guipuzcoana.
Como digo, entonces admití tal explicación; pero hoy el conocimiento de otros datos me fuerza a mudar de opinión; me parece que la causa determinante no pertenece a la historia política, sino a la geografía histórica. En dos palabras: no tiene que ver con los Plantagenet, sino con el Adour. Porque resulta que éste es un río vagabundo y no siempre ha tenido el mismo curso .
Bayona está situada justamente donde confluyen el Adour y el Nive; el uno baja del Bearn, el otro marca la vía a la Merindad de Ultra-Puertos (hoy de soberanía francesa, pero Navarra en la Edad Media y puerta de acceso por el col de Roncesvalles a la "cuenca" de Pamplona). El primer camino le dió a Bayona su carácter gascón, el segundo su función de salida al mar del reino de Navarra. El juego de las mareas del Cantábrico llegaba justamente hasta el punto de reunión de los dos ríos, y estos tres factores son los que crearon la villa bayonesa, abocada desde su origen a la función portuaria.
Ya desde el tiempo de los romanos, la venía cumpliendo, pero a comienzos del siglo XII ocurrió un suceso gravísimo: las arenas cegaron el bocal -le "boucau"- del Adour al mar. Pero como las aguas siempre se abren paso, el río buscó salida por Capbreton, a 18 kilómetros al Norte (3). Para una corporación de armadores y comerciantes marítimos, la coyuntura no podía ser más desesperada: si no podían sacar las mercancias de Navarra y desembarcar las destinadas a este reino interior, no cabía otra solución que buscar otro puerto marítimo (4) donde desembocara el tráfico de Navarra. Al sur encontraron dos: el estuario del Bidasoa y el abra del Urumea. De ambos puntos arrancan sendos caminos naturales hacia la meseta navarra; del primero, por el Baztán y el puerto de Velate; del segundo se pasa fácilmente al Oria y por su afluente el Leizarán se alcanza el puerto de Urto y Leiza. De ambos, sobre el mapa, hoy nos parece que es el mejor el primero, el del Bidasoa, el más corto, pero el enorme farallón de Velate es menos franqueable. Quizá esta sea la razón por la cual San Sebastián y no Fuenterrabía fue el principal asentamiento de los inmigrantes gascones. Y ello a pesar de que el estuario del Bidasoa tenía una más antigua tradición portuaria : nada menos que se remontaba a la época de los romanos.
(GLOSAS EUSKARAS. José Luis BANÚS y AGUIRRE)
miércoles, 2 de enero de 2019
POR EL BUEN NOMBRE DE SAN SEBASTIÁN (02/01/1929)
Extraño caso el de un periódico donostiarra que está en el deber de salir en defensa de San Sebastián contra unos cuantos desatentados donostiarras. Hemos callado durante unos días, por deberes de prudencia, para impedir otros exabruptos como los que hemos leido. Tales fueron los que recogieron los periódicos catalanes en defensa de un grupo de hombres de Cataluña que venían a San Sebastián.
Pero lo leído durante las últimas cuarenta y ocho horas colma la medida normal de la prudencia en quienes viven donostiarramente. El contrasentido entre lo dicho días pasados y lo dicho anteayer, alcanza desproporciones no mensurables.
Hablemos como donostiarras, que amamos lo nuestro y estimamos lo ajeno en la proporción de su valor. No lancemos al vuelo las campanas de la torre del Buen Pastor para no oir los sonidos de las campanas de Nuestra Señora de Gracia. Pero tengamos para lo nuestro la sensiblidad que exactamente debe tener el lógico sentido de los hechos. No somos ni peores ni mejores que los demás. Pero amamos lo nuestro sin pasión y sin odio para nadie. No es justo que haya quienes, en San Sebastián, en muy recientes días, proclamasen la necesidad de triunfar en el deporte, empleando para ello entradas en tromba y utilizando, según otros periodistas, los medios precisos para no ser derrotados.
Las intemperancias de los que así escribieron en diarios locales fueron recogidas por los diarios de Barcelona. Y uno de ellos exclamaba:
- ¿Cómo han de ir los nuestros a jugar en estas condiciones?
De modo que la falta de ponderación en la palabra, la carencia del sentido generoso del buen donostiarra, hizo que los mismos donostiarras ofreciesen a los adversarios - no enemigos, por nuestra parte al menos - (ofreciesen) argumentos firmes a quienes había de utilizarlos a fin de explotar la sentimentalidad de los suyos, que en este caso eran rivales de la opinión expuesta por aquellos periodistas.
No supieron escribir antes sino con el feroz, frenético apasionamiento propios de la incultura y la sinrazón. Y si no había aquel apasionamiento había desmedida falta de criterio periodístico, asombrosa incomprensión del leal y siempre notabilisimo proceder de los donostiarras. Cierto que en nuestra colectividad apasionados reprensibles por su proceder, pero no es menos cierto que en todas las grandes poblaciones y en los pequeños pueblos existe esa minoría, proporcionalmente, que no puede ser base para ponderar el grado de ineducación y de incultura de una colectividad.
Consideramos incurso en el delito de antidonostiarrismo generoso al que ha escrito las palabras: "San Sebastián tiene el tejado de europeo y los cimientos de cafre". La blasfemia ha sido proferida. San Sebastián está en la obligación de exigir al blasfemo una reparación moral.
Más exigible cuando en donde tal se escribió habían escrito, pocos días antes, lo que podía servir de base para una violencia deportiva que nosotros hubiéramos lamentado.
En Barcelona, en Zaragoza, en Badajoz, en Madrid, en Valencia, en otras muchas ciudades ocurrieron hechos deportivos en los cuales centenares de personas infirieron grave daño a las normas de hidalguía. Pero no hubo periodistas, ni periódico que hablasen de inculpaciones a la ciudad, de que los cimientos de la ciudad eran de cafre.
San Sebastián tiene setenta y cinco mil habitantes. Sesenta de ellos cometen ligero atropello, y esos sesenta son muchachos sin cédula de ciudadanía. ¿Es posible hablar de hordas, de vándalos, de cafres y de que la honra de la ciudad está a merced de una piedra de esos indocumentados? El honor no puede estar, ni está, a merced de un chico sin noción de que significa en la vida del hombre y de la población. Es preciso exigir responsabilidades a quien las tiene, no a una muchachada irresponsable, quizá lanzada al acto violento por aquellos que luego han proferido denuestos contra San Sebastián.
La primordial manifestación de cultura debe manifestarse en quienes para censurar el insulto de unos irresponsables, por el número y por la calidad, no insultan a la propia ciudad, a los suyos que han sido ajenos, en mayoría desproporcionada, a la pésima acción de unos cuantos.
Y ha sido más vergonzoso mezclar no a las turbas, no a la masa, no a un sector local sino a la Ciudad en acción a la que la Ciudad ha sido ajena y nunca puede serle imputada. Pues ¿qué representación donostiarra hubo ante el Hotel Biarritz en el momento que unos chicuelos inconscientes lanzaban una docena de piedras contra los cristales?¿Qué elemento- hablamos en singular para valorizar nuestra protesta - de significación netamente local hubo entre seis docenas de muchachos?¿Cabe hablar de tejado europeo y cimiento de cafre por aquella reprobable actitud de unos chiquillos, alocados quizá por el veneno deportivo que les hicieron ingerir los mismos que luego colocan a San Sebastián en deshonesta actitud violenta, propia de quien tiene que domar sus pasiones para depurarlas y hacerlas dóciles al sentimiento de la vida cordial.
La torpeza ha sido tan peregrina como la inconsciencia de quienes así han hablado y tales despropósitos han escrito.
San Sebastián nada tiene que ver con los cuatro chicos, el mayor de catorce años, detenidos por producir incidencias que están comprendidas en una modesta medida de represión gubernativa.
No tomen en vano el nombre de la Ciudad. Y, sobre todo, los que tienen culpa de la algaradilla callejera no hablen, que incurren en blasfemia antidonostiarra, de que San Sebastián tiene "tejado de europeo y cimientos de cafre".
( EL PAÍS VASCO (Diario Independiente). Miércoles, 2 de Enero de 1929. Número 1.783)
Pero lo leído durante las últimas cuarenta y ocho horas colma la medida normal de la prudencia en quienes viven donostiarramente. El contrasentido entre lo dicho días pasados y lo dicho anteayer, alcanza desproporciones no mensurables.
Hablemos como donostiarras, que amamos lo nuestro y estimamos lo ajeno en la proporción de su valor. No lancemos al vuelo las campanas de la torre del Buen Pastor para no oir los sonidos de las campanas de Nuestra Señora de Gracia. Pero tengamos para lo nuestro la sensiblidad que exactamente debe tener el lógico sentido de los hechos. No somos ni peores ni mejores que los demás. Pero amamos lo nuestro sin pasión y sin odio para nadie. No es justo que haya quienes, en San Sebastián, en muy recientes días, proclamasen la necesidad de triunfar en el deporte, empleando para ello entradas en tromba y utilizando, según otros periodistas, los medios precisos para no ser derrotados.
Las intemperancias de los que así escribieron en diarios locales fueron recogidas por los diarios de Barcelona. Y uno de ellos exclamaba:
- ¿Cómo han de ir los nuestros a jugar en estas condiciones?
De modo que la falta de ponderación en la palabra, la carencia del sentido generoso del buen donostiarra, hizo que los mismos donostiarras ofreciesen a los adversarios - no enemigos, por nuestra parte al menos - (ofreciesen) argumentos firmes a quienes había de utilizarlos a fin de explotar la sentimentalidad de los suyos, que en este caso eran rivales de la opinión expuesta por aquellos periodistas.
No supieron escribir antes sino con el feroz, frenético apasionamiento propios de la incultura y la sinrazón. Y si no había aquel apasionamiento había desmedida falta de criterio periodístico, asombrosa incomprensión del leal y siempre notabilisimo proceder de los donostiarras. Cierto que en nuestra colectividad apasionados reprensibles por su proceder, pero no es menos cierto que en todas las grandes poblaciones y en los pequeños pueblos existe esa minoría, proporcionalmente, que no puede ser base para ponderar el grado de ineducación y de incultura de una colectividad.
Consideramos incurso en el delito de antidonostiarrismo generoso al que ha escrito las palabras: "San Sebastián tiene el tejado de europeo y los cimientos de cafre". La blasfemia ha sido proferida. San Sebastián está en la obligación de exigir al blasfemo una reparación moral.
Más exigible cuando en donde tal se escribió habían escrito, pocos días antes, lo que podía servir de base para una violencia deportiva que nosotros hubiéramos lamentado.
En Barcelona, en Zaragoza, en Badajoz, en Madrid, en Valencia, en otras muchas ciudades ocurrieron hechos deportivos en los cuales centenares de personas infirieron grave daño a las normas de hidalguía. Pero no hubo periodistas, ni periódico que hablasen de inculpaciones a la ciudad, de que los cimientos de la ciudad eran de cafre.
San Sebastián tiene setenta y cinco mil habitantes. Sesenta de ellos cometen ligero atropello, y esos sesenta son muchachos sin cédula de ciudadanía. ¿Es posible hablar de hordas, de vándalos, de cafres y de que la honra de la ciudad está a merced de una piedra de esos indocumentados? El honor no puede estar, ni está, a merced de un chico sin noción de que significa en la vida del hombre y de la población. Es preciso exigir responsabilidades a quien las tiene, no a una muchachada irresponsable, quizá lanzada al acto violento por aquellos que luego han proferido denuestos contra San Sebastián.
La primordial manifestación de cultura debe manifestarse en quienes para censurar el insulto de unos irresponsables, por el número y por la calidad, no insultan a la propia ciudad, a los suyos que han sido ajenos, en mayoría desproporcionada, a la pésima acción de unos cuantos.
Y ha sido más vergonzoso mezclar no a las turbas, no a la masa, no a un sector local sino a la Ciudad en acción a la que la Ciudad ha sido ajena y nunca puede serle imputada. Pues ¿qué representación donostiarra hubo ante el Hotel Biarritz en el momento que unos chicuelos inconscientes lanzaban una docena de piedras contra los cristales?¿Qué elemento- hablamos en singular para valorizar nuestra protesta - de significación netamente local hubo entre seis docenas de muchachos?¿Cabe hablar de tejado europeo y cimiento de cafre por aquella reprobable actitud de unos chiquillos, alocados quizá por el veneno deportivo que les hicieron ingerir los mismos que luego colocan a San Sebastián en deshonesta actitud violenta, propia de quien tiene que domar sus pasiones para depurarlas y hacerlas dóciles al sentimiento de la vida cordial.
La torpeza ha sido tan peregrina como la inconsciencia de quienes así han hablado y tales despropósitos han escrito.
San Sebastián nada tiene que ver con los cuatro chicos, el mayor de catorce años, detenidos por producir incidencias que están comprendidas en una modesta medida de represión gubernativa.
No tomen en vano el nombre de la Ciudad. Y, sobre todo, los que tienen culpa de la algaradilla callejera no hablen, que incurren en blasfemia antidonostiarra, de que San Sebastián tiene "tejado de europeo y cimientos de cafre".
( EL PAÍS VASCO (Diario Independiente). Miércoles, 2 de Enero de 1929. Número 1.783)
KOXKAS DONOSTIARRAS: "La Voz de Guipúzcoa"
La vida del periódico "La Voz de Guipúzcoa" va desde el primero de enero de 1885 al 19 de julio de 1936 y durante ese medio siglo fue un constante defensor de los intereses de San Sebastián y la provincia a la vez que de los ideales republicanos. En su cabecera podía leerse estas palabras : "Diario Republicano", y en ese mismo lugar se decía que se publicaba todos los días, incluso los festivos, dando a la vez cuenta de los precios de suscripción que eran de 4,50 pesetas los tres meses, 9 Ptas, el medio año y 17 Ptas. el año, vendiéndose el número suelto a 5 céntimos. Los anuncios y reclamos se cobraban a 25 céntimos la línea.
La dirección, redacción y administración estaba, paradoja para un diario republicano, en la calle del Príncipe, letra D, principal. Su primer director fue don Víctor Acha, que una vez lanzado el periódico cesó el 22 de abril, sucediéndole don Eduardo de la Peña. Los propietarios del periódico eran los hermanos Joaquín y Benito Jamar, Ramón Usabiaga y Manuel Oa.
El primer número, que se publicó el primero de enero hace ahora un siglo,constaba de cuatro páginas tamaño tabloide y en su editorial de presentación daba cuenta de cuál sería su ideario político: "Los que apartan la vista de las cuestiones personales, los que buscan en la Prensa buena fe e imparcialidad, esos pueden leer "La Voz de Guipúzcoa". Los que alardean quizá de hombres de orden, gozan en los alfilerazos que se dan al prójimo, y van husmeando la crónica picante, esos no encontrarán en nuestros escritos nada que sea de su gusto. Será una lástima, pero no servimos para ese oficio". Y más adelante decía: "La Voz de Guipúzcoa" es un periódico político que viene a defender las ideas republicanas- El que sea republicano, está con nosotros; al que no lo sea aún, procuraremos atraer a nuestro campo (...) Sabemos que somos la minoría, pero eso importa poco a quien no busca triunfos efímeros ni representación de mayorías, y no ambiciona otra cosa que defender la razón y la verdad. Ahí está, enfrente de nosotros, en esa mayoría, el carlismo, al que haremos ruda oposición; ahí está también el Partido Liberal de la Provincia, para el que guardamos todas nuestras simpatías (...) Manteniendo la integridad de nuestros principios republicanos, estaremos siempre, en este baluarte del carlismo, al lado de los liberales, mientras sepan o quieran ser liberales.
La preocupación del nuevo periódico era el carlismo, que hace un siglo era fuerte en Guipúzcoa. Y aparte del editorial en el que anunciaba que le haría ruda oposición, en este primer número arremetía contra un periódico carlista que se publicaba en Bilbao, "El Vasco", al que le dedicaba rebuscados epítetos.
Este primer número insertaba muy pocas noticias y comenzaba a publicar en forma de folletón la novela "El médico de aldea". Daba cuenta de la actuación en el Teatro Principal de una compañía de ópera de la que formaban parte las cantantes Baillou y Casayús, y los señores Farvaro, Carrión, Medini y Carapia, que habían puesto en escena "Barbero de Sevilla", a tres reales la entrada de general. Los anuncios eral la Papelería Jornet de Alameda, 15, la tienda del grabador C. Lamsfus de Alameda, 8 y la librería de Luis Rubinat, "centro general de suscripciones".
(KOXKAS. R.M. EL DIARIO VASCO. 2 de Enero de 1985.)
La dirección, redacción y administración estaba, paradoja para un diario republicano, en la calle del Príncipe, letra D, principal. Su primer director fue don Víctor Acha, que una vez lanzado el periódico cesó el 22 de abril, sucediéndole don Eduardo de la Peña. Los propietarios del periódico eran los hermanos Joaquín y Benito Jamar, Ramón Usabiaga y Manuel Oa.
El primer número, que se publicó el primero de enero hace ahora un siglo,constaba de cuatro páginas tamaño tabloide y en su editorial de presentación daba cuenta de cuál sería su ideario político: "Los que apartan la vista de las cuestiones personales, los que buscan en la Prensa buena fe e imparcialidad, esos pueden leer "La Voz de Guipúzcoa". Los que alardean quizá de hombres de orden, gozan en los alfilerazos que se dan al prójimo, y van husmeando la crónica picante, esos no encontrarán en nuestros escritos nada que sea de su gusto. Será una lástima, pero no servimos para ese oficio". Y más adelante decía: "La Voz de Guipúzcoa" es un periódico político que viene a defender las ideas republicanas- El que sea republicano, está con nosotros; al que no lo sea aún, procuraremos atraer a nuestro campo (...) Sabemos que somos la minoría, pero eso importa poco a quien no busca triunfos efímeros ni representación de mayorías, y no ambiciona otra cosa que defender la razón y la verdad. Ahí está, enfrente de nosotros, en esa mayoría, el carlismo, al que haremos ruda oposición; ahí está también el Partido Liberal de la Provincia, para el que guardamos todas nuestras simpatías (...) Manteniendo la integridad de nuestros principios republicanos, estaremos siempre, en este baluarte del carlismo, al lado de los liberales, mientras sepan o quieran ser liberales.
La preocupación del nuevo periódico era el carlismo, que hace un siglo era fuerte en Guipúzcoa. Y aparte del editorial en el que anunciaba que le haría ruda oposición, en este primer número arremetía contra un periódico carlista que se publicaba en Bilbao, "El Vasco", al que le dedicaba rebuscados epítetos.
Este primer número insertaba muy pocas noticias y comenzaba a publicar en forma de folletón la novela "El médico de aldea". Daba cuenta de la actuación en el Teatro Principal de una compañía de ópera de la que formaban parte las cantantes Baillou y Casayús, y los señores Farvaro, Carrión, Medini y Carapia, que habían puesto en escena "Barbero de Sevilla", a tres reales la entrada de general. Los anuncios eral la Papelería Jornet de Alameda, 15, la tienda del grabador C. Lamsfus de Alameda, 8 y la librería de Luis Rubinat, "centro general de suscripciones".
(KOXKAS. R.M. EL DIARIO VASCO. 2 de Enero de 1985.)
¡QUE SE HAGA JUSTICIA! (02/01/1919)
Estamos constantemente censurando a los maridos que "zumban la pandereta" a sus señoras. Es justo también que censuremos a éstas cuando son ellas las que pegan. Ayer, en la calle Embeltrán, riñó un matrimonio y el pobrecito marido salió para la Casa de Socorro a que le curasen unos chichones que le había hecho su agria media naranja.
(LA VOZ DE GUIPÚZCOA.(Diario Republicano).Jueves 2 de Enero de 1919. Número 11.993)
(LA VOZ DE GUIPÚZCOA.(Diario Republicano).Jueves 2 de Enero de 1919. Número 11.993)
martes, 1 de enero de 2019
AÑO NUEVO .... (01/01/1919)
He aquí que ya le hemos dado la puntilla a otro año más. Como todos los que le han precedido y mismamente que todos los que habrán de seguirle en el transcurso de la vida humana, el año que ayer feneció ha tenido de todo. Ha sido bueno, excelente, lisonjero para muchos. A otros muchos, a los que se han sentido fieramente perseguidos por la adversidad, todo habrá de parecerles poco y comedido en demasía el lenguaje que puedan utilizar para anatematizarlo. Así es siempre la vida. Una sucesión no interrumpida de bienandanzas y de desesperadas situaciones. Nunca llueve a gusto de todos. Esta frase parece encerrar una de las grandes, una de las pocas verdades de la vida.
Cosas buenas y malas han pasado, como en todos los anteriores, en el año que desde ayer mora en el recinto de la Historia. Pero es justo confesar que muchas de las cosas malas que han sucedido son imputables, puede decirse que exclusivamente a la propia maldad de los hombres. Mucha parte en la desventura social corresponde, indudablemente, a la fatalidad. Eso no se pone ni siquiera en trance de duda. Todavía el hombre no ha cavilado lo suficiente para regodearse con el éxito de haber puesto barreras infranqueables a la fatalidad. Somos muy pequeños para eso los hombres, no obstante nuestra tan decantada superioridad. Forzoso nos es, pues, someternos a los ignorados designios. Pero hay algo que está a nuestro alcance a poco que nos mostremos propicios a conseguirlo. Tenemos corazón, gozamos de una inteligencia que, si en sus orígenes no fue privilegiada, el correr de los siglos y la culminación de la cultura universal han hecho que se haya colocado en situación muy ventajosa para afrontar con probabilidades de triunfo rotundo, inconfundible, los problemas sociales de más vasta complicación que pueden presentársenos.
Los males sociales, que tanto desdicen de nuestro carácter de seres humanos, podrían hallar aminoraciones sensibles si nosotros pusiéramos más noble empeño en demostrar que somos hombres y no muñecos que bailan desenfrenadamente, arrítmicamente, al loco compás de los vaivenes de esta incierta y paradójica vida. Somos humanos pero no lo parecemos. Porque toda nuestra vida es una continua inhumanidad. Y se da el contrasentido enorme de que a un mayor esplendor en la cultura humana, en los procedimientos universales, parece que gozamos en acompañar una menor comprensión de los deberes anejos a la sociabilidad. Y este es un absurdo que no debe imperar en la escandalosa proporción, en la incomprensible ferocidad con que se nos muestra en estos tiempos de todos los pretendidos refinamientos culturales. Esta es la mejor demostración de que la cultura no corre pareja con la moral. Y hora es de que se comprenda que la cultura que no tenga por finalidad elevar la categoría moral de los individuos, es una cultura de relumbrón, una cultura barnizada que no persigue otra mira que la de envanecer tontamente a los seres que llegan a poseerla. Moral y cultura han de ser términos complementarios, si es que de veras queremos que algún día llegue a reinar sobre la tierra el espíritu de la fraternidad que debe distinguir a los seres señalados por idéntica condición de especie privilegiada y cuyas finalidades vitales convergen hacia el mismo punto.
Hemos despachado un año más. Bueno o malo, ya se fue. Cada cual sabrá que género de despedirla otorgarle. Eso se queda para el fondo secreto de cada ciudadano. Pero lo que a todos nos incumbe y nos interesa grandemente es que el año que hoy comienza sea el signo señalador de que estamos dispuestos a una honda corrección en nuestros procedimientos. Iniciemos una nueva vida con el año nuevo. Seamos comprensivos y tolerantes para todos los errores. Sepamos perdonar las injurias. Humanicémonos. Seamos hermanos. Conozcámonos. Socialicen, los que están obligados a hacerlo, la vida plena, moral, física e intelectualmente. Que el hambre no sea un estigma de estos tiempos. Que la incultura y la desmoralización no sigan sonrojándonos. En suma: que pueda ser verdad lo de "año nuevo, vida nueva".
JUAN DE EASO.
("LA VOZ DE GIPÚZCOA" (Diario Republicano). Miércoles, 1º de Enero de 1919. Número 11.998)
Cosas buenas y malas han pasado, como en todos los anteriores, en el año que desde ayer mora en el recinto de la Historia. Pero es justo confesar que muchas de las cosas malas que han sucedido son imputables, puede decirse que exclusivamente a la propia maldad de los hombres. Mucha parte en la desventura social corresponde, indudablemente, a la fatalidad. Eso no se pone ni siquiera en trance de duda. Todavía el hombre no ha cavilado lo suficiente para regodearse con el éxito de haber puesto barreras infranqueables a la fatalidad. Somos muy pequeños para eso los hombres, no obstante nuestra tan decantada superioridad. Forzoso nos es, pues, someternos a los ignorados designios. Pero hay algo que está a nuestro alcance a poco que nos mostremos propicios a conseguirlo. Tenemos corazón, gozamos de una inteligencia que, si en sus orígenes no fue privilegiada, el correr de los siglos y la culminación de la cultura universal han hecho que se haya colocado en situación muy ventajosa para afrontar con probabilidades de triunfo rotundo, inconfundible, los problemas sociales de más vasta complicación que pueden presentársenos.
Los males sociales, que tanto desdicen de nuestro carácter de seres humanos, podrían hallar aminoraciones sensibles si nosotros pusiéramos más noble empeño en demostrar que somos hombres y no muñecos que bailan desenfrenadamente, arrítmicamente, al loco compás de los vaivenes de esta incierta y paradójica vida. Somos humanos pero no lo parecemos. Porque toda nuestra vida es una continua inhumanidad. Y se da el contrasentido enorme de que a un mayor esplendor en la cultura humana, en los procedimientos universales, parece que gozamos en acompañar una menor comprensión de los deberes anejos a la sociabilidad. Y este es un absurdo que no debe imperar en la escandalosa proporción, en la incomprensible ferocidad con que se nos muestra en estos tiempos de todos los pretendidos refinamientos culturales. Esta es la mejor demostración de que la cultura no corre pareja con la moral. Y hora es de que se comprenda que la cultura que no tenga por finalidad elevar la categoría moral de los individuos, es una cultura de relumbrón, una cultura barnizada que no persigue otra mira que la de envanecer tontamente a los seres que llegan a poseerla. Moral y cultura han de ser términos complementarios, si es que de veras queremos que algún día llegue a reinar sobre la tierra el espíritu de la fraternidad que debe distinguir a los seres señalados por idéntica condición de especie privilegiada y cuyas finalidades vitales convergen hacia el mismo punto.
Hemos despachado un año más. Bueno o malo, ya se fue. Cada cual sabrá que género de despedirla otorgarle. Eso se queda para el fondo secreto de cada ciudadano. Pero lo que a todos nos incumbe y nos interesa grandemente es que el año que hoy comienza sea el signo señalador de que estamos dispuestos a una honda corrección en nuestros procedimientos. Iniciemos una nueva vida con el año nuevo. Seamos comprensivos y tolerantes para todos los errores. Sepamos perdonar las injurias. Humanicémonos. Seamos hermanos. Conozcámonos. Socialicen, los que están obligados a hacerlo, la vida plena, moral, física e intelectualmente. Que el hambre no sea un estigma de estos tiempos. Que la incultura y la desmoralización no sigan sonrojándonos. En suma: que pueda ser verdad lo de "año nuevo, vida nueva".
JUAN DE EASO.
("LA VOZ DE GIPÚZCOA" (Diario Republicano). Miércoles, 1º de Enero de 1919. Número 11.998)
UN AÑO MÁS (01/01/1919)
Año viejo ¡ Qué pronto se dice y cuanto se encierra bajo esas dos palabras! Corta extensión pero largo contenido.
Ha pasado un año más, el avaro habrá amontonado riquezas, el mundano habrá acoplado placeres, y el ciudadano honrado y cristiano habrá atesorado virtudes y apilado méritos.
Las riquezas la polilla las corroe y el ladrón se las lleva, los placeres corroen el alma y como ladrones roban la salud del cuerpo y la vitalidad del espíritu, la virtud es tónico del cuerpo y galanura del alma son los méritos.
El año ha pasado. Ese vertiginoso vehículo que se llama tiempo ha pasado delante de la humanidad arrastrando a la otra vida lo que cada uno en él ha depositado.
Cuando nos arrastre también a nosotros allí encontraremos lo que en él hayamos acumulado, ira encontrarán allí los que atesoraron ira y encontrarán misericordia los que misericordia atesoraron.
Pasa el tiempo y con él todas las cosas mordidas por el diente feroz de ese implacable enemigo de las realidades mudables.
¡Cuántas ilusiones desvanecidas, cuántos proyectos de grandeza humana deshechos, cuántas vidas segadas en flor, cuántos tronos derrumbados!
Ha terminado la guerra, que vertió durante el año que acaba de morir torrenteras de sangre generosa, destruyó populosas ciudades y arrasó gigantescos imperios. Ha pasado un año más, dejando envuelto en densa penumbra el porvenir que parece percibirse como inquietante amenaza. Malo fue el pasado y el Señor nos tenga de su mano en el año que hoy comienza, por cierto bajo augurios nada felices ya que en todas partes se nota bullir de pasiones y alarma de inquietudes involucionarias.
Malo o bueno también pasará el año que hoy comienza, sólo Dios no pasa. Sólo El contempla inmutables desde el elevado pináculo de su eternidad el trasiego de las generaciones y el rodar y desgastarse de los mundos.
El ve la lucha de los hombres, contempla sus odios y sus prevaricaciones, para castigarlas; pero sin apresurarse, sino tomándose tiempo como quien tiene por suya la eternidad entera.
El ve también los sacrificios y las virtudes de sus seguidores, indiferente a veces a nuestro parecer; pero en realidad siempre atento a ellas, para que ni la más mínima quede sin recompensa apretada y colmada.
¡Qué pobres debemos parecerle a Dios en nuestra ruindad!¡Qué miserables en nuestras prevaricaciones! Pero como nos ama tanto ¡ qué agradables en nuestros sacrificios y buenas obras!
Él que es Señor del tiempo y que nos otorga el señalado bien de ver un año más, colmenos en sus gracias y véanos adornados en sus virtudes.
No olvidemos que todo pasa en el mundo, la grandeza humana es flor de un día, luz que se apaga, la sabiduría de los hombres y su grandeza como el día que pasó del que no queda memoria. Dios sólo es grande, Dios sólo es sabio y poderoso y Él solo no pasa porque sólo Él es eterno.
Vivamos desde el primer día de éste año como quisiéramos haber vivido el último, y no olvidemos los tan asendereados como hermosos versos de Ayala:
Un año más en la virtud pasado
Un paso es más que te aproxima al cielo.
("LA CONSTANCIA" (Diario Integro-fuerista). Miércoles 1º de Enero de 1919. Número 6908)
Ha pasado un año más, el avaro habrá amontonado riquezas, el mundano habrá acoplado placeres, y el ciudadano honrado y cristiano habrá atesorado virtudes y apilado méritos.
Las riquezas la polilla las corroe y el ladrón se las lleva, los placeres corroen el alma y como ladrones roban la salud del cuerpo y la vitalidad del espíritu, la virtud es tónico del cuerpo y galanura del alma son los méritos.
El año ha pasado. Ese vertiginoso vehículo que se llama tiempo ha pasado delante de la humanidad arrastrando a la otra vida lo que cada uno en él ha depositado.
Cuando nos arrastre también a nosotros allí encontraremos lo que en él hayamos acumulado, ira encontrarán allí los que atesoraron ira y encontrarán misericordia los que misericordia atesoraron.
Pasa el tiempo y con él todas las cosas mordidas por el diente feroz de ese implacable enemigo de las realidades mudables.
¡Cuántas ilusiones desvanecidas, cuántos proyectos de grandeza humana deshechos, cuántas vidas segadas en flor, cuántos tronos derrumbados!
Ha terminado la guerra, que vertió durante el año que acaba de morir torrenteras de sangre generosa, destruyó populosas ciudades y arrasó gigantescos imperios. Ha pasado un año más, dejando envuelto en densa penumbra el porvenir que parece percibirse como inquietante amenaza. Malo fue el pasado y el Señor nos tenga de su mano en el año que hoy comienza, por cierto bajo augurios nada felices ya que en todas partes se nota bullir de pasiones y alarma de inquietudes involucionarias.
Malo o bueno también pasará el año que hoy comienza, sólo Dios no pasa. Sólo El contempla inmutables desde el elevado pináculo de su eternidad el trasiego de las generaciones y el rodar y desgastarse de los mundos.
El ve la lucha de los hombres, contempla sus odios y sus prevaricaciones, para castigarlas; pero sin apresurarse, sino tomándose tiempo como quien tiene por suya la eternidad entera.
El ve también los sacrificios y las virtudes de sus seguidores, indiferente a veces a nuestro parecer; pero en realidad siempre atento a ellas, para que ni la más mínima quede sin recompensa apretada y colmada.
¡Qué pobres debemos parecerle a Dios en nuestra ruindad!¡Qué miserables en nuestras prevaricaciones! Pero como nos ama tanto ¡ qué agradables en nuestros sacrificios y buenas obras!
Él que es Señor del tiempo y que nos otorga el señalado bien de ver un año más, colmenos en sus gracias y véanos adornados en sus virtudes.
No olvidemos que todo pasa en el mundo, la grandeza humana es flor de un día, luz que se apaga, la sabiduría de los hombres y su grandeza como el día que pasó del que no queda memoria. Dios sólo es grande, Dios sólo es sabio y poderoso y Él solo no pasa porque sólo Él es eterno.
Vivamos desde el primer día de éste año como quisiéramos haber vivido el último, y no olvidemos los tan asendereados como hermosos versos de Ayala:
Un año más en la virtud pasado
Un paso es más que te aproxima al cielo.
("LA CONSTANCIA" (Diario Integro-fuerista). Miércoles 1º de Enero de 1919. Número 6908)
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