sábado, 13 de diciembre de 2025

X Efemérides de los últimos años del siglo XIX

 X Efemérides de los últimos años del siglo XIX 

22 septiembre de 1852. — Se inició por primera vez en sesión pública del Ayuntamiento de San Sebastián la idea de la creación de una Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de San Sebastián. 

24 junio de 1859.- Se inició la construcción del Ferrocarril del Norte en el tramo San Sebastián a Tolosa, dándose el primer golpe de pico simultáneamente en ambas poblaciones. 

21 diciembre de 1861. - Se inauguró el alumbrado público de Gas, en San Sebastián.

9 marzo de 1863. — Se dicta una R. O. para que Igueldo se incorpore a San Sebastián, constituyendo un barrio suyo. 

3 mayo de 1863. - Se inicia el derribo de las murallas. 

15 agosto de 1864. — Se inauguró el Ferrocarril del Norte, Madrid-París con asistencia del príncipe de Asturias (más tarde Alfonso XII). Al paso por San Sebastián se cantó un Tedeum, para lo cual se trajo el Armonium de la Misericordia de Atocha. 

17 febrero de 1867. - Se inaugura el Café de la Marina (esquina de la calle de Garibay, 2 con la Alameda, pares), con un baile de máscaras. Este café, cuyo dueño era suizo, Mr. Monigatti, fue uno de los mejores y más prestigiosos de España. 

27 diciembre de 1867.— Nace en la calle Oquendo, 8, el novelista Pío Baroja. 

23 junio de 1868. - Se inauguró el establecimiento comercial «El Andorrano> en la calle de Bengoechea, 1, esquina con Oquendo, que más tarde pasó a Garibay, 11, donde continúa. 

4 mayo de 1870. — Se funda la «Unión Artesana» actual Decana de So ciedades de San Sebastián. 

24 junio de 1872.- Se inaugura el Puente de piedra de Santa Catalina construído por el contratista señor Arzuaga, abuelo de los conocidos doctores Francisco y Fernando Tamés, y su hermano Antonio. 

16 julio de 1876. — Se inaugura la Plaza de Toros de Atocha construída en 27 días. 

9 mayo de 1877. — Por primera vez en España se utilizaron cascos de policeman por la guardia municipal. 

26 septiembre de 1877. — El Ayuntamiento acordó cambiar el nombre de la calle de la Trinidad, por la actual de 31 de Agosto. 

Abril de 1878. - Terrible temporal en el Cantábrico, con más de 200 pescadores ahogados.

1 marzo de 1879. — Según hemos referido, nació la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de San Sebastián. 

27 abril de 1879.— Nace en Azpeitia el infrascrito. 

13 septiembre de 1879. - Se inauguró el Casino de Azpeitia. 

18 octubre de 1879. - Edison descubre la bombilla eléctrica de filamento de carbón. 

6 marzo de 1880. – Se inicia la idea de crear el Monte Ruso y su emplazamiento en Alderdi-eder. 

24 marzo de 1880. - Se implanta el sistema métrico decimal, con саrácter obligatorio en San Sebastián. 

30 mayo de 1881.- Se crea el Cuarto de Socorro en la Plaza de las Escuelas (hoy de Sarriegui). Su servicio se encomienda al doctordon Julián Usandizaga, que vive enfrente -Narrica, 3— y el practicante don Blas Benegas, que vive cerca, Elcano, 8, quien guardará la llave.

1 enero de 1885. — Se publica el primer número de «La Voz de Guipúzcoa». Se conoce que era necesaria la necesidad de un Diario, porqueaunque se publicaba «El Diario de San Sebastián», en realidad no era Diario, pues a veces salía cada semana. Prueba de ello, fue que a los pocos días dejó de publicarse. A los dos o tres meses de aparecer La Voz de Guipúzcoa, anunciaba que publicaría también esquelas de defunción y a los tres días de este anuncio, se pudo leer la primera que se publicó, del fallecimiento de don Canuto Muñoz Agote, padre de nuestro buen amigo don Joaquín Muñoz Baroja, Secretario de la Junta Provincial de Instrucción de Guipúzcoa. Don Canuto, era extraordinariamente activo y apasionado por la cultura vasca y el idioma vernáculo. Era colaborador del insigne donostiarra don José Manterola y en su eficaz intervención en la Casa Baroja, laboró por la difusión de nuestro querido euskera. Fue uno de los iniciadores de las anuales fiestas vascas en San Sebastián con torneos de bersolaris desde dos casas de la calle de Juan de Bilbao y fue creador de la revista "Euskal-Erria" fundada por don José Manterola y dirigida después a la muerte de éste, por don Antonio Arzac, a quien conocimos como bibliotecario municipal. Puede su nieto don Ignacio Muñoz Baroja, vanagloriarse de la solera profesional y popular de que goza.

11 enero de 1885.- Muere el organista de Santa María, Santesteban, El Maisuba.

1 julio de 1885. - En los bajos de la calle San Marcial, esquina al n.° 7 de la calle Urbieta, se inaugura una capilla que representa a la nueva parroquia del Ensanche, futuro Buen Pastor. En esta Capilla, fue bautizado nuestro amigo José M.ª Donosti, famoso periodista y Cronista Oficial del Ayuntamiento de San Sebastián. Cuando mediante un arreglo parroquial se traspasó parte de la feligresía del Buen Pastor, a la Parroquia de Santa María, el trozo de la calle de San Marcial, entre Urbieta y Echaide, la propietaria de la casa, hizo valer esta circunstancia, para continuar siendo feligreses del Buen Pastor, y lo consiguió, siendo la única excepción, el edificio de Urbieta 7 y San Marcial 44 donde está instalada la Confitería de «La Dulce Alianza». 

25 diciembre de 1885. - Gran incendio en la Diputación Provincial.

31 agosto de 1886. — Primera corrida nocturna celebrada en España, en San Sebastián. 

1887.— Se inaugura el Gran Casino que dió gran fama y nombre a San Sebastián. 

1887. - Se inaugura el Frontón de Jai-Alai con un partido de pelota entre Mardura y Baltasar de Azpeitia, y Elicegui de Rentería y Chiquito de Eibar. 

1887. - Primer veraneo de la Familia Real en el Palacio de Ayete. 

8 junio de 1887. - Traslado de los restos del Cementerio de San Bartolomé a Polloe, cuya reseña se hace en páginas anteriores. 

8 julio de 1887. - Se inaugura el tranvía de caballos en el primer tramo Ategorrieta-Alameda-Concha. A continuación, va un resumen de la evolución de este servicio. 

15 agosto de 1887. - Juegan un partido de pelota, el famoso cantante Julián Gayarre y el no menos famoso torero, Rafael Molina (Lagartijo), el partido lo ganó Gayarre.

31 agosto de 1887. - Se jugó, en obsequio de la Reina María Cristina, que veía por primera vez un partido de pelota en Jai-Alai, entre Mardura de Azpeitia y Chiquito de Eibar, contra Elícegui de Rentería y Manco de Villabona. La perspicacia de S. M. observó la dificultad que pudiera tener el Manco (que tenía amputado su brazo), para atarse el guante y solicitó su presencia en el palco Real, para ver cómo lo hacía. El Manco lo demostró con habilidad habitual y rapidez, ayudándose de la boca, con gran asombro de quienes lo presenciaban, al terminar el partido S. M. obsequió a los pelotaris con botonadoras de oro.

9 septiembre de 1887.- Se puso la primera piedra del monumento a Oquendo. 

26 septiembre de 1887.- Se coloca la primera piedra de la Parroquia del Antiguo. 

25 marzo de 1888. — Se inaugura la Capilla del Sagrado Corazón en lo que hoy es la Pescadería del Mercado de la calle Urbieta, llamado de San Martín. En esta Capilla, que sustituye a la de la Dulce Alianza y precede a la Parroquia del Buen Pastor a la que representa, vimos casarse a don José Elósegui, padre del anterior Alcalde, don José M.3 Elósegui Lizarriturry, también bautizaron a mi esposa y a una hermana mía. 

13 mayo de 1888. — Se inaugura la Lotería y estanco de Arrúe. 

11 julio de 1888. - Se inaugura el alumbrado eléctrico en los cafés de La Marina, Oteiza y Europa. 

8 septiembre de 1889. - Inauguración de la Parroquia del Antiguo. 

2 noviembre de 1889. - Primer concierto de la Sociedad de Amigos del País, en el Palacio de Bellas Artes de la calle de Euskal-Erria. 

2 septiembre de 1891. - Se publica el primer número de «La Unión Vascongada», siendo la primera esquela de defunción que publica la de don Manuel Zubillaga Nazabal, que vivió en la calle de Puyuelo y según reza, murió después de recibir los auxilios espiri- tuales. 

Octubre de 1892. - Fallece don Toribio Pena, Director de uno de los primeros Colegios de 1.ª y 2.a Enseñanza, situado en la Plazuela de Lasala. 

21 diciembre de 1892. - Se hicieron las primeras pruebas del piso de asfalto, en la acera del ángulo Avenida-Loyola, 2. 

27 de agosto de 1893. - Motín contra el Presidente del consejo de Ministros, con intento de asalto al Hotel de Londres, que entonces ocupaba el espacio que luego ocupó el Hotel du Palais y hoy, el que ocupan las casas pares de la primera manzana de la calle Guetaria. 

1 septiembre de 1894. - Presentación y desfile del Batallón Infantil.

12 marzo de 1895. - El bergantín «Gobi» naufragó en las rocas de Mompás hundiéndose, víctima de un violento temporal. 

30 noviembre de 1895. -- Se inauguró el Palacio de Bellas Artes, en la calle de Euskal-Erria. 

4 enero de 1896. — Un tremendo temporal hizo embarrancar a la goleta holandesa Wertrowen, en la playa de la Zurriola, a la altura de lo que hoy es la calle de Ramón y Cajal, que era playa con mucha rompiente de olas. 

20 enero de 1897. - Se inauguró el Orfeón Donostiarra bajo la dirección de Secundino Esnaola.

30 junio de 1897. - Se inauguró el Buen Pastor.

9 diciembre de 1897. - Se inauguró el Altar Mayor del Buen Pastor, regalado por el Barón de Satrústegui.  

1 enero de 1898. - Nacen los periódicos tradicionalistas el Correo de Guipúzcoa y la Constancia. 

19 marzo de 1899. - A propuesta de don Wenceslao Orbea, se incorpora la Sociedad Económica de Amigos del País al Palacio de Bellas Artes. 

1 mayo de 1899. — Se terminó la fabricación de la torre del Buen Pastor, de 75 metros de altura.

IX El Cuerpo de Bomberos de San Sebastián

 IX El Cuerpo de Bomberos de San Sebastián

Uno de los espectáculos más vistosos y atrayentes, tanto para niños y muchos mayores, lo ha constituido, el presenciar un desfile militar, pero supera a esta atracción, la actuación de los bomberos, que desfilan a toda carrera, en sus rápidos y urgentes desplazamientos, el trepidar de sus vehículos, y el de sus equipos de extinción y salvamento, al que se añade el estrépito de las señales de alarma, campanas y sirenas, que obligan preceptivamente a interrumpir la circulación a peatones y vehículos, no obstante lo cual, muchos reemprenden la marcha en dirección de los bomberos, para presenciar el emocionante espectáculo de su intervención. A muchos lectores de este artículo les extrañará, que como útil que se empleaba en otros tiempos que hemos conocido, se utilizase para toque de alarma, por las autoridades nocturnas (serenos) la carraca y se preguntarán qué finalidad tenía el uso de este vulgar instrumento, pero deben saber, que hace más de medio siglo, que cuando se trataba de un incendio de noche, el primer aviso lo daban los serenos, utilizando las magníficas carracas, que con el farol y el chuzo, constituían el indispensable equipo de los serenos municipales. Si el siniestro tenía lugar de día, los celadores, como se llamaba entonces a los guardias municipales, por obligación, y el público en general, voluntariamente y por espíritu de ciudadanía, se apresuraban a avisar al propio domicilio, fácilmente localizados, mediante unas placas esmaltadas en color rojo, con la indicación bien visible de "Bombero n.° tal" que se fijaba en el umbral de la casa que habitaba. A estos avisos verbales y a los toques de alarma de las carracas, acompañaban las campanas de las iglesias, a cuyo toque de rebato los bomberos se apresuraban a comparecer en el parque, donde después de equiparse del uniforme se hacían cargo del material destinado a todos y cada uno de ellos, mientras el retén de guardia se anticipaba a salir al lugar del siniestro. Al objeto de estimular la rápida presencia del personal en el parque, los diez primeros bomberos que acudían recibían una gratificación según el orden cronológico en que se presentaban, lo cual acreditaban mediante unas bolas numeradas que recogían, guardándolas para justificar su presentación. En los incendios no se permitían mirones, pues todo curioso que se presentaba era obligado a formar en la clásica «cadena» que proveía de agua a las bombas, desde la fuente o depósito más próximo, mediante unos baldes plegables de lona que llamaban «pozales» e iban pasándose de mano en mano, devolviéndolos vacíos. A medida que fue ampliándose la tubería de agua potable, fueron desapareciendo los pozales, ya que la instalación de bocas de riego y de incendio eran suficientes para abastecer las bombas, así como para proyectar chorros a presión directa. Las bombas y las escalas de salvamento y demás material, eran conducidos a todo correr, tirados por equipos de dos y cuatro bomberos que habían de hacerlas funcionar a brazo, relevándose con frecuencia en tan duro y pesado trabajo. Más tarde este material, sobre todo el de salvamento, fue sustituído por otro más moderno, a cuya adquisición no fue ajena la catástrofe que originó un terrible incendio ocurrido en la calle de Urbieta, del que damos cuenta a continuación. Hoy el Cuerpo de Bomberos de San Sebastián, está considerado como uno de los mejores de España, pues cuenta con los más modernos elementos de trabajo, aunque no del personal suficiente y necesario para su máxima eficacia, pero seguramente el Municipio, que se ocupa de perfeccionarlo, no dejará que pierda la fama de que disfruta.


19 DE MARZO DE 1893. — INCENDIO EN LA CALLE DE URBIEТА, CON GRAVES DAÑOS Y VARIOS MUERTOS 

A las doce de la noche del día de San José, de improviso y cuando apenas circulaba gente por la calle, se oyeron gritos en que se pedía auxilio, desde un tercer piso de la calle de Urbieta n.° 6, de donde salía una humareda imponente. Algún transeúnte noctámbulo, corrió a llamar o buscar quien lo hiciese, al retén de bomberos, pero como tardaban en llegar, las voces de auxilio eran cada vez más apremiantes y empezó a reunirse alguna gente. El hombre que pedía auxilio, se dispuso a saltar a la calle, con el inminente peligro consiguiente y la gente le aconsejó que esperase a los bomberos que habían salido al ser avisados. Viendo que tardaban, el hombre entró en la habitación y probó a subir al tejado para correr a otro piso de la próxima casa y según se supo, después de haber recorrido los tejados de la casa n.º 8 de la calle de Urbieta, esquina al 46 de la calle de San Marcial y la siguiente del 46, consiguió salvarse después de grandes esfuerzos. Mientras tanto, y no por negligencia de los bomberos, que después de la impresión de negligencia que el público les abucheó, sino por deficiencia del servicio cuya organización fue justamente censurada y al final de la catástrofe, fueron felicitados por el público y la Prensa, por la forma enérgica, valiente y peligrosa en que les vieron actuar, pero careciendo del material necesario de salvamento, el incendio fue propagándose a las dos casas contiguas, el n. 4 y el n.º 8. Como en el piso bajo, que constaba de una carnicería de don Luis Artola y una tienda de comestibles, en la bodega de ésta, propiedad de Odriozola había, contraviniendo las Ordenanzas municipales, barriles de alcohol y cantidad de materiales de embalaje (cajas de madera, paja, etc.) y su dueño por temor a la pоsible sanción no lo declaró a tiempo, dio lugar a que una gran explosión provocara un derrumbamiento y la incomunicación con el exterior, en forma que los bomberos no pudieron utilizar ni la escalera de la casa ni las suyas de salvamento. Como apenas se abrieron los balcones, se supuso que los veintitantos muertos lo fueron por asfixia, por el humo que al no tener salida hasta que por el derrumbamiento empezó a despejarse, ensanchándose las llamas, los bomberos no pudieron hacer otra cosa que atacar el fuego por los tejados y balcones ve- cinos, los daños fueron considerables pero las pérdidas de vidas inocentes no podían tener compensación. Se presentaron las Autoridades y numeroso público que a pesar de lo intempestivo de la hora y del tiempo desapacible se mantuvo de pie, durante muchas horas, comentando desfavorablemente. Quién, se manifestaba protestando de que la moción que el Teniente de Alcalde don Diego Echeverría había presentado en reciente sesión, como si lo hubiera previsto, que se pusiese un timbre eléctrico en casa de todos los bomberos, que había quedado sobre la Mesa para su estudio, quién, que un retén de sólo cuatro bomberos no podía resolver a lo sumo más que un fuego de chimenea, quién, que se volviera a proveerse de las clásicas carracas, que por el solo hecho de oírlas sonar avisaban de que se trataba de un fuego, etc., quién, que se trajesen escaleras telescópicas y tubos y sacos de lona de salvamento, con lo que se hubieran podido salvar todas o algunas de las víctimas. El Ayuntamiento se reunió en sesión extraordinaria para evitar negligencias como la ocurrida y en aquella sesión, se oyó decir un Concejal, que reconocía y admitía las censuras, pero que tenía la se- guridad de que si antes de haber sucedido, se hubiera propuesto el gastar un presupuesto de 2.000 pesetas, seguramente hubiera sido censu- rado por todo el mundo. Ya desde entonces, el Cuerpo de Bomberos de San Sebastián ha merecido ser atendido por el Ayuntamiento, como veremos más adelante, siendo en la actualidad uno de los mejores de España, por su organización, personal, material y eficiencia, de lo que San Sebastián debe mostrarse orgulloso y satisfecho.


EXPLOSION DEL VAPOR CABO DE MACHICHACO EN SANTANDER 

El 3 de noviembre de 1893 se recibieron en San Sebastián alarmantes noticias de que en Santander había ocurrido una catástrofe de tal magnitud, que parecía increíble. A medida que pasaba el tiempo, fue tomando cuerpo la noticia, que llegó al colmo, cuando el entonces Al calde de San Sebastián don Diego Echeverría, que también era santanderino, recibió un telegrama urgente desde Barcelona firmado por el Marqués de Comillas dándole cuenta de que el vapor «Cabo de Machichaco», que acababa de salir del lazareto de Pedreña, atracó a los muelles de la bahía y había tenido un incendio. Como llevaba gran cantidad de dinamita y según luego se aseguró, no estaba declarado y creyeron роder dominarlo, sin conseguirlo, se provocó una enorme explosión seguida de otras que dio lugar a un número de muertos cifrados por el momento en muchos centenares, entre ellos el Gobernador Civil, dos comandantes de Marina, el Coronel del Regimiento de Burgos, Abogado fiscal de la Audiencia y otras Autoridades y numerosos personajes y mucha gente del pueblo, que habían ido a presenciar el incendio y a colaborar a su extinción. El Marqués de Comillas, pedía al Alcalde de San Sebastián con verdadera angustia, como santanderino, que San Sebastián enviase con urgencia equipo y material de incendios y salvamento. Inmediatamente se dispuso saliera para Santander un equipo de 20 bomberos y al solicitar voluntarios, todos por unanimidad, pidieron ir en auxilio de los santanderinos, por lo que hubo de sortearlos. El concejal señor Macazaga, se prestó a acompañarlos, con el ordenanza Gonzalo y el Sub-Jefe señor Leclercq, total que embarcaron en un pequeño vapor de cabotaje, el «Mechelin», que había lle- gado aquella tarde y había descargado ya, y considerando que era el medio más rápido, salieron la misma noche, para llegar a primera hora de la mañana. Nosotros, un grupo de estudiantes de bachillerato, los vimos salir, despidiéndolos con emoción y entusiasmo, porque cono- cíamos a algunos como el corneta (Thortua), Lázaro Carrasquedo, Usa- biaga, el cabo Echarri, etc. 

Una vez llegados, según nos contaron a su regreso, el Concejal señor Macazaga se puso a las órdenes del Jefe de Bomberos y procedieron a los trabajos de extinción del enorme incendio que afectó a numerosas casas de varias calles, encontrándose también con que habían acudido bomberos de Bilbao y Burgos. Los daños fueron incontables y los muertos llegaron al millar. 

Santander, que ha sido víctima de varios incendios, tiene un mag- nífico Cuerpo de Bomberos, además del Municipal otro particular del vecindario, que en cuanto sopla el viento Sur, sea por la orientación de la Ciudad o por otra causa, menudean los incendios y esos días el Cuerpo de Bomberos voluntarios está acuartelado en previsión de tener que actuar.


OTRA INTERVENCION DE LOS BOMBEROS DE SAN SEBASTIAN 

Allá por el año 1941, un 15 de febrero, tuvieron que acudir los bom- beros de San Sebastián a Oñate a sofocar un incendio que afectaba a cuatro casas y una vez terminado su trabajo, al regreso, se encontraron con la carretera bloqueada por árboles y postes telegráficos derribados por un verdadero huracán que se desencadenó aquella noche, te- niendo que interrumpir la marcha para ir separando aquellos obstácu- los. Al llegar al Parque en San Sebastián, se les comunicó que habiéndose movilizado todo el personal a consecuencia del huracán, se hallaban despejando carreteras y apuntalando chimeneas y miradores, con riesgo de desprendimientos, acababa de recibirse orden de acudir a Igueldo, donde se había hundido una casa, arrastrando entre los escombros a varios vecinos que pedían auxilio. Personados en el lugar, se consiguió desescombrar y extraer con vida a las cuatro personas enterradas, aunque lesionadas de alguna gravedad. No terminó el día sin que recibieran un nuevo aviso, esta vez de Zumaya, pidiendo socorro, porque a consecuencia del ventarrón fue precipitado a la ría un tren de viajeros con el consiguiente número de muertos y heridos, recomendándoseles que por hallarse cortada la carretera, se fuese por el Ferrocarril de la Costa. Requerido el Inspector de la Compañía para ir a Zumaya, contestó negándose por el peligro que suponía, ya que la vía estaba también averiada y el teléfono cortado por avería y no quería contraer la responsabilidad de una nueva catástrofe. Cuando el personal, fatigado por un ajetreo de 24 horas, se retiró a descansar, se recibió una orden del Gobernador Civil confirmada por el Alcalde, para que saliera con toda urgencia una brigada completa con el mejor material que tuviere, en dirección a Santander, por haberse desencadenado un imponente incendio que amenazaba con arrasar toda la ciudad, y así se hizo, con bastante éxito, pues merced a la actuación de los bomberos de Bilbao, Burgos y San Sebastián, que colaboraron con los de Santander, se pudo atenuar algo la catástrofe, que produjo inmensos daños y bastantes víctimas, que recordaban a las del «Cabo Machichaco».

Tan buena impresión debió causar la actuación de nuestros bomberos, que a requerimiento de las Autoridades fueron los últimos en retirarse, después de pasar ocho días. 

Si en el lamentable incendio del 19 de marzo de 1893 hubo de pаgar el Cuerpo de Bomberos culpas ajenas, desde aquella época, en que el Ayuntamiento le tenía desatendido, hasta la fecha, que está considerado como uno de los mejores de España, ha prestado y asistidoа numerosos accidentes de incendios, inundaciones, derrumbamientos, siendo requerido no sólo por la ciudad, cuyo principal destino es ese, sino por toda la Provincia y las Provincias vecinas. Entre sus principales intervenciones se pueden contar, además de las dos de Santander ya citadas, las de los diez términos municipales del Partido Judicial de San Sebastián, desde Irún y Fuenterrabía, hasta Urnieta y Orio. Ha prestado también sus servicios en Andoain, Villabona, Irura, Tolosa, Alegría, Villafranca, Zumárraga, Villarreal, Vergara, Zumaya, Zarauz, Azcoitia, etc. Los de más importancia han sido, además de los citados, el de la casa n.º 9 de la calle de Legazpi, los de los teatros del Circo y Bеllas Artes, el de la Parroquia de Andoain, en el que un rayo derribó una gran campana, provocando un incendio, el de Eibar, el 27 de abril de 1937, el de la planta de gasolina Shelly en Pasajes, donde después de salvar muchos miles de litros de gasolina, al necesitar 40 litros para repostar la bomba automóvil, pasaron la cuenta al Cuerpo de Bomberos, y el que con motivo de la explosión del Parque de Municiones del Regimiento de Flandes, se produjo en Vitoria. Algunos han pagado con su vida su devoción al servicio, como sucedió al bombero Aizpurua, que sufrió una caída mortal el día 2 de agosto de 1920, cuando con ocasión de festejar el Congreso de las Naciones celebrado en nuestra Ciudad, se hallaba montando una iluminación en el Casino de Igueldo; al bombero Otaño, que también sufrió una caída mortal manipulando una escalera Magirus en el tejado del Centro de la Sociedad Hípica; y al bombero Gabilondo, que en un in cendio que se produjo en un hotel de Miraconcha el 28 de diciembre de 1909, cayó muerto víctima de una descarga eléctrica, debida a un contacto establecido por intermedio del chorro de agua, que proyectaba con su bomba, al tocar un cable de alta tensión, que estuvo a punto de ocasionar otra víctima en la persona del Sub-Jefe de la Guardia Municipal don Germán Beñarán, que al intentar recogerle sufrió una fuerte descarga, que afortunadamente no fue mortal. El pueblo de San Sebastián puede estar tranquilo en cuanto a este servicio, pues cuenta con un material muy moderno y con un personal muy instruído en su difícil manejo. ¡Lástima que no se amplíe el número de sus componentes!

INTERVENCIONES EN VARIAS INUNDACIONES a 

Los bomberos donostiarras también han tenido que intervenir en numerosos casos de inundaciones y actos de salvamento. Cuando yo entré a formar parte del Cuerpo, allá por el año 1908, había zonas bajas y marismas en San Sebastián, que periódicamente eran de verdaderas inundaciones, a łas que había que acudir para prestar auxilio los habitantes comprometidos y salvamento de animales domésticos enseres de la casa. Estas zonas eran principalmente la vega de Loyola, Amara, la zona que hoy comprende la carretera de la Avenida de Tolosa y otras, que también solicitaban ayuda, en las vegas de Astigarraga, Rentería, Molinao, etc. y Cuando los grandes aguaceros que caían en la cuenca del río Oyarzun, cuyas aguas vierten en Navarra al Urumea, coincidían con la pleamar, nos era muy útil la colaboración del señor Alberdi, Administrador de Articutza, quien conociendo que el tiempo que tardan en llegar las aguas de Articutza a San Sebastián es de unas 8 horas, tenía una señal de la altura máxima de la crecida, para que al llegar a San Sebastián, pudiese inundar las zonas de peligro y nos avisaba. Inmediatamente, el Cuerpo de Bomberos se alertaba y enviaba al Puente de Loyola y al de Martutene, dos botes que quedaban en la carretera, causando la risión de los paseantes y las burlas consiguientes al enterarse de que a qu ellas pequeñas embarcaciones p udieran llegar a flotar, pero cuando al día siguiente podían enterarse por la prensa que hubo una inundación y aquellos botes salvaron a los habitantes sacándolos por las ventanas, hasta donde llegaban las aguas, se convencían de la utilidad y la previsión que equella maniobra suponía. Una de las mayores inundaciones a la que asistimos, fue la de la primavera de 1934, que en la vega de Astigarraga se hundió el caserío Erbetegui, muriendo entre sus escombros uno de sus habitantes. Ese mismo día,en Rentería, las aguas alcanzaron a los primeros pisos, la corriente volcó un tranvía arrastrando a una viajera que murió, quedando durante varias horas tres personas sobre los árboles de la plaza sin poderles prestar auxilio, porque la masa de agua que cruzaba la villa era un río, con una corriente intensísima que hacía imposible toda intervención. Al fin los bomberos de San Sebastián, habiendo cedido la lluvia y disminuido la corriente, pudieron entrar en Rentería donde en plena oscuridad, desde los balcones, pedían con angustia ¡Luz! ¡Luz!, pues estaban totalmente a oscuras. Desde San Sebastián llevaron todos los elementos de iluminación desde teas embreadas, hasta hachas con iluminación de gasolina y toda clase de artificios de iluminación, pero lo que levantó el ánimo de los renterianos, fue la colocación en el atrio de la parroquia de un magnífico reflector que recientemente había adquirido nuestro Cuerpo de Bomberos y que desde la altura del atrio iluminaba todo el espacio de una calle hasta la plaza y hasta la carretera. En la Casa Consistorial hubimos de prestar asistencia médica a los rescatados de los árboles de donde los trajeron exhaustos, después de estar durante horas sin tomar alimento. Nuestra entrada en Rentería fue un poco grotesca, pues llegando el agua en sus calles hasta un metro, los bomberos nos condujeron al Jefe, al médico, al practicante y a las autoridades que nos acompañaban, en hombros, y aún así, los pies quedaban sumergidos. Prestaron también eficaz ayuda las fuerzas de Ingenieros de guarnición en San Sebastián, provistos de elementos de iluminación, que era lo que con más angustia pedían. Hoy se han reducido las inundaciones, por el saneamiento que se ha hecho en las marismas, convertidas en polos de construcción de viviendas en los nuevos ensanches.
















VIII Carril

 VIII Carril 

San Sebastián, como pueblo de pescadores, ha tenido mucha afición a las regatas. Sabido es el origen de ésto, que hoy se considera como un deporte, pero era una pugna profesional, por alcanzar los que llegaban los primeros con la pesca capturada, los mejores precios a su trabajo, que a medida que iban llegando los rezagados, disminuía en razón a la mayor oferta contra la colmada demanda. Hubo muchas ocasiones en que el amor propio, creó desafíos y de ahí las regatas. San Sebastián se distinguió por sus victorias y entre otros desafíos, aceptó uno, el más importante que se recuerda en el Cantábrico. Los vizcaínos de Ondárroa, estimulados por los adinerados bilbaínos, que se ofrecieron a ayudarles pecuniariamente (eran los tiempos del boom de las minas y de la euforia bilbaína) y aceptar cuantas apuestas se hicieran contra los donostiarras. El desafío consistió en una regata, en alta mar, desde Lequeitio a Guetaria. Aceptado el reto por San Sebastián, los vizcaínos viendo que los potentados de Bilbao jugaban con gran momio por sus paisanos de Ondárroa, estimularon a todo Vizcaya a seguir su pauta y hubo quien se apostó los enseres de pesca y hasta las lanchas y redes, entre los hombres de mar, y vacas y otras reses menores, entre los caseros de Vizcaya. La regata se jugaba, no con estas traineras con las que hoy se regatea, sino con las utilizadas para las faenas de pesca, mucho más pesadas y no tan preparadas como ahora, que se construyen como elementos de sport. Las tripulaciones de ambas traineras, eran las mejores del Cantábrico, si no no hubieran corrido aquella regata de nueve millas en mar abierto. El día señalado era un 2 de diciembre de 1890, cuya víspera había caído una nevada intensa en Azpeitia, donde aquellos días oía hablar mucho de la dichosa regata. La regata fue dura, ganó la tripulación de San Sebastián patroneada por Luis Carril, que había ganado todas las regatas que había jugado, menos una jugada en Hendaya contra Pasajes San Pedro, por discusiones entre los organizadores, que no llegaron a un acuerdo. Las demás, una jugada en Zarauz, en honor de Isabel II, otra al terminar la guerra civil carlista, contra Orio, donde actuó de patrón por primera vez, otra igual en 1878, contra Orio, otra en la bahía de la Concha, cuando la Reina Regente María Cristina vino por primera vez a San Sebastián, otra en 1889 contra Pasajes de San Juan y Pasajes de San Pedro, que trajo como consecuencia otras dos repetidas con los mismos, y un primer premio el mismo verano en San Sebastián y finalmente la inolvidable del 2 de diciembre, que colmó su gloria, dándole un nombre que llegó a toda la nación y a las costas vecinas. Vizcaya quedó sumida por la pérdida de todas las apuestas y desmoralizada, hasta el punto de que no conocemos ninguna otra regata en la que hayan tomado parte los valientes pescadores de Ondárroa. El Mamelena n. 3, fue el que sirvió de baliza de llegada en Guetaria. Los protagonistas de este suceso al cabo de unos pocos años tuvieron un final trágico.

El día 19 de octubre de 1892, salía Carril con su tripulación, que era la misma con la que regateó el 2 de diciembre de 1890 con alguno que no tomó parte en aquella hazaña, como de costumbre a la pesca de anchoa a las dos de la madrugada, cuando llegaban a las calas unas 10 millas de distancia, cambió el viento, tomando aspecto de galerna; un remolino, hizo zozobrar a la trainera y se vieron los 13 tripulantes con que la lancha había quedado vuelta y ellos agarrándose a lo que pudieran para defenderse de las olas que iban en aumento. Luchando denodadamente, a los 15 minutos, desaparecía el primer tripulante, a éste siguió otro exclamando ¡Pobres de mis hijos! Un golpe de mar, arrebató a otro, mientras Carril se despojó de su ropa para nadar mejor, animando a sus hombres y dándoles esperanzas de que alguna lancha que volviese de arribada los podría auxiliar. Efectivamente, vieron una a lo lejos y uno de los pescadores poniendo, a du ras penas, una chaqueta en un remo, esperó con ilusión, pero el desengaño fue inmenso al pasar de largo sin ser vistos; esto desmoralizó a los que quedaban y fueron cayendo poco a poco sin vida. Carril, fatigado por una lucha con el frío y cuatro horas de estar nadando, les dijo: «Si nos salvamos iremos a Lezo y sacaremos una misa para dar las gracias al Cristo», pero agotado también se hundió; y así fueron despidiéndose hasta el noveno, José Joaquín Landa, desfallecido, exclamó: «Ya sé que no tengo remedio, rezad por mí», y se hundió. Al poco tiempo, se volvió a ver otra lancha que pasaba más cerca y debió ver el remo enarbolado; llegó y les socorrió prestándoles los auxilios que requerían. Esta lancha era la lancha calera llamada «Avelina», cuyo propietario Francisco Iturrioz apodado «Pólvora», ganó a un ondarrés que le había jugado en la famosa regata que ganó el patrón de la trainera que acababa de ahogarse con 9 de sus tripulantes. Sic transit Gloria mundi. Carril tenía 46 años. Como es natural, el suceso causó dolorosa impresión y se iniciaron suscripciones, estudiantinas, funciones teatrales y cuantos elementos pudieran contribuir a ayudar a tantas familias desamparadas.



VII Efemérides de la época

 VII Efemérides de la época 

1852. 1 de julio. - Se inaugura la Plaza de Toros, llamada de San Martín, de cuyos pormenores nos ocuparemos más adelante. 

1855. 15 de marzo. — Se inauguró el faro de Igueldo. Este faro fue servido por el torrero señor Salaverría, padre de los conocidos escritores don Mariano y don José M.ª, quienes vivieron en él durante su juventud. 

1860. 1 de enero. - Se inaugura en San Sebastián el primer sello postal.

1863. 3 de mayo. - Se recibe en el Ayuntamiento el anuncio de la autorización para el derribo de las murallas. Esta decisión tan deseada y bien recibida, así como las muestras de alegría popular a que dió lugar, son conocidas por la actual generación, por la reciente conmemorcaión con que se ha celebrado su centenario. 

1866. 9 de enero. — Muere ahogado en la bahía el valiente y humanitario pescador, tratando de salvar a un náufrago, como lo había hecho en otras ocasiones, Mari Zubía, un pescador natural de Zumaya, cuya hazaña queda perpetuada por un monumento y una lápida, que le dedicó San Sebastián.

1868. 23 de junio. - El establecimiento comercial con la denominación de «El Andorrano» que hoy perdura en la esquina de las calles Peñaflorida y Garibay, se inaugura en la calle Bengoechea n. 1, esquina a Oquendo, donde luego se instaló el Café del Norte, de don Eustaquio Irureta. 

1869. 9 de marzo. — Por R. O. se dispone, que Igueldo se considere como un barrio del Municipio de San Sebastián. 

1870. 14 de mayo. — Se crea la Sociedad «Unión Artesana> Decana de las Sociedades donostiarras.

 1870. 13 de marzo. - Nace don Joaquín Muñoz-Baroja, benemérito donostiarra, fundador del Orfeón Donostiarra, socio fundador de la Adoración Nocturna de San Sebastián, propietario de la casa comercial e industrial más antigua de San Sebastián, condecorado con la medalla de la Ciudad, la del Centenario del derribo de las murallas y otras muchas distinciones. 

1872. 24 de junio. — Se inaugura el Puente de Santa Catalina, único puente que unía a la ciudad con la orilla derecha del Urumea, sustituyendo al viejo de madera que desempeñaba esa función. El contratista que lo construyó, fue el señor Arzuaga, abuelo de nuestros amigos los hermanos Tamés. 

1873. 22 de octubre. - Se inaugura el Ferrocarril del Norte, en su trozo San Sebastián-Irún.

1876. 20 de enero. -Una granada disparada por los carlistas, desde Arratzain, por la batería del caserío Venta ziquin hiere gravemente al poeta vasco, Indalecio Bizcarrondo, (Vilinch) siendo causa de que falleciera a los pocos meses a consecuencia de sus lesiones. 

1876. 20 de abril. -Terrible temporal en el Cantábrico que causó numerosos naufragios y la importante cifra de más de 200 ahogados, todos ellos pescadores de la costa Vizcaína y Guipuzcoana. El benemérito donostiarra y acaudalado comerciante don Ignacio Mercader, amante del mar y de cuanto con él se relacionaba, así como de los pescadores, que a la sazón era Presidente de la Sociedad de Salvamentos de Guipúzcoa, se interesó por los supervivientes y las familias de los ahogados, socorriéndoles pecuniariamente y poniendo a su disposición uno de los cuatro vapores que para su comercio con las colonias americanas poseía, cuyo barco, llamado «Comerciante» les ayudó en las faenas de la pesca, en vista de cuyo resultado, creó la primera flota pesquera movida por vapor con el nombre de «Mamelenas», como recuerdo de su esposa fallecida a la que llamaban mamá Elena.

Todos ellos fueron llevando números correlativos hasta 12, siendo construído el 1, en Leith (Inglaterra) por la casa David Allan. Su botadura constityyó un acontecimiento en aquel pueblo marinero, más aún porque no se explicaban el hecho insólito de que un barco de vapor que parecía un yate se dedicase a la pesca.

A éste siguieron los números que correlativamente venían numerados, todos fueron de madera, menos el 9 y el 11 que eran de casco de hierro. Cuando llegaba la costera del besugo en invierno, con aquellas lanchas pesadas que llamaban caleras, tenían que ir a las calas bastante lejanas, los pescadores, a fuerza de remos y desde que se crearon las mamelenas, los pescadores iban embarcados en ellos, llevando a la zaga remolcadas, como las cuentas de un rosario, las lanchas caleras, para utilizarlas en las faenas de la pesca y volver en la misma forma que fueron embarcados, y las lanchas a la zaga. Ello dió lugar a que la palabra zaga fuese vasquizada, pues los pescadores les llamaban «sagakos» que significa «de zaga». 

Los Mamelenas, fueron populares y todos los donostiarras seguían con interés sus avatares, naufragios, temporales que corrían y se enteraban, cuando de noche llegaban de arribada por las marejadas, del que llegaba, pues el número de pitadas las escuchábamos desde la cama diciendo: «ya llega el 7», о «éste debe ser el 1, y debe hacer muy mal tiempo», pues el 1, tenía fama de ser el que más se resistía a regresar por arribada forzosa. Estos barcos fueron los primeros dedicados a la pesca de altura y se utilizaban también en casos de regatas como balizas de salida y de llegada, así, en la famosa regata de Carril, de la que luego hablaremos, el 3, sirvió de baliza de llegada en Guetaria. 

Don Ignacio Mercader (parece que lo estoy viendo con su chaquet y su sombrero de media copa, que no se lo quitaba nunca) iba todas las noches al Círculo Easonense y jugaba al «chapeau» en el billar y cuando por ser tarde se marchaban los socios y aún no había sonado ninguna pitada de algún mamelena, se quedaba sólo, con gran sentimiento del mozo encargado del billar, pues seguía jugando él solo, pues los jugadores eran él mismo, es decir, don Ignacio contra Mercader, y así cantaba el mozo «El señor Mercader 6, don Ignacio 4», hasta que al oir la sirena, sabía por el número de pitadas cual era el barco que llegaba, y se marchaba dejando la partida, al puerto, hiciera el tiempo que hiciera, para informarse de las novedades que trajese el barco. Como buen marino, no tenía inconveniente en embarcarse e ir a las calas, y pasar un día o dos en ellas, cuando quería informarse de visu de lo que pasaba. Don Ignacio, en unión con los Londaiz, tenían en Pasajes, una refinería de petróleo y creó el primer barco petrolero «San Ignacio de Loyola», utilísimo para los aficionados a la carrera de marinos en Guipúzcoa, pues en sus viajes a Filadelfia para traer el petróleo crudo, servía de viaje de prácticas para los estudiantes de marina mercante. Muchos amigos hemos tenido, que han hecho su carrera de capitanes de la Marina Mercante, entre ellos recordamos a Ramón Aramburu, Ignacio Roca, Gabriel Zufiria, que fue práctico de este puerto, Antonio Vivar, Jefe que fue de la Guardia Municipal, Juan López Albizu, que después de muchas singladuras por los mares de América y la China, cambió su carrera por el sacerdocio y murió siendo Canónigo de la Catedral del Buen Pastor en esta Ciudad; los dos únicos supervivientes de aquella brava generación de marinos, son Andrés Santo Domingo y Andrés Artamendi. 

El «San Ignacio de Loyola», entró en servicio el día 8 de septiembre de 1896 y hacía la travesía de Pasajes-Filadelfia en 60 días y la vuelta en unos treinta o cuarenta. 

Bien merece este recuerdo don Ignacio Mercader y sus barcos, por su benéfica y humanitaria actuación. Cuando el 1, fue desguazado, la Casa Mercader regaló al Ayuntamiento su máquina, que la hemos visto en el museo de la Escuela de Artes y Oficios, como la primera del mundo dedicada a la pesca. La famosa flotilla ha desaparecido. 

VI Cementerios de San Sebastián

 VI Cementerios de San Sebastián 

Como hemos visto, San Sebastián ha sido muy castigada por calamidades públicas y ha tenido mucho que preocuparse de los cementerios, y lo decimos en plural, pues los construídos para situaciones normales se han visto desbordados y durante el siglo XIX, ha contado con el de San Telmo, el de la Iglesia de Santa María, el de la Parroquia de San Vicente y el de la Iglesia de Igueldo, pues todas las Iglesias los tenían en sus respectivos atrios, como aún hoy los conservan en las Iglesias del País Vasco Francés. Había también uno en Ulía, que hubo de ser trasladado a San Francisco (cerca de lo que hoy es İa Calzada de Eguía), pues el de Ulía, por no estar cercado, era lugar donde los perros y otras alimañas removían la tierra. El año 1816, el cementerio del Antiguo fue consignado como Campo Santo de la Ciudad. En 1822, se utilizaron para cementerio, unos terrenos del Barrio de San Martín que corresponden a lo que hoy es el Palacio de Justicia, las Siervas de María y calles adyacentes. En el tercer decenio del siglo XIX, se creó un cementerio militar, dedicado, exclusivamente a las fuerzas inglesas mandadas por el General Lacy Evans, que vinieron en ayuda de la Reina Gobernadora, en el que todas las inscripciones de sus tumbas, mausoleos, etc. excepto el del General español Gurrea, se refieren a militares ingleses caídos en la batalla de Oriamendi, aunque figuran también los de una dama y una niña deudos de un Jefe inglés. Este Cementerio es el llamado Cementerio de los Ingleses y hoy figura en él un monumento mistificado.

Cuando el 3 de agosto de 1913 se conmemoró el centenario de la liberación de la Ciudad por los ingleses, para lo que cometieron toda clase de depredaciones, robos, incendios, violaciones, asesinatos, etc., se construyó un monumento en el que figuraban soldados con uniformes franceses, ya que el enemigo ocupante de la Ciudad, eran los franceses, de quienes los aliados venían a liberarnos; este monumento estaba presidido por una estatua de la Reina María Cristina, Protectora de San Sebastián, que más tarde fue colocada con su pedestal en la Playa de Ondarreta de donde la quitaron los rojos cuando dominaron San Sebastián el mes de julio de 1936, para fundirla y fabricar municiones, pues era de bronce. Terminada la guerra el Ayuntamiento encomendó al famoso escultor don José Diaz Bueno otra semejante, que es la que hoy está sobre el mismo pedestal, que se inauguró el día 26 de abril de 1942. Presidió el acto de la inauguración el Alcalde don Antonio Pagoaga. Este monumento no fue del gusto de muchos donostiarras y dio lugar a muchas discrepancias y como estaba en los jar- dines de Alderdi-Eder y se prestaba a muchos comentarios se desgua- zó, distribuyéndose en porciones. Así, la parte que representaba la Junta de Zubieta, fue trasladada al atrio de San Vivente donde estuvo poco tiempo, otra porción, que representaba una lucha guerrera, fue destinada al Cementerio de los Ingleses, la estatua de la Reina María Cristina de Hausburgo, fue destinada a la Playa de Ondarreta, donde continúa, etc. Como el Cementerio de los Ingleses fue destinado a los aliados que vinieron en defensa del Gobierno Liberal, contra los car- listas de la primera guerra, los uniformes franceses no tocan pito ninguno en el Cementerio de los Ingleses y al añadir a la inscripción de «A los héroes que sólo Dios conoce 1836-1838», otra fecha que antes no figurabа «1804-1814» y más abajo otra nueva inscripción<«Inglaterra nos confió sus gloriosos restos nuestra gratitud velará por su eterno descanso». Se conoce que hubo grupos de presión que tenían interés en hacer olvidar los métodos de liberación y las depredaciones que para ello emplearon, los aliados de España.


¿Cómo podían poner esta inscripción los que fueron víctimas de los horrores sufridos y del muy despectivo y antipático recibimiento del General Wellington a los comisionados de la Junta de Zubieta? 

Conviene dar a conocer estos extremos, que de otro modo se pres- tan a equívocos. 

El año de 1855, con ocasión de la epidemia que azotó a España, se habilitaron terrenos en el alto de San Bartolomé, donde hoy están emplazados la Asociación de Caridad y el Cuartel de la Policía Armada (antes Hospital Militar), para cementerio, que funcionó hasta el año de 1880. Asimismo, por acuerdo del Ayuntamiento de 1868, fue clausurado el cementerio del Antiguo, prohibiéndose nuevos enterramientos que en lo sucesivo, habían de hacerse en el Cementerio de San Martín de referencia. 

El actual Cementerio de Polloe, fue inaugurado y bendecido el día 12 de agosto de 1878, en que se practicó la primera inhumación, con el cadáver de doña Josefa Echeverría Recarte. El día 18 de junio de 1887, cuando yo tenía 8 años, presencié el traslado de los restos mor- tales del Cementerio de San Bartolomé, ya que los de San Martín, habían sido trasladados el año anterior. Me emocionó, a mí que venía de un pueblo, donde vivía, me impresionó la solemnidad que se dió al acto. Leí en «La Voz de Guipúzcoa» al día siguiente, la reseña del acto y empecé a conocer a personas de San Sebastián. El Alcalde que presidía la comitiva era don Gil Larrauri, de cuyo hijo fuí al cabo de los años amigo. Entre los invitados figuraban los Gobernadores Civil y Militar, la Comisión Provincial de la Diputación, Claustro del Ins- tituto, Colegio de Abogados, Cuerpo Consular, Jefes y Oficiales del Ejército. 

El pendón de la Ciudad, era llevado por el Teniente Alcalde señor Altube. La Comitiva, salió de la Casa Consistorial en dirección a la Parroquia de Santa María, donde se cantó la misa de Sagasti. La oración fúnebre estuvo a cargo del señor Aristizabal, Párroco del Anti guo. Terminado el acto se incorporó a la comitiva el clero de todas y cada una de las parroquias, desfilando por las calles, Mayor, Hernani, Urbieta y San Marcial a la de Easo, donde aguardaban los carros, con sus corrsepondientes urnas cinerarias. Empezó a formarse el cortejo, en el espacio que hoy ocupa el Palacio de Justicia y las Siervas de María. Rompían la marcha 4 celadores (hoy llamados Guardias Municipales) y formando filas, los niños de las Escuelas acompa ñados de sus maestros; seguían, los clarines del Ayuntamiento, pendón y estandartes de diversas cofradías y asociaciones religiosas. 

A continuación, seguían el primer carro fúnebre cuyas cintas eran llevadas por los señores Adolfo Comba, Antonio Arzac, Francisco Soriano y Manuel Lizarriturri. El segundo carro, de la Gloria, muy bien adornado cuyas cintas portaban las niñas Antonia Machimbarrena (madre que fue del conocido médico radiólogo don Sebastián Córdoba) y Jacinta Larrauri, y los niños Miguel Otamendi (el autor del Metro madrileño), Carlos Rèsines, Joaquín Aurrecoechea y León Carrasco. Los portadores del último carro, eran los señores Ignacio Goenaga, José Otamendi, Lorenzo Isla, Juan Laffitte, Anselmo Lataillade y Conde de Peñaflorida. 

Cuando la procesión atravesaba la Avenida de la Libertad, cuyos faroles, así como los del Puente de Santa Catalina, se hallaban encendidos y cubiertos de gasas negras, eran las once de la mañana y sus aceras se hallaban materialmente cubiertas de gente. Despedido el cortejo al otro lado del puente de Santa Catalina y entregadas las cintas como recuerdo a quienes las llevaron, fueron llevados los restos a su última morada acompañados por los párrocos y los 5 concejales señores Tornero, Sarriegui, Arancegui, Iribar y Jornet.

Y así fue cómo la Ciudad de San Sebastián supo honrar, honrándose a sí misma, a sus difuntos, dando pruebas de piedad y veneración a los sagrados restos de sus antecesores. 

El actual Cementerio de Polloe, ha sido objeto de varias ampliaciones, en razón del rápido crecimiento de la ciudad y continúa por lo que se ve en progresión creciente. Su primer capellán fue don Justo Camiruaga, a quien sucedieron por orden cronológico, don Hipólito Sasiain, don Cándido Verde, los tres amigos míos y en la actualidad lo es don Luis Vivó. Urolabarrena, el primer conserje, a quien no conocí, han sucedido cuatro generaciones de Aldanondos, el actual José Ramón Aldanondo, hijo de Ramón Aldanondo, nieto de Saturnino Al. danondo y biznieto de José Aldanondo, todos ellos celosos funcionarios amigos y útiles auxiliares, en las muchas intervenciones que como Médico forense y Jefe Local de Sanidad he tenido necesidad de sus servicios. 

La Necrópolis de Polloe, tiene en la actualidad, una superficie de 56.375 m². hay 35 calles de sepulturas de propiedad con 6.870 sepulturas, tiene 43 capillas, 13 calles de fosas comunes, con 1.320 fosas, inhumándose en cada fosa cuatro cadáveres. Panteones colectivos, el de Zubieta, Repatriados de Cuba, Incendio de la calle de Urbieta, y monumento a los Caídos en la última guerra civil. Hay un osario y un horno para quemar las cajas que se sacan de las fosas cada 10 años y de las reducciones de las sepulturas de propiedad. 

Dejemos pues a los difuntos, deseándoles descanso eterno, y con- tinuemos con las efemérides.


V Tres viejas efemérides

 V Tres viejas efemérides 

Al hablar de la fecha de 27 de abril, día de mi nacimiento, no quisiera dejar de citar tres efemérides de esa fecha relacionadas dos con paisanos míos y la otra que, aunque no tiene esa circunstancia, la tiene histórica y acaeció en la proximidad de San Sebastián. 

San Ignacio de Loyola estuvo ausente de Guipúzcoa, durante 13 años, hasta el año de 1535, en que decidió, bien por razones de salud u otras causas, volver a su pueblo. Desde París, donde sus compañeros le proporcionaron un caballo, montado en él, recorrió toda Francia hasta la frontera del Bidasoa, donde prescindiendo de su cabalgadura, se encaminó a pie, probablemente, por Irún, Astigarraga, Urnieta, Andoain, Belcoain, o Andatza y Andazarrate, para pernoctar en la Venta de Iturriotz, donde aún se conserva su habitación y la enseñan a cuantos montañeros pasan por aquella Venta. Desde allá continuó viaje por Etumeta y evitando el camino normal a Azpeitia por Comisolatza y Odria mendi, se ladeó hacia Aizarna y bajando a Lasao, llegó a la entrada de Azpeitia, dando por terminado su periplo, en la ermita de la Magdalena que está a la entrada del pueblo y que estaba considerada como hospital de peregrinos. Ignoramos las causas que tendría el Santo para que su llegada fuese desapercibida. 

La otra efeméride se refiere a San Sebastián, cuya Iglesia Ра- rroquial de Santa María había sido víctima de uno de los numerosos incendios que sufrió San Sebastián. Acordada su reconstrucción, el día 27 de abril de 1743, fue colocada su primera piedra, y dirigida su reconstrucción por los arquitectos don Ignacio Lizardi y don Miguel de Salazar, la terminó el año 1764, el arquitecto azpeitiano, don Francisco de Ybero el 27 de abril de aquel mismo año, es decir, en la misma fecha en que se puso la primera piedra. Y la tercera es, la de que el día 27 de abril de 1777, el General francés Marqués de Laffayette, que por razones políticas estaba residiendo en Pasajes de San Juan, embarcó clandestinamente para los Estados Unidos para pelear por la independencia, sacudiendo el yugo de los ingleses, acto que queda perpetuado en la gran estatua de la Libertad iluminando al Mundo, que figura a la entrada del Puerto de New Yorck.

LA VIDA EN SAN SEBASTIAN 

Y ¿cómo se vivía y cómo era San Sebastián en aquella época? Pues San Sebastián era una pequeña ciudad de unos 10.000 habitantes, asfixiada con un cerco de murallas que limitaban sus movimientos, como plaza fuerte que era, con un espíritu y una ansia de vida y expansión que se puso en evidencia en cuanto perdió la condición amurallada, sujeta a un régimen militar, que al cerrar sus puertas de noche no podían entrar a sus casas hasta la mañana siguiente, los vecinos que por necesidad o por algún retraso imprevisto, se retrasaban en llegar después del toque de queda. Esto en cuanto a la ciudad, propiamente dicha, pero San Sebastián era también el barrio de San Martín, situado en las afueras, era también el barrio de Santa Catalina y era también el barrio del Antiguo. No obstante, esta amputación temporal de sus miembros, el Ayuntamiento no abandonaba a estos barrios y se preocupaba de su bienestar y de su porvenir, aún antes del derribo de las murallas. Téngase en cuenta que San Sebastián estaba en un relativo apartamiento del resto de la Provincia, ya que no tenía carretera directa con la frontera francesa, con Pasajes, Rentería, Lezo e Irún. Pues la Carretera o Camino Real como se llamaba entonces y aún se sigue llamando en muchos pueblos, nacía en Irún y se dirigía por la que se llamaba Ventas de Irún a Oyarzun y por las Ventas de Oyarzun a Astigarraga, de donde por Hernani, Urnieta y Andoain, seguía por Tolosa, Beasain, Zumárraga, Puerto de Descarga, Anzuola, Vergara, Mondragón, Valle de Léniz, Salinas y Arlaban entraba en Vitoria.

y Hasta el año 1847 en que se hizo la actual carretera por Pasajes Lasarte, San Sebastián comunicaba en dirección a Irún, por unos menguados caminos, cuyos recuerdos son, el camino que junto al desaparecido Hospital de Manteo pasa por San José de la Montaña a salir a la carretera de Miracruz, cruzándola en Ategorrieta por el cruce llamado «El Reloj» y siguiendo por detrás de Notre Dame, hasta Herrera. A pesar de las circunstancias antedichas y pesar sobre San Sebastián las consecuencias de los pronunciamientos militares, guerras sufridas, epidemias, incendios, naufragios, etc., se verá por las efemérides que iremos reseñando, que no permanacía inactiva. Así, el 2 de octubre de 1833, fue la primera ciudad de España, que reconoció como Reina de España a Isabel II, si bien es verdad, que cuando fue destronada en 1868, hubo de ser despedida, con toda corrección por las Autoridades Municipales, aunque sin rendirla honores de Reina, como eran los cañonazos de Ordenanza, la Marcha Real, etc., ya que oficialmente dejó de ser Reina de España. También fue la primera en España en crear la Milicia Nacional. a 

El Ayuntamiento de San Sebastián, autorizó el 29 de junio de 1843, que se establecieran las primeras casetas de baños en la Playa algunas familias que lo solicitaran, entre ellas figuraban las de Baroja, Laffitte, Echenique, Machimbarrena, lo que se hizo extensivo otras familias del barrio de San Martín, como las de Irastorza, Zapiain, Zabaleta y otras, algunas de las que mảs tarde, fueron autorizadas para explotarlas en servicio público.



IV Poder adquisitivo del dinero en aquellos tiempos

 IV Poder adquisitivo del dinero en aquellos tiempos 

El bautizo se celebró por la tarde en la Parroquia, siendo bautizado en la misma pila que lo fue San Ignacio, honor que se nos concede a cuantos nacimos en la Muy Noble y Leal Villa de Azpeitia. Como costumbre del pueblo, el padrino repartió unas monedas echándolas a voleo a los muchachos del pueblo, que en estas ocasiones acompañaban a la comitiva, por cierto, que la satisfacción del padrino debió ser grande, cuando, contra costumbre, entre las monedas que dicen que esparció, había bastantes de plata, erriel txikis y bierrelekoak (monedas de real y de dos realitos de plata). Las monedas corrientes en aquella época, que yo conocí, eran desde el napoleón, moneda francesa de 19 reales de valor, que circulaba durante mi infancia, pasando por el duro, el medio duro, la de dos pesetas, la peseta, los dos realitos de plata, el realito de plata, la de diez céntimos de cobre, que en vasco llamábamos iru cuartocue (de tres cuartos), la de cinco céntimos (sei maicue), equivalente a seis marevedises, que también se llamaba perra chica y otra de diez céntimos, de cobre también, y un poco mayor, llamada perra gorda; se llamaban así, porque en el reverso llevaban grabado un león apoyado en un escudo de España y parecía un perro de lanas y el anverso iba grabado con la efigie del Rey o Reina que regía en la fecha en que se hizo la emisión; además de las de oro, que los niños las conocían de vista y nos las dejaban tenerlas en las manos, por la ilusión de manipular monedas de oro, éstos eran los centenes de cinco duros, el Luis francés de 20 francos y las onzas de oro o peluconas,porque los Reyes Carlos IV y Carlos III que figuraban con pelucas sugerían ese nombre. También conocimos los ochavos morunos, que eran unas piezas de cobre mal confeccionadas, procedentes de la indemnización que se impuso a los marroquíes que fueron vencidos en Ceuta, Tetuán y Wadras en la guerra del año 1860, indemnización que la pagaron en una moneda que sólo circulaba en Marruecos.

Y dirán Vds. ¿qué se podía comprar con esas monedas de ochavo, céntimo y dos céntimos? Pues los niños, comprábamos tres caramelos por un céntimo, una pluma de acero para escribir, costaba dos céntimos, el mango para encajarla, tres céntimos, total cinco céntimos. Algo comprarían también los mendicantes que al ser socorridos, cuando pedían un centimito para pan y recibir una moneda de dos cénti mos, devolvían un céntimo, que el o la donante, aceptaba sin dudar. Por cinco céntimos se corría un trayecto de tranvía, del boulevar a la Concha, frente a la actual Perla; hasta Venta-Berri, otros cinco, total Alameda Venta-Berri, 10 céntimos. Y por el otro lado, cinco céntimos Alameda calle de Misericordia, 10; a Ategorrieta (cocheras), 15; Herrera, 20; Pasajes, 25; Capuchinos, 30 y Rentería 35. Las amas de casa, compraban panecillos que hoy se venden a más de una peseta, por una perra chica, y compraban a las caseras que bajaban al mercado, escobas de hierba de batán, llamadas de menta, por tres céntimos, que una vez ensartadas en un palo, servían para quitar el polvo, perfumar la casa y... matar las pulgas que anidaban debajo de las camas. ¡Todo por tres céntimos! ¡Igualito que hoy!

Mucho han cambiado las cosas del siglo pasado a éste, pero una de las más visibles y asombrosas es la cuestión monetaria. Aunque a muchos les parezca mucho tiempo, para mí es relativamente reciente lo sucedido en el ejercicio de mi carrera. Siendo médico de Azpeitia, el año 1902, había un caserío lejano, dos horas a caballo, que visitaba en lo alto de Pagocheta, límite con Zumárraga. Me pagaban 2 pesetas por visita, pero la asistencia a un parto, que llevaba anejas dos visitas más, me pagaban cinco pesetas, con lo que el parto me costaba a mí una peseta y todavía las bromas de los amigos que al ver a las caseras que bajaban los martes a la feria estando en vísperas de recibir la cigüeña, se dirigían a mí felicitándome como por una quiniela de 14 aciertos, diciéndome: «Vaya durito que te espera». Y no vayamos tan lejos; mi compañero Paco Tames y yo, que inauguramos la primera Casa de Socorro en San Sebastián, hacíamos guardia de 24 horas ininterrumpidas y teníamos de auxiliares cuatro practicantes y por consiguiente, la mitad de horas de servicio que sus jefes. Sin embargo, ellos percibían más que nosotros de honorarios municipales, o sea, tres pesetas diarias y los médicos 1.000 pesetas al año, 95 pesetas más.