miércoles, 10 de diciembre de 2025

16. LA TUMBA DEL MARINO


Sucesos de enorme importancia, que enseguida se van a pro-ducir, van a apartar a San Sebastián de tradiciones militares y de la vida acuartelada que conocemos.

¿Volverá a repetir hazañas heroicas y mundialmente cono-cidas? ¿Cuánto durará la nueva ruta que en ese momento ini-ciará?

Como sepultura de todo el poderio maritimo donostiarra, la iglesia de Santa María guarda el cuerpo de un marino de San Sebastián...

Hizo lo que hicieron aquellos balleneros cuyas intrepideces y valentías conocemos. Lo mismo que llevaron a cabo aquellos capitanes de navíos muchos desconocidos que sirvieron a sus reyes navarros y castellanos con fidelidad y abnegación.

Se llamaba nuestro marino Pablo Agustin de Aguirre.

Ocurrió que fue preciso el envio de una expedición a Amé rica. La componían varias embarcaciones bien armadas.

En una mañana de 1740 los navios se hacen a la mar desde El Ferrol. Son los mismos años que revivimos en esta parte de nuestra historia y son, precisamente, los últimos de nuestra vi da belicosa y andariega.

A los pocos días de perder de vista la costa, el navio «Prin-cesas, que mandaba Aguirre, sufre una averia. Intenta deses-peradamente la tripulación corregir el desperfecto, pero todo es inútil. Por más contrariedad que ello suponga, se hace preciso volver a puerto.

Gira, despacio, en redondo la nave y ya vuelve la mirada hacia costas españolas.

Pero tres navios ingleses la han descubierto o la vienen ob-servando de lejos, no se sabe.

Aguirre no duda de que va a ser atacado.

En efecto, los ingleses cañonean sin compasión a la nave es pañola. Pero el donostiarra se crece ante la agresión y hace vo-mitar fuego certero a las bocas de sus cañones. Ha dejado mal-parado a uno de los navios enemigos y se decide a vengar cara su vida y su barco.

Los ingleses cambian de táctica al descubrir que la «Prin-cesas no podía maniobrar o que al menos lo hacía muy torpe-mente y que no tenía cañones en la popa. Quedaba, pues, a su espalda un hueco libre.

Alineados detrás del navio español, con que furor lo ataca-ron horas y horas!

Aguirre se vio perdido. Era blanco indefenso de sus ene migos.

Deshechos mástiles y arboladura, alcanzada y dañada la qui-lla, amenazado con hacer agua, desarbolado y con muchos muer-tos en la tripulación, Aguirre se rindió.

Conducido a Inglaterra, prisionero respetado por el valor que había demostrado, tres años después fue devuelto a España. Pudo contar entonces su odisea a Felipe V. En premio, fue ascendido a capitán.

Su historia terminó aqui. Murió y fue enterrado en nuestra iglesia de Santa Maria, no es seguro en qué lugar.

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