miércoles, 10 de diciembre de 2025

10.-EL TRAFICO DEL PUERTO


Otra de las cosas dignas de verse en aquel San Sebastián era el movimiento y riqueza de su puerto.

Su tráfico era muy antiguo. Al hablar del Fuero ya dijimos cómo su originalidad estaba en la forma con que trataba las cosas del mar.

Ya antes del descubrimiento de América, San Sebastián era etapa en las rutas de Francia, Inglaterra y los Países Bajos, у también en las de Galicia, Portugal y Andalucía. Tenía la suer te de estar en el centro

Además fue puerto de Navarra durante las repetidas anexio-nes de Guipúzcoa a aquel reino. Todo el comercio navarro, que no era pequeño, encontraba entonces salida por nuestro embar cadero.

Como hasta principios del siglo XIV Bilbao-como sucesor de Bermeo no se dio a conocer, San Sebastián era el puerto más importante del Norte de España.

Como muelle se le consideraba obra maestra. Resultaba có modo para entrar y salir, pues su canal no era ni muy ancho ni muy profundo, a pesar de estar batido siempre con incesante acción y reacción del mar. En 1617 pidió el rey Felipe III que le enviaran medidas detalladas de la altura y grosores de los muelles donostiarras para copiarlos en el que se pensaba cons-truir en Gibraltar.

Carlos V fue el primero en modernizarlo.

Y Felipe II reforzó los muelles.

Podian atracar hasta setenta navios y, como lo eran de to-das las nacionalidades, los muelles se convertian en torres de babel.

De haber vivido entonces, un paseo por el atracadero hu-biera sido más distraído que hay.

Hubiéramos visto el ponton que limpiaba el muelle

Y en la dársena navios y bajeles, botes y chalupas, y sobre los mástiles entrecruzados, banderas holandesas, inglesas, por tuguesas y españolas.

Ya en tierra la distracción sería mayor.

Porque sobre los andenes tendríamos que esquivar monto-nes de minerales, cobre, hierro y estaño, toneles apiñados y fajos de telas.

Y ojo con no tropezar con las cadenas que unían las naves a los amarraderos.

No faltaban, por los suelos, la pimienta, las pipas y el trigo. Y especies aromáticas. Ni los lienzos traídos por navíos france-ses o las pieles de ciervo que desembarcaban de un velero re-cién entrado.

Y todo esto era izado y sacado, por escaleras y muelles, por un enjambre humano, día tras día, y llevado de la panza osci lante de los navios a la firmeza de las narrias de bueyes. O viceversa, si de aquí salía la mercancía a cualquier punto de Es-paña o del extranjero.

Dificil resulta calcular la fuente de riqueza que nuestros muelles suponían para la Villa.

A pesar de que desde 1643, aproximadamente, habían de-caido bastante el tráfico y comercio de la ballena. Se quiso, entonces, revivir su pesca, pero este intento, efectuado en 1732 de forma expresa, no tuvo éxito,

Pero aún así, la importancia económica del puerto donostia-rra era todavía muy grande.

Nosotros, girada esta rápida visita, escuchado en sus dárse nas y alrededores variedad de idiomas, vista diversidad de ban-deras y cómo entran y salen por la Puerta de Mar tanto carro y tanta carga, nos quedamos con un recuerdo imborrable.

Todo el género que quedaba aqui iba a parar a las tiendas. De ellas a los comercios, o a la Plaza Nueva. Y en una u otra parte, suponía riqueza y reserva.

Bien puede decirse que San Sebastián vivía gracias a su puerto. No había todavia, ni remotamente, industrias y turismo.

Poco tiempo le quedaba a nuestro muelle de vida pujante. En las postrimerías del reinado de Carlos II (1661-1700) entra en rápida decadencia. Surgen en el horizonte dos colosos, demasiado próximos, uno a cada lado: Bayona y Bilbao.

Ahogado por ambos, el puerto donostiarra se fue debilitan-do lentamente, para aquellos donostiarras angustiosamente.

De nada valieron viriles decisiones, a modo de las inyeccio nes que se aplican a los enfermos desahuciados, Recuperó su salud sobre todo con la llamada Compañía de Caracas, que, fundada en 1728, promovió el comercio con América, especial-mente en los ramos del cacao y de los cueros.

Pero al fin, pasada esta efusión de vida, el puerto se apagó como una luz que se aleja.

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