Se sonrie maliciosamente y dice que no. Que si desayunáis chocolate con churros os parecéis mucho a aquellos donostia-rras, pues ese era el desayuno tradicional.
Si es dia de trabajo, cada uno marchaba, temprano, a su ta ller, a su oficina, al cuartel. (En esto apenas ha habido cambio).
Pero si es dia festivo y hace buen tiempo, muchas y muchos iban a la Plaza Nueva, a chariar o a tomar el sol. Alli era fácil encontrar a los amigos.
Oida la Misa en cualquiera de las iglesias y conventos do-nostiarras, los aficionados a la pelota iban al frontón, que es-taba a la izquierda del Cubo Imperial. Se jugaba a pala ya mano. Era la principal y más arraigada diversión y ejercicio. Y aunque estaba prohibido apostar, muchos volvían con los pantalones perdidos... llorando, Con quienes más se jugaba era con navarros.
En el frontón dan las doce. Y sin parar se van todos a sus casas, pues se comía al mediodía en punto.
Por la tarde las familias se reunían en las casas hasta bien entrada la noche. ¿Que qué se hacia? Naturalmente, no había discos, ni radio, ni televisión. Pero si libros, y juegos de trucos, de cartas y de billar.
El placer de la charla, de los naipes y la preparación y con-sumición de la merienda envolvían la sala en tinieblas sin que nadie se diera cuenta. La llegada de unas velas encendidas lle-naba de sombras la habitación. Poco faltaba entonces para las despedidas.
Como la iluminación pública nocturna era mala, las visitas se alumbraban de regreso y hasta llegar a sus casas con faro-les de mano, algunos costosos y artísticos. Había pugnas familia-res sobre quién tenía farol más valioso y bonito.
Las calles se llenaban entonces de lucecitas como estrellas y luciérnagas que duraban lo que el paso de las personas por las callejuelas empedradas.
El duendecillo dice que si después de la cena os hubiérais asomado a la ventana o al balcón, las aceras malamente ilumi-nadas por los reverberos os habrían confirmado la idea de que, efectivamente, la noche está hecha para dormir.
Y os hubiérais ido a la cama alta, rodeada de cortinas.
Un dia de vuestra vida habia pasado feliz, insensible...
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