miércoles, 10 de diciembre de 2025

13.- E IGLESIAS



Dos iglesias había en San Sebastián dentro de su recin to y otra fuera de él.

La de San Vicente, el edifi cio más viejo de San Sebas tián, era y es hermosisi-ma, de bóvedas y naves muy buenas, rosetas, ventanas y cenefa de piedra con flores la-bradas, sacristía espaciosa y coro alto. De estilo gótico, es más bella por dentro que por fuera. Se inició su construc-ción en 1507, en los solares que ocupaba otra iglesia des truida. Fueron sus arquitec tos Santa Celay y Urrutia.

Lo que más vale son su atrio y su retablo, que pertenecen al siglo XVI.

Representa en la parte baja escenas de la vida de Jesús. Trabajaron en ellos los tam-bién arquitectos Iriarte y Am-brosio de Bengoechea.

En la parte superior y en los huecos del retablo hay image-nes de santos y no faltan tampoco, como es natural, la represen tación de escenas del martirio de San Vicente.

Tan importante y tan histórica como la iglesia de San Vi cente es la de Santa María, con sus naves de sillería labrada, y tantas tallas de proporciones escogidas.

Resulta artistica su portada, cascarón vistoso de columnas talladas. No os engañe la vista el color de las esculturas, no son de piedra, sino de madera maravillosamente agrisada. por la acción del tiempo. Sobre la portada hay una hornacina con la imagen de San Sebastián, rematado todo con el escudo de la Ciudad.

Todo es valioso y noble en esta iglesia: la sillería, los reta-blos, la madera de la sacristía, las baldosas. Y el devoto ca-marin, con sus adornos de plata y madera dorada (el oro fue robado en 1813).

Claro que hablar de Santa María es hablar de la Virgen del Coro,

Es la imagen pequeñita unos treinta centimetros-y mo-rena. El niño se chupa los dedos en actitud expresiva e inge-nua. La piedad de los donostiarras, y también su gratitud, ha ido regalando a esta Virgen perlas, esmeraldas, joyas y cadenas de oro.

Según una tradición, hubo una vez un religioso que visitaba a la Virgen todos los días. Estaba entonces la imagen en el coro de la iglesia y el religioso, a quien por lo visto costaba mucho el esfuerzo de subir hasta allí, se decidió un día a cogerla. Ya la llevaba escondida en la manga, cuando le descubrieron. La ver-güenza sufrida no habrá sido pequeña.

Entonces la Parroquia decidió colocar la imagen en el altar mayor, retirándola del coro, donde estaba. Precisamente de ese coros le viene su nombre.

La tercera y última iglesia era la del Antiguo, primer nú cleo de la Villa, que llevaba el nombre de San Sebastián. Des-truida en 1836, la actual es reconstrucción moderna de la repro-ducida.

Estaba construida a la orilla del mar, sobre unas peñas, y no sería corriente ver en sus funciones religiosas a los donostiarras de la villa, a los jauntxoak» o a los marineros. Tanta distancia les separaba de ella.

Aquella iglesia, dirigida por un dominico, habrá sido modesta y pobre, pero muy útil para atender las necesidades de los ca-seros de los alrededores.

Agrada mucho pensar que no sólo eran quehaceres militares o afanes comerciales, marítimos y agricolas lo que el murmullo de la vida de San Sebastián producia en su diaria existencia.

Porque también se habrá oido la voz de frágiles campanas cuando llamaban a Misa los domingos resonando en los valles y esparciéndose en los arenales.

Como nosotros, aquellos donostiarras tenian necesidades ma-teriales y espirituales, alma y cuerpo. Y a unas y a otras aten-dian con diligencia, con fe y con honradez.

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