XIV 5 septiembre 1887. - Monumento a Oquendo
El Paseo de la Zurriola presentaba aquella tarde hermoso golpe de vista. Gentío inmenso en los balcones y tejados de las casas próximas, no cabía una persona más. A las cinco llegó la comitiva, precedida del clero con cruz alzada. La componían la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, cuyo pendón llevaba el señor Alcalde, la Oficialidad de las tropas de la guarnición, Cuerpo Consular, Magistrados de la Audiencia, Claustro de Profesores, Cámara de Comercio y Comisión Ejecutiva del Monumento a Oquendo que iba a inaugurarse. Momentos después, llegaron el Presidente del Consejo y los Ministros de Gracia y Justicia y de Marina. Cara al río, se hallaba la tribuna regia en cuyo trono tomó asiento S.M. la Reina Regente, teniendo a su izquierda al ama del Rey, quien llevaba a éste en brazos, vestido de blanco. A la derecha de la Reina, estaban las dos infantitas, María de las Mercedes y María Teresa, vestidas ambas de color rosa. Los Ministros y personalidades palatinas se colocaron a ambos lados del trono. Enfrente estaba el altar, adornado de flores. En el centro, una mesa con el acta de la ceremonia y un estuche, que contenía la pluma de oro con la que había de firmar la Reina. Junto a la mesa una grúa pintada de purpurina de plata, sostenía la primera piedra del futuro monumento, en cuyo interior había, encеrrados en una caja, varias monedas, un ejemplar de cada uno de los diarios de la localidad y unos versos en vascuence.
Después de realizadas las preces de ritual, bajó del trono la Reina, seguida de sus hijos y de la comitiva y, tomando en sus manos la paleta de plata que puso en manos del Rey niño, echó luego la primera paletada de mortero. La paleta llevaba grabada la fecha 5 de septiembre de 1887. Y esta inscripción: «S.M. la Reina Regente utilizó esta paleta en el acto de colocar la primera piedra del monumento erigido al Almirante don Antonio de Oquendo». Leída el acta, S.M. firmó al pie de ella, y a continuación, la Infanta María de las Mercedes, posteriormente, la Infanta María Teresa, llevada su mano por la de su madre, y después, los tres Ministros, Funcionarios, etc. A las seis de la tarde se procedió a colocar en su sitio la primera piedra del futuro monumento. Luego vinieron los discursos de rigor: el del Alcalde señor Larrauri; el del Ministro de Marina. En tanto hablaba el Ministro, se llevó una silla para el ama del Rey, pues todo niño, por muy real que sea, tiene derecho a satisfacer su apetito y la nodriza real se dispuso a complacerle.
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