José 1 Bonaparte (1768-1844), «Pepe Botellas, rey de España por orden de Napoleón, era un hombre bueno, educadísimo, in-teligente y trabajador. Lo habia demostrado como rey de Ná-poles, de donde venía.
De entre los hermanos del Emperador fue el menos ambicio-so y el menos intrigante, y desde luego al que más quiso Na-poleón.
No suelen contar los libros de Historia un suceso donostiarra: que José Bonaparte entró en su reino por San Sebastián y que esta Ciudad fue la primera que visitó como rey.
El recibimiento que le dispensó la población fue memorable, aunque triste.
Enterados los vecinos de su llegada que se anunció con muy poca anticipación, muchos abandonaron la Villa y se fue-ron al campo, a los caseríos, a los pueblos cercanos.
Al mediodía del 9 de julio de 1808 entraba por la muralla el rey de España.
Y se encontró con las calles desiertas y con que los pocos que andaban en ellas no doblaban la cabeza a su paso. En las casas las ventanas se cerraban. Ningún aplauso llenó el ambiente con el calor del afecto. Parecía aquello un entierro.
José I, cuyo único defecto era ser francés, quiso atraerse a la Ciudad. Llamó a sus alcaldes y les pidió que le presentasen una lista de sus necesidades para atenderlas y complacerles si le era posible.
¡Qué apuro! Pero con las más variadas excusas nadie pidió nada,
El rey, que no era tonto, comprendió lo que ocurria. Y su frió el desprecio sin un reproche, sin un gesto de ira.
Con la misma frialdad con que había sido recibido salió de San Sebastián.
¿Podría seguir confiando en su única arma: su buena vo-luntad?
Cuando más tarde en Madrid fue juguete de todos, quizá se habrá acordado de nuestra actitud al recibirle y se habrá repro-chado la aceptación de una Corona que le causó muchas amarguras.
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